Miércoles 31 de octubre de 2001

 

El alma y el cuerpo del Brasil

 

Se inauguró en el Guggenheim de Nueva York una muestra sobre ese país.

  El inmenso altar de la Iglesia de Sao Bento de Olinda, construido en 1780, es la pieza que más impresiona al entrar estos días en el museo Guggenheim de Nueva York, donde se exhibe la exposición "Brasil: Cuerpo y Alma".
La muestra, abierta hasta el 27 de enero, refleja algunos de los mejores ejemplos del barroco brasileño, desde el siglo XVII hasta principios del XIX, y también del arte moderno, desde 1920 hasta nuestros días. Edward J. Sullivan, supervisor del equipo que ha montado la exposición, no ha pretendido entrar en una profundidad detallada o erudita, sino ofrecer a través de obras cuidadosamente escogidas, una muestra de la espiritualidad que nace de la unión del cuerpo y el alma.
A la espiritualidad y al ambiente de recogimiento contribuye además el diseño de la exposición, ideado por el arquitecto francés Jean Nouvel, quien ha pintado de negro todo el museo y jugado con una luz escasa para resaltar únicamente las obras.
Y siempre presente ha estado, desde cualquier punto de la exposición, el altar de la Iglesia de Sao Bento de Olinda.
Traído pieza a pieza y con retraso debido al trágico 11 de septiembre, que paralizó Nueva York durante varios días, el altar en madera y oro, se despliega desde el suelo de la entrada hasta la cúpula del museo confiriendo a éste la majestuosidad y la serenidad de un templo de culto.
La instalación de esta fabulosa pieza de 13,6 metros de alto, 7,9 de ancho y 4,5 de profundidad, no había concluido aún la semana pasada debido al retraso que sufrió su llegada. Frente al altar, el visitante comienza a ascender la rotonda del museo en la que se exhiben las tallas y pinturas, muchas de ellas obras maestras de la imaginería brasileña, especialmente las madonnas y las piedades, pero también las esculturas del arte secular. A medida que se avanza se superponen las capas que componen la cultura brasileña y aparecen las aportaciones indígenas y afrobrasileñas, que dan origen a un complejo mestizaje.
Así se pueden ver, por ejemplo, las imágenes de los "santos negros" como Santa Efigénia y San Elesbao, que fueron venerados principalmente en las iglesias establecidas por los esclavos.
En cuanto a la autoría de las obras, ésta varía desde los consagrados escultores brasileños del barroco como Antonio Francisco Lisboa "Aleijandinho" a los ebanistas anónimos que fabricaron exvotos en agradecimiento por alguna curación o bellos mascarones de proa de antiguos barcos. (EFE)
   
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