Domingo 18 de noviembre de 2001

 

En sólo dos años, un cipoleño se recibió de abogado

 

Fue abanderado en la primaria y el mejor en la secundaria. Abogado y procurador en tiempo récord, ahora busca su lugar en la cartera de Relaciones Exteriores. Aparte de su espíritu autoexigente, un pacto con su madre fue vital para cumplir la hazaña. El joven marcó un hito en los 180 años de vida de la Universidad de La Plata, en el país y -dicen- en América Latina.

  CIPOLLETTI (AC).- Osvaldo Luis Lapuente tiene 23 años, es oriundo de esta ciudad, integra una tradicional y prestigiosa familia, de amplias ramificaciones, y ha logrado lo que para la mayoría es una misión imposible: se recibió de abogado y procurador -y está a punto de obtener el título de escribano- en dos años, en la Universidad Nacional de la Plata, marcando un récord envidiable en los 180 años de esa rigurosa casa de altos estudios, en el país y, aseguran, en América Latina.
Y para que la hazaña sea más relevante aún lo hizo con el promedio más alto -7.97- de todos los que se recibieron de abogado en el 2001.
Jamás sufrió un aplazo, o una nota baja, situación pocas veces repetida en la universidad platense en todos los tiempos, más aún teniendo en cuenta que la mayoría de las materias las rindió libres, el régimen de máxima dificultad.
Esta historia de autoexigencia comenzó para el ahora doctor Lapuente en el nivel primario, porque en la escuela 53 "Bernardino Rivadavia" fue el abanderado, y en el secundario obtuvo el título de bachiller con orientación Biotecnológica en el Colegio 5 "Alicia Moreau de Justo", del barrio Rosauer, con un promedio general de 8,63.
Pero el elemento determinante para la hazaña fue una promesa -o un pacto familiar de apoyo mutuo- que hizo Osvaldo con su mamá, Analía. (Ver aparte).
Lapuente comenzó su carrera universitaria a los 17 años en la Universidad Kennedy Argentina, en Buenos Aires, en 1996, y a su estilo: en ese año rindió 9 materias -tres más que las que correspondían- con un promedio de 8.77.
La trágica muerte de su padre, Osvaldo, también conocido abogado del foro regional, ocurrida en Cipolletti, lo obligó a abandonar los estudios en la Kennedy -por una cuestión económica y también de sentimientos, dado que quería estar junto a su madre y hermanos- y signó su retorno a esta ciudad.
Empero, muy rápido tramitó el pase a la Universidad Nacional del Comahue y en la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en Roca, rindió 10 materias -la mayoría por segunda vez, por no tener equivalencias con la Kennedy- con un promedio de 9.
Sin embargo, siempre tuvo en mente volver a Buenos Aires, o en su defecto a La Plata. Para no perder el año de preingreso en la UBA comenzó "de cero" en La Plata. Era noviembre de 1998. Y a partir de ahí, en 24 meses hábiles -descontando el tiempo en que la facultad no opera funcionalmente- terminó la carrera.
En la conversación mantenida con "Río Negro" vía telefónica desde la Plata, Lapuente enfatizó que el Estado Nacional tiene la obligación de darle la posibilidad de estudio a cualquier persona que tenga inteligencia, capacidad y ganas. (Ver aparte).
Reconoció Lapuente que el suyo es "un caso atípico" en los 180 años de historia de la facultad, y por eso en el solemne acto de entrega de títulos tiene un sitio de honor entre los oradores, junto a altas autoridades académicas.
En esta etapa, está poniendo todo el esfuerzo para rendir en diciembre del 2002 el ingreso a la Cancillería, para dedicarse a las Relaciones Internacionales.
La meteórica carrera, el promedio y la trascendencia de todo este proceso de estudios intensivos motivó que Lapuente fuese invitado a ser miembro del Instituto de Derecho de Internacional Privado del Colegio de Abogados de la provincia de Buenos Aires.
Y ya está en el Instituto de Integración de América Latina y Caribe del Instituto de Relaciones Internacionales de la facultad de Derecho de la Universidad de La Plata.

Julio Alberto Salto

El pacto, el apoyo y el calendario

Todavía en Cipolletti, habiendo pasado por la Kennedy, para poner el rumbo hacia La Plata, Lapuente jugó una apuesta arriesgada, y nada menos que con su mamá, Analía.
"Yo sabía que el regreso era costoso, incierto, porque yo me iba a otra ciudad que no conocía, y a otra facultad. Pero hicimos un pacto con mi madre. Le dije: "vos ayudame, bancame, que en dos años termino. Y así fue. Ella con un gran esfuerzo se hizo cargo de la familia. Y yo cumplí".
Tiene palabras de agradecimiento para una amiga que hoy ejerce la abogacía en Roca, Natalia Salinas y su hermana médica, que lo apoyaron en La Plata, y reconoce el esfuerzo de otros amigos y de su novia, que lo ayudaron en todo, dado que "de otra manera, lo mío no hubiera sido posible".
Un día de estudio de Lapuente era para no creer, porque incluso hizo un calendario y lo cumplió hasta en los mínimos detalles.
Comenzaba a estudiar una materia a las seis de la mañana, hasta las 13.30, y desde las 16 hasta las 21.30 lo hacía con otra. Ese ritmo lo mantuvo el 60 por ciento de la carrera, solo, pero como se le hacía extenuante el tramo final lo hizo con un amigo. Cuando terminaba de rendir una materia retiraba de la biblioteca el material para la siguiente, y recomenzaba el trajín al otro día. Un vértigo.
El plan no distinguía sábados ni domingos de los días de semana, con reglas subsidiarias. Incluso suspendió actividades deportivas que siempre había practicado. "Le dediqué una parte de mi vida al estudio de manera absoluta, total", dijo.
Se le preguntó al flamante abogado qué sentía tras haber llegado a la meta. "La medida de la satisfacción personal es la satisfacción de la gente que uno quiere".

Todos deben estudiar

La responsabilidad del Estado es garantizar el acceso al estudio es un punto en el que este abogado cipoleño no admite dudas.
"El gran tema es que la capacidad de la persona tiene que ser el criterio. Si es capaz, lúcida, y no puede estudiar porque no cuenta con los medios es terrible e imperdonable. Si alguien es inteligente tiene que tener sí o sí la posibilidad de estudiar".
Para Lapuente "la capacitación hace que como país seamos mejor cada día". Y colocó sobre el tapete su caso específico: "si yo no hubiera podido estudiar hubiera sido terrible, un gran fracaso, más allá de cualquier cosa que pudiera haber hecho después. Esa deuda nunca la hubiera podido saldar. Si yo no contaba con el apoyo de mi familia no habría estudiado, porque todos sabemos que las opciones laborales son casi nulas".
"Tiene que haber una garantía de que el que tenga capacidad y ganas, pueda estudiar. No puede ser que no haya becas suficientes, que no haya estímulos. Y en esto no debe haber ni amiguismo ni acomodo: el que quiera, el que se esfuerza, el que tiene aptitudes y ganas, debe tener acceso al estudio, para llegar a la meta. (AC).

   
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