Jueves 29 de noviembre de 2001 | ||
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El pan y la torta |
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No alcanza con consolarse fácil echándole la culpa al árbitro. Si favoreció al Bayern Munich, es evidente que no tuvo la culpa de que Marcelo Delgado haya hecho, desde su imprudencia, todo lo posible para que lo echaran, y de la peor manera: sin causar ni un rasguño al oponente. El vencedor, sin ser la octava maravilla del mundo ni mucho menos y con la ayuda del hombre de más que dispuso en el campo, le ganó en el juego con claridad a un Boca que estuvo lejos de inquietarlo seriamente. Ahora, es tiempo de revisar la dedicación que los clubes argentinos vienen otorgándole a la Copa Intercontinental. Boca perdió el partido en función del cual regaló este segundo semestre al olvidarse del certamen local e ignorar, como lo hizo históricamente, la Copa Mercosur. Si en el primer tramo del año no se desentendió también de la Libertadores seguramente se debió a que necesitaba ganarla para volver a la cita de Tokio. Dentro del poco interés que Boca le prestó al Apertura, se permitió excepciones con las que desnaturalizó lo genuino del juego, si se parte de la base ética de que lo natural sería hacerle la misma fuerza a todos los rivales. Así, pretendió ponerse las pilas para ganarle a Ríver, pero apenas empató. Después, decidido a bloquear el camino de Rácing al título, obtuvo la anticipación del partido y lo ganó, con lo que privó a la "Academia" de puntos que a la larga podrían costarle el título a manos de Ríver -justo, Ríver- que estaría en condiciones de llegar de arremetida y soplarle la corona. Y peor aún. Boca, que tuvo el plantel entre algodones pensando pura y exclusivamente en este 27 de noviembre y que para ello se aclimató debidamente en Tokio, perdió contra un equipo como el Bayern Munich, que hasta el fin de semana cumplió con las obligaciones normales de su campeonato, como el sentido común indica. Los que no dejaron detalle librado al azar perdieron contra otros que llegaron a Tokio un día antes del partido, golpeados, baqueteados, con los bolsos en la mano, sin sus principales figuras y hasta queriendo hacernos creer que no le daban mucha importancia a esa Copa. Para las ediciones futuras ¿no sería bueno que en el club argentino al que le tocara llegar a disputarla, entendieran que se puede jugar esa final sin suspender la vida tres meses antes? Se trata de no despreciar el pan antes de tiempo, cuando todavía falte mucho para intentar comerse la torta. Rodolfo Bernárdez Agencia DyN |
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