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Soportaron meses de cautiverio, una apresurada evacuación de Kabul junto a las fuerzas en huida del Talibán, una gélida noche encerrados en un contenedor de metal y una horrenda mañana en la cárcel bajo un ensordecedor bombardeo de artillería. Pero ocho trabajadores de asistencia humanitaria detenidos por el Talibán bajo cargos de propagar el cristianismo llegaron finalmente a terreno seguro ayer, rescatados de un campo en Afganistán, en mitad de la noche, por helicópteros estadounidenses que los llevaron a Pakistán.
"Fue como un milagro", dijo uno de los ex cautivos, el alemán Georg Taubmann. Taubmann fue detenido por la milicia integrista en agosto junto con siete de sus colegas del grupo caritativo alemán Shelter Now International (SNI), los australianos Peter Bunch y Diana Thomas, las estadounidenses Dayna Curry y Heather Mercer, y las alemanas Katrin Jelinek, Margrit Stebner y Silke Durrkopf.
Los cargos de propagar el cristianismo eran penables con la muerte, bajo la estricta interpretación del islamismo del Talibán. Hasta el momento se desconoce la suerte de los 16 afganos detenidos junto con los ocho extranjeros.
Los ocho estuvieron detenidos en Kabul durante más de un mes de devastadores bombardeos estadounidenses que pretendían desmantelar al Talibán y la red de Osama ben Laden.
Justo cuando sus esperanzas fueron alentadas el lunes ante las noticias de que las fuerzas de oposición se aprestaban a tomar Kabul, los ocho extranjeros fueron arrojados hacia una nueva odisea: las fuerzas del Talibán que huían hacia su reducto de Kandahar, sur afgano, se los llevaron con ellos. "Poco antes de que Kabul cayese estábamos emocionados de que saldríamos (de cautiverio), ya habíamos escuchado que las tropas (opositoras) estaban ingresando", dijo un sonriente Taubmann, de apariencia saludable a pesar de los meses en cautividad.
"Y, entonces, los Talibán llegaron y nos llevaron con ellos, nos subieron a vehículos y querían llevarnos hacia Kandahar. Sabíamos que si terminábamos en Kandahar probablemente no sobreviviríamos ahí", dijo. A su llegada a Ghazni, unos 80 kilómetros al suroeste de Kabul, fueron encerrados en un contenedor de metal durante toda la fría noche afgana y trasladados por la mañana a una cárcel de Ghazni, justo antes de que las fuerzas opositoras lanzaran un feroz asalto de artillería.
"Era un lugar terrible", dijo Taubmann. "Creo que fue el peor lugar. Llegamos a las nueve (de la mañana). Justo entonces, comenzó el bombardeo".
Tras una revuelta anti Talibán en torno a las 10:00 de esa mañana, una hora después fuerzas de la opositora Alianza del Norte abrieron las puertas de la prisión, agregó Taubmann, diciendo que los ocho temieron, inicialmente, que eran los Talibán que iban a llevárselos de nuevo. "La gente salió de sus casas y nos abrazó y nos saludó, todos aplaudían", dijo Taubmann. "No sabían que había extranjeros en la prisión, de manera que fue una gran noticia".
Pero los ocho seguían todavía en un país sacudido por la guerra y un comandante opositor en Ghazni se puso en contacto con ellos para arreglar su evacuación, que fue otra aventura.
Una bufanda salvadora
Los ocho trabajadores de un organismo de ayuda humanitaria acusados por el Talibán de propagar el cristianismo en Afganistán, improvisaron una hoguera para guiar a los helicópteros estadounidenses que los rescataron, dijo el jueves el padre de una ex cautiva.
Heather Mercer, una de las dos estadounidenses detenidas por el Talibán, sugirió la idea de usar los chales con que se cubrían la cabeza para crear una hoguera, idea que siguieron sus siete colegas, dijo Tilden Curry, padre de Dayna Curry, la otra estadounidense.
"Dijeron que tenían una linterna -una pequeña linterna-y que el helicóptero no podía verlos", dijo Tilden Curry desde su casa en Nashville, Tennessee, después de hablar por teléfono con su hija Después de que Heather prendió fuego a su chal "las otras mujeres hicieron lo mismo, de modo que crearon una pequeña hoguera", declaró Tilden Curry a la cadena estadounidense ABC.
