Martes 20 de noviembre de 2001

 

Günter Grass explica sus acuarelas

 

Un ensayo autobiográfico relata la relación del Grass alemán con la pintura. En el volumen incluye algunos trabajos inéditos realizados para "Mi siglo".

 
El Premio Nobel de Literatura de 1999, Günter Grass, ha reunido en un volumen una muestra de sus acuarelas, que datan de los años 50, cuando el escritor era estudiante en la Academia de Arte de Düsseldorf, hasta las más recientes concebidas para su libro "Mi siglo".
La edición, que acaba de salir al mercado en Alemania, contiene también un ensayo autobiográfico en el que Grass relata la historia de su relación con la acuarela, desde sus comienzos infantiles hasta la década de los noventa, pasando por sus trabajos de artista principiante.
Grass empezó a pintar de niño y, después de la guerra, con el primer dinero que ganó trabajando en las obras de reconstrucción de casas destruidas por los bombardeos aliados, adquirió una caja de acuarelas que luego fue parte de su equipaje en viajes a París e Italia en los años 50.
"En París captaba lo que me caía bajo los ojos. No sólo las caras, las calles, los puentes y los cafés sino todo aquello que había estado prohibido para mi generación durante el nacionalsocialismo: la modernidad clásica, Soutine, Picasso, Chagall, Duffy... Y todo eso dejó huellas", dice Grass en su ensayo.
En las acuarelas de los cincuenta se advierte ante todo la influencia de Picasso y del cubismo en los trabajos con figuras humanas y de Paul Cezanne en los paisajes urbanos y rurales.
Tras esas experiencias, Grass cuenta que en el desarrollo de su tarea pictórica la línea y el dibujo empezó a predominar sobre el color, coincidiendo con la mayor importancia que iba cobrando la literatura, hasta el punto de que abandonó la acuarela durante un período en el que, sin embargo, constantemente se proponía retomarla.
La razón de esa larga pausa -que duró más de cuarenta años puesto que Grass sólo volvió a usar la acuarela tras acabar su novela "Es cuento largo"- estaba para el escritor en el hecho de que los temas que abordaba no toleraban el color sino que exigían distintos tonos de gris. "Tanto los dibujos para el capítulo de "El rodaballo" titulado "Día del padre", como los hechos para el libro sobre Calcuta "Mostrar la lengua" o el tomo "Madera muerta", que trata de la muerte de los bosques, exigían diversas graduaciones de gris", explica Grass.
Sólo al terminar "Es cuento largo", a mediados de la década de los noventa, Grass retornó a la acuarela, primero en su taller, donde pintó algunos motivos tomados de su novela, y luego durante una estancia en la isla danesa de Mon. (EFE)
   
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