Miércoles 28 de noviembre de 2001 | ||
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Cuando quedaron diez contra once, el sueño de Boca se tornó casi imposible |
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Delgado no sólo malogró dos chances, sino que se hizo expulsar. En el alargue el Bayern pudo quebrar la heroica defensa argentina. |
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Ahora la tentación será desarrollar hipótesis sobre lo que pudiere haber pasado si no se iba expulsado Delgado y por supuesto, será absolutamente inútil. Condenado a jugar una hora y cuarto con un hombre de menos, la aventura de Boca en Japón tuvo el final previsible porque la abnegada resistencia, en algún momento, tenía que terminarse. Día de pavo el de Delgado, que primero se hizo amonestar tontamente por seguir una jugada invalidada, después falló en el momento clave cuando Barros Schelotto lo dejó mano a mano con Kahn, con tiempo y espacio en una de sus especialidades, llegando como un alfil de derecha hacia adentro. Y finalmente, en otra jugada de gol que creó Riquelme, tiró la pelota muy larga frente al arquero y ahí nomás se zambulló estilo salame, sin que pudieran creerle ni los japoneses. Once contra once, el Bayern tuvo más la pelota, como le gusta, pero Boca se sentía bastante cómodo con el desarrollo, complicaba con las andanzas del mellizo y de hecho, fabricó tres situaciones netas contra una, un derechazo cruzado del peruano Pizarro que se perdió muy cerca del palo derecho de Córdoba. Las chances de Boca tuvieron como protagonista a Delgado, quien fuera de acción privaría al equipo de un elemento fundamental. Precisamente, la incomodidad más notoria estaba dada por el hecho de que los alemanes, que también tienen satélite y videos (y que no son los alemanes de las películas de la Segunda Guerra Mundial), tiraban tres hombres encima para castigar a Román. El creador de Boca se la aguantó bien, aunque muchas veces obligado a moverse lejos de las zonas de definición y de frente a su propio arco. Y esa obcecación del Bayern por perseguirlo a él pudo, en igualdad de condiciones y a la larga, haber significado la aparición de espacios para sus compañeros, pero ya nunca lo sabremos. También resulta irresistible imaginarse lo bien que le hubiese venido a Boca disponer de Wálter Gaitán, pero tampoco sirve. El Bayern había consumido toda la etapa inicial con su rutina de equipo limitado, ausente Effenberg con un solo jugador medianamente imaginativo, el inglés Hergreaves, con la sola constancia de su disciplina táctica y su peso físico para recuperar rápido y lejos de su arco. Diez contra once, Boca sostuvo el partido cerca de la mitad de la cancha, con Riquelme más participativo, con un impecable trabajo del triángulo Schiavi-Burdisso-Serna, muy firmes los centrales en el juego aéreo y muy preciso el colombiano en los quites, más la segura presencia de Córdoba detrás de todos. A esa altura, Barros Schelotto había perdido la importancia del primer tiempo, porque se desgastó, porque la pelota le llegaba menos y en condiciones menos ventajosas y porque sus rencillas con los defensores alemanes, el árbitro y el asistente de su lado terminaron sacándolo del juego. Hasta que Hitzfeld se decidió a mandar a la cancha a otro jugador de buen manejo como el suizo Sforza. Al mismo tiempo ingresó el tanque Jancker y a esa altura, pasada la mitad del segundo tiempo, el desarrollo ya era irremediablemente de una sola mano, la que apuntaba hacia el arco de Córdoba, cuya figura crecía y crecía. Con Sagnol y Lizarazu permanentemente lanzados al ataque, con los volantes de Boca ya casi pegados a su propia área, sin la posibilidad de tener la pelota porque el esfuerzo de tantos minutos con uno menos se sentía, la única esperanza era sobrevivir hasta los penales. De tanto ir con el cántaro hasta la fuente, el Bayern lo rompió, a diez minutos del final (una hora y trece minutos de juego), en la única falla de Córdoba, que calculó mal la salida en un córner y permitió la conversión de Kuffour, luego de un despeje desesperado de Rodríguez en la línea. Tokio vio el final de un ciclo inolvidable de Boca bajo la conducción de Carlos Bianchi. Esta vez no se pudo. Todos sabíamos que el Boca de hoy es menos que el de los cuarenta partidos invicto y que el que noqueó al Real Madrid. Pero pudo haber bastado porque, como también sabíamos, el Bayern es un equipo como tantos, vulnerable, más allá de sus medallas de los últimos tiempos. Por equivocación propia (tontera de uno de sus hombres), el último acto no se pudo jugar de igual a igual. Quedó la bandera de la dignidad, esa que este Boca, a lo largo de todo este proceso, no arrió jamás. Ahora tampoco, y vale saludarlo. Raúl Armando Pérez La zaga boquense fue un verdadero bastión Oscar Córdoba (6): El arquero colombiano mostró toda su seguridad y solvencia para sostener el empate de Boca. No dudó en los centros, tapó un mano a mano a Pizarro pero en el único gol del partido tuvo una salida apresurada que costó el partido. Voces Carlos Bianchi dijo sentirse "muy orgulloso de este grupo de jugadores y estoy convencido de que le van a seguir dando satisfacciones a Boca". Foto: Ya todo se terminó y mientras los alemanes festejan, el desconsuelo se hace visible en el rostro de Riquelme. |
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