Martes 20 de noviembre de 2001

 

Todas las mujeres posibles en una voz

 

El domingo se presentó en el Llao Llao Susana Moncayo. En distintos momentos compartió el escenario con los integrantes del Trío Argentino. Fue un recital excepcional donde se lució la voz dúctil de la consagrada cantante.

 
La última palabra no ha sido dicha. Pero la primera tampoco. El Génesis, explicado a través del arte, es la perfecta metáfora de lo que acontece cada vez que éste entra en escena. El Verbo es una manifestación más que un conjunto de letras unidas por el uso, la costumbre y la necesidad. La verdad no se sustenta en la realidad del sol sino en el paisaje visto por el ojo del artista: el particular amanecer. No es el instrumento, es el sonido. No es el cuerpo, es el espíritu.
Por eso florece la vida en una noche como la del domingo protagonizada por Susana Moncayo, quien fue acompañada en distintos momentos por los integrantes del Trío Argentino.
La elección sirvió para revisar el álbum fotográfico de los sentimientos. Un cuadro cíclico que actualiza la rueda de la reencarnación de los budistas, el mito del eterno retorno por el que abogó Nietzsche y explicó luego Mircea Eliade.
La pasión que primero es deseo, luego explanada y finalmente descenso. Esta es una lectura posible de "Amor y vida de mujer Op. 42", con música de Schumann y libreto de Adalbert von Chamisso. Un planteo circular que siguió desarrollándose en Brahms -"Dos canciones op. 91", Gestillte Sehnsucht (Anhelo, texto de Ruckert), Gestliches Wiegenlied (Canción de Cuna para Niño Jesús, texto de Geibel, inspirado en Lope de Vega)- y Beethoven. La puerta de fuego se cierra con sus canciones folclóricas y alegres.
Moncayo encontró el modo apropiado para decir cada cosa en el momento justo. El consejo que había dado la noche anterior para un cuarteto de cámara Abel López Iturbe también vale para un recital de Nirvana o un concierto de Claudio Arrau.
El recital tuvo un momento para la actuación en solitario del excelente Trío Argentino, que ejecutó un Nocturno de Schubert. Una obra sencilla, sutilmente interpretada que acompañó el protagonismo de Moncayo y dejó en claro la humildad de los músicos. En la faena de los talentos, los divismos han sido dejados de lado.
El auténtico conocimiento de lo que sucede en el escenario se resuelve sobre todo entre la sangre y la capacidad de amar (de ahí el consejo: cierren sus ojos). Porque es este último requisito el que les permite al espectador y al artista sentir compasión cuando llega el drama o cuando los niños duermen. No es casual que en la historia del pensamiento haya tantas parejas insólitas de filósofos y músicos (Nietzsche y Wagner o Cioran y Bach). Donde termina una, comienza la otra.
Moncayo tiene una voz que alimenta un enorme abanico de adjetivos. Esa voz es aterciopelada, dulce, dramática, maravillosamente ingenua y, por último, sensual. En el transcurso de la noche fue la amada "enceguecida", la madre, la chica de los sueños que pasa frente a unos ojos inocentes, y la sirena. El ser mitológico que guía a los aventureros hacia su ocaso. Sobre el final de Schumann era posible escuchar cómo las gotitas de agua golpeaban las ventanas de la sala. Y afuera no llovía.
Moncayo visitó los laberintos de la seducción. Por unos minutos los cuerpos se olvidaron de las sillas y el alma dejó de reclamar sus calmantes.
Claudio Andrade
* Hoy es el turno del pianista Antonio de Raco. Interpretará obras de Mozart, Beethoven y Brahms.

"Me olvidé de todo escuchándola"

Nos saluda. Respondemos con sorpresa: ¡Ey! ¡Gabriela!
Sí, era nomás Gabriela Guala en la misma Trafic que lleva a periodistas y público a la Semana Musical Llao Llao. La sobresaliente pianista roquense ha venido a someterse a la siempre compleja experiencia, como para cualquier músico, de escuchar a otros músicos y a otro pianista.
Pero Guala se lo toma con calma. Estuvo con los sentidos puestos en la interpretación de Susana Moncayo y se olvidó por un rato de la digitación, de la intensidad, de los estudios interminables que desembocan en una pieza bien ejecutada. "Estoy de vacaciones", explica.
-Por un rato fuiste espectadora. Debe ser una sensación extraña.
-En realidad me olvidé de todo, me enganché con el timbre de Susana Moncayo. Sobre todo en el momento en que se soltó más, durante las canciones de Beethoven.
- Vamos por partes, Schumann.
-Es una obra bellísima. Además tiene esa reminiscencia del primer tema en el último. El sentido cíclico de la composición es fantástica. Moncayo además tiene muy buena dicción y eso es sumamente importante.
-Su voz se adaptó a los momentos más sutiles de la obra.
-Su voz me gustó en todo momento. También en su encuentro con los integrantes del trío, donde de todas maneras brilló ella.
-Brahms y Beethoven.
-En realidad, Moncayo crece desde su sencillez, tiene una voz y una capacidad para decir que llega a la gente.
-El repertorio es un pasaje a los sentimientos, a las pasiones.
-Sí, y muy apropiado terminar con esas canciones alegres y el bis de la obra cosaca. Nos brindó muchos matices, creo que eso es muy difícil. Empezó con Schumann, los afectos, el drama, y terminó haciéndonos sentir tan bien. Tocó, en esas canciones, la esencia de cada cultura. Y nuestra esencia, claro.
-¿Qué sabés de la vida de nuestro admirado Chucho Valdés? (Guala fue telonera del pianista cubano en el teatro Español de Neuquén este año).
-Anda en Nueva York, creo. Me dejó su "mail" en La Habana y estoy esperando su respuesta. Me dijo que en noviembre iba a estar por allí.
-Otra música.
-La música es estremecedora más allá de los géneros. (C. A.)

La caricia

Al salir de la sala, en la primera parte, escuché este diálogo, textual: "Fue una caricia". Creo que ésa fue la sensación de la gente en general. Absoluta. Las obras elegidas son de una gran densidad y dramatismo, pero a la vez requieren de una calidez especial.
Creo que podemos dividir este recital en dos momentos, claramente. Primero la obra "Amor y vida de Mujer", con música de Schumann, donde se pone de relieve la intensidad de la pasión con todos los matices y tensiones que esto implica. Y la segunda con las obras alegres, las canciones de folclóricas de Beethoven. Pertenecen, como dijo Abel López Iturbe, a una época feliz del compositor. Por muchos años permanecieron guardadas y finalmente salieron a la luz. Este año fueron estrenadas en la Argentina, primero en Buenos Aires y ahora en Bariloche. Después del recital noté un estado emocional muy alto en la gente. De ahí la diferenciación en dos partes. Al final de la primera la gente salió como en susurros, hablando en voz baja, embriagada por la voz de Susana.
En la segunda el público recibió la alegría de esas canciones. No una alegría profunda, de ésas que necesitan una densa explicación filosófica. A veces basta con ver un pájaro volar para sentir alegría. La obra cosaca fue también un momento importante para la gente, contribuyó a esa alegría, tal vez porque tiene muchas reminiscencias culturales.
Pero esencialmente se trató de una presentación que nos tocó en lo profundo del pecho.

Martín Nijensohn
(*) Director general de la Semana Musical Llao Llao

   
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