Sábado 20 de octubre de 2001

 

De bichos también se vive

 

En el Congo los insectos son el último "boom"gastronómico.

  "No sólo de pan vive el hombre" es más que un dicho popular en la República Democrática del Congo (RDC), donde la utilización de insectos como fuente "exótica" de proteínas se está imponiendo rápidamente en las grandes ciudades.
Comer larvas, gusanos y artrópodos era ya una costumbre tradicional en el interior del país pero se ha convertido en la "nueva ola" culinaria en Kinshasa, aunque sólo de los sectores pudientes, ya que a un precio de hasta 25 centavos de dólar por oruga, un plato de "bichos" no está al alcance de cualquiera. Las 150.000 personas que concurren diariamente al mercado central de la capital congoleña para abastecerse de alimentos frescos siempre pudieron comprar carne de animales salvajes para complementar su dieta basada en frutas, verduras, pollos, cerdos y carneros.
Un cocodrilo pequeño -vivo- procedente del río Congo, se vende por unos veinte dólares, mientras que un mono (cuya carne se come ahumada o asada con mantequilla de cacahuete) puede alcanzar los treinta dólares. Sin embargo, estos manjares, hasta hace algunos años "insólitos" para los paladares occidentales, son ahora "tradicionales" frente a la avalancha insectívora en los platillos de la cocina congoleña.
El "m"posi" o "dondo" (depende de que el gastrónomo de turno hable los dialectos locales lingala o kikongo), es un insecto de color blanco, grueso como el meñique de un hombre y que pese a reproducirse en la corteza podrida de las palmeras, constituye uno de los platos suculentos más solicitados. "En el campo, donde no hay turistas que los compren, se consumen localmente y son muy baratos", dijo Leleko Mapasa, una de las vendedoras del mercado, quien explicó que los insectos de su tienda son de una localidad situada a 200 kilómetros de Kinsasha y que debido al calor "son muy delicados para transportar". Dado que el ingreso medio de los habitantes de esta ciudad es de un dólar por día, "no son muchos los residentes locales que pueden darse el lujo de comer m"posi", subrayó la joven.
El precio no es, sin embargo, el único obstáculo ya que muchos extranjeros deben hacer "de tripas corazón" cuando los insectos, de aspecto bastante desagradable, salen de la corteza de coco con la que los vendedores los protegen del sol.
Quienes consiguen vencer su aversión, se manifiestan luego agradablemente sorprendidos ante el "extraordinario sabor" del "m"posi", cuya preparación es muy simple. (EFE)
   
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