Jueves 11 de octubre de 2001

 

El incendio en Roca actualizó el riesgo de vivir cerca de los galpones

 

Se perdieron al menos 500.000 pesos.12.000 bins y 1.500 pallets en cenizas.

  ROCA (AR).- Las imágenes se repitieron durante más de ocho horas y parecían sacadas del infierno en la mejor película de acción.
Una docena de familias desalojadas de sus hogares en un barrio que no pudo dormir ante el temor de una contaminación con amoníaco, más de 500.000 pesos perdidos por 12.000 bins y 1.500 pallets reducidos a cenizas, un bombero y otro voluntario heridos entre los 60 que batallaron y 70 personas con la incertidumbre de no saber si seguirían trabajando.
A las cifras se pueden agregar palabras. Desesperación, dramatismo, miedo, inseguridad.
Todas sintetizan lo vivido entre los últimos minutos del martes y los primeros de ayer en el galpón de empaque Fruempac de Roca, que ardió en llamas y puso en vilo a muchas familias del barrio San Martín.
Son las mismas palabras que se escucharon luego de otros incendios en galpones de empaque de la región, que con el correr del tiempo fueron rodeados por barrios y viviendas, convirtiéndolos en un peligro latente (ver aparte).
Sólo cuando se confirmó que se había retirado el amoníaco de las cámaras frigoríficas del galpón, los que habitan frente a la parte trasera de Fruempac pudieron regresar a sus hogares en la madrugada de ayer.Fue en la intersección de Rosario de Santa Fe y Tres Arroyos donde comenzó el siniestro. Más de 3.000 bins que se encontraban al aire libre fueron presa de las llamas.
Hasta ayer, las causas del incendio no habían sido determinadas y se esperaba por los peritajes. Sin embargo, el capataz de la empresa frutícola confirmó que todas las instalaciones eléctricas cercanas funcionan correctamente, quedando descartado un cortocircuito. También indicó que Fruempac tiene un sereno y que durante los minutos previos al siniestro no escuchó ni vio nada raro. En este sentido, explicó que la posibilidad de que terceros hayan prendido fuego a los bins es factible porque el terreno es muy grande y una sola persona no lo puede controlar.
Los bienes de la empresa están asegurados, según confirmó el capataz . En la víspera se registraron los primeros contactos con la firma y además se confirmó que hoy la empresa volverá a trabajar, despejando los temores de los trabajadores.
El viento jugó en contra de los bomberos y llevó el fuego inicial hacia el este. En medio de la desesperación, los primeros empleados de Fruempac que llegaron subieron a los autoelevadores y comenzaron a retirar la mayor cantidad de cajones posible. Esta fue la primera aproximación a una tragedia, ya que los rápidos movimientos de los vehículos hicieron perder estabilidad a los bins, que varias veces cayeron muy cerca de quienes intentaban contener el fuego. Más tarde y con pesar, el personal del galpón vio como esa inmediata reacción fue en vano, porque a las 4 de la madrugada la playa del galpón no era más que un manto de cenizas y maderas quemadas.
La segunda posibilidad real de que todo terminara mucho peor tuvo a un zepelín de gas como protagonista. A muy pocos metros del lugar en el que se desató el incendio, amenazó con explotar por la altísima temperatura. Afortunadamente pudo ser retirado por un camión y el alivio llegó para los cientos de curiosos que -a pesar de los riesgos- observaban desde las esquinas.
El fuego avanzaba. Se hacía incontrolable y se aproximaba al edificio de Fruempac. Todo hasta que las primeras llamas abrazaron el tinglado que separa la playa con el edificio techado y muchos pensaron que el galpón también se incendiaría.
No fue así. La intervención de las mangueras fue eficiente y controlaron las lenguas que -a más de 15 metros de altura- se prolongaban hacia la construcción. Sin embargo, en esa zona había unos 9.000 bins más, que hoy también forman parte de una superficie negra y húmeda.
El combate de los bomberos contra las llamas fue sin descanso. A los voluntarios de Roca se sumaron camiones del municipio y dotaciones de Allen y Cervantes. Precisamente un integrante de este cuerpo resultó con una herida en su clavícula tras la caída de un bins sobre su cuerpo y anoche permanecía internado en una clínica. A su lado había otro hombre de civil que ayudaba y recibió el golpe en su cabeza, aunque sólo sufrió una herida en la boca que no revistió gravedad.
Pasadas las 7.30 de ayer todo se acercaba al final. Sólo algunos focos menores y un pequeño grupo de bomberos aportaban movimiento. Un escenario desoladora que durante ocho horas y al ritmo vertiginoso de las llamas mantuvo en riesgo a decenas de familias en Roca.

A captar las imágenes

Lo impresionante del siniestro puede confirmarse no sólo por las fotografías que acompañan esta nota, sino por la actitud de muchos vecinos de la ciudad, que llegaron al lugar con filmadoras y cámaras para registrar el episodio.
Las expresiones de asombro sólo se detenían para hacer foco y capturar las imágenes con la mayor espectacularidad.
Teniendo en cuenta que la Policía despejó las zonas adyacentes al galpón recién una hora después de que se desatara el incendio, fueron muchas y distintas las posibilidades de grabar y fotografiar el suceso.
"Llegué a mi casa y la vi a mi hija pegada a la ventana. Decía que escuchaba la sirena de la policía. Cuando me asomé y miré el reflejo de las llamas me vine enseguida", comentó un aficionado mientras preparaba su videocámara.
En tanto, el baldío lindante con la parte trasera del galpón fue el mejor lugar para registrar las primeras tomas del siniestro, ya que allí habrían comenzado las llamas.
Fue así que pudo observarse a varias personas que -con cámaras profesionales o pocket- buscaron el mejor ángulo para sellar los instantes más conmovedores. (AR)

Mala convivencia

Los incendios de grandes proporciones que ocurren en áreas urbanas encierran siempre un peligro latente: ponen en riesgo vidas humanas o, cuanto menos, bienes familiares irremplazables en estos tiempos de crisis. Coyuntura económica que también afecta a las empresas frutícolas, induciéndolas a concentrar su infraestructura para achicar costos, con lo cual suelen estar centralizados en un solo lugar los depósitos de agroquímicos, el material de empaque y la misma fruta.
Un dato que por ahí no se tiene tan presente, en cuanto a los agroquímicos, es que superado determinado nivel de temperatura, por efecto de las llamas, suelen liberar tóxicos al medio ambiente. La combustibilidad de los bins y otros elementos destinados al empaque no necesita de mayores comentarios en lo que hace a su peligrosidad ante un eventual incendio. Por último, el amoníaco, que almacenado en tanques forma parte del equipo de toda cámara de frío, puede explotar por efecto del alto calentamiento si es que no se alcanza a evacuarlo a tiempo a la atmósfera, lo cual tampoco salvará de una fuerte irritación en las vías respiratorias a quienes se hallen cerca.
Como se ve, de un lado la necesidad y del otro la realidad de una región donde, al paso de los años, muchos galpones frutícolas han quedado encerrados en la trama de manzanas y barrios de las ciudades.
Una vez más, el Estado, en este caso municipal, debe asumir su misión tutelar y ocupar ese espacio que media entre el interés económico o actividad comercial y la preciosa vida de sus vecinos. Y hacerlo creando las ordenanzas, reglamentaciones e inspecciones necesarias para minimizar los riesgos y dando pautas de cómo se deben almacenar y con qué resguardos, todos los elementos que intervienen en la cadena de producción frutícola.

Foto: intensa lucha por apartar los bins.

   
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