"Y entonces cuando el helicóptero regresó (y los tripulantes) vieron (la hoguera), aterrizaron, los subieron y se dirigieron a Pakistán", añadió.
Mucha amistad y poco acuerdo
CRAWFORD, EEUU, (Reuters) - Los presidentes de Estados Unidos, George W. Bush, y Rusia, Vladimir Putin, culminaron ayer tres días de conversaciones sin zanjar sus diferencias sobre un clave tratado de armas nucleares, pero se mostraron amistosos y joviales.
En un despliegue extraordinario de amistad para quienes recién se conocieron en junio, Bush y Putin estuvieron con un humor juguetón en una conferencia de prensa con estudiantes de la Escuela Secundaria Crawford.
Los mandatarios revelaron que no habían podido llegar a un acuerdo sobre el plan estadounidense de defensa contra misiles durante sus tres días de conversaciones en Washington y Crawford. "Tenemos una diferencia de opiniones, pero lo grandioso sobre nuestra relación es que es suficientemente fuerte para que los desacuerdos no nos dividan", dijo Bush.
La mayor redada desde la Segunda Guerra
En la búsqueda de los culpables de los atentados del 11 de setiembre, la policía de Estados Unidos ha detenido a 1.182 personas en la mayor redada desde la Segunda Guerra Mundial, según los últimas cifras del gobierno.
La mayoría de los detenidos son árabes, de Arabia Saudita y Egipto, de donde eran oriundos los 19 comandos suicidas que embistieron aviones secuestrados contra los Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono hace dos meses.
Pero numerosos pakistaníes también se encuentran entre los detenidos en la campaña antiterrorista, que ha sido criticada por grupos de derechos humanos y civiles debido a los poderes especiales que está usando el gobierno del presidente George W. Bush. Según cifras del Departamento de Justicia, 182 de los detenidos son inmigrantes ilegales, en su mayoría personas que entraron legalmente pero se quedaron más allá del vencimiento de su visa.
Tal fue el caso de Muhammad Rafiq Butt, un pakistaní de 54 años, quien murió el 23 de octubre de un infarto en una celda en una cárcel en Nueva Jersey luego de pasar más de un mes detenido.
Su cadáver lavado y embalsamado a la manera musulmana fue enviada de regreso a Pakistán una semana después en un ataúd de acero pagado por el gobierno estadounidense.
Un cura parroquial lo había señalado a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) como sospechoso. La FBI encontró que no tenía nada que ver con los atentados, pero el Servicio de Inmigración y Naturalziación (INS) lo mantuvo detenido porque su visa venció en diciembre del año pasado. Otro pakistaní detenido fue Mohammad Mubeen, de 28 años, quien entró a Estados Unidos sin documentos.
Pero el motivo de su arresto fue que había renovado su licencia de conducir en la misma oficina de Miami 23 minutos antes de que sacara una licencia Mohamed Atta, el presunto líder de los secuestradores islámicos que habría piloteado el primer avión que embistió al World Trade Center de Manhattan. De los más de miles detenidos, sólo nueve son considerados por la FBI como sospechosos con vínculos directos con los secuestradores y no están cooperando con la policía, ya que se niegan a dar información, según las autoridades.
Críticas al plan del gobierno
No se sabe oficialmente cuántos de los 1.182 detenidos han sido liberados, pero una portavoz del Departamento de Justicia afirmó que "la mayoría" sigue tras las rejas.
Organismos de derechos humanos estiman que aún están encarcelados más de un millar de sospechosos.
La redada de extranjeros es la mayor en Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, cuando 110.000 residentes americanos de origen japonés fueron internados en campos especiales.
Los planes del gobierno de interrogar a 5.000 extranjeros fueron criticados el martes por la American Civil Liberties Union (ACLU), principal grupo de defensa de los derechos civiles, que ha solicitado sin éxito información sobre los detenidos.
"Este tipo de redada aumentará los temores de discriminación racial y étnica", aseguraron. |