Martes 2 de octubre de 2001 | ||
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Reclamos que causan muertes |
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Opinión |
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El terrible accidente que causó la muerte de ocho personas al desbarrancarse un micro en la ruta Nacional Nº 40 tiene una vinculación de "causa y efecto" difícil de eludir con la protesta de los pobladores de Picún Leufú que mantienen interrumpido el tránsito en la ruta Nº 237 que une Neuquén con Bariloche. La 237 es la más segura, la más utilizada y la mejor mantenida de las rutas y caminos de la región. En rigor, es la única vía de comunicación terrestre recomendada para vehículos de gran porte o que desarrollan altas velocidades. El resto no dejan de ser caminos de uso local, para pobladores o propietarios de explotaciones rurales, pero no preparados para un intenso tránsito. Los bloqueos de rutas por parte de personas que exigen respuesta a sus problemas se han convertido en una constante en el país y en la región: docentes, productores rurales, técnicos de la PIAP, desocupados, empleados de empresas privadas que reclaman su sueldo, pobladores descontentos con decisiones del gobierno provincial... Todos ellos y algunos más han interrumpido el tránsito en rutas nacionales o provinciales, generando enormes perjuicios y demoras a ciudadanos ajenos al problema y que se convierten en una suerte de rehenes civiles, y deben desviarse centenares de kilómetros, costear un pasaje de avión o pagar sobreprecios por la compra de productos escasos. Pero estas dificultades, sufridas por mucha gente, son nada cuando se las compara con tragedias como la protagonizada por el colectivo charter que al transitar de noche y con lluvia por la ruta 40 -virtualmente abandonada hace años por el Estado nacional- volcó en una curva. Ni el reclamo más legítimo puede justificar poner en riesgo la vida de otras personas. Hace algo más de un año, más precisamente el 1 de junio de 2000, Miriam Benedetti, una funcionaria de Termas de 36 años, sufrió un accidente que le produjo la muerte en una ruta secundaria, cuando viajaba por razones laborales y debió desviarse por un corte de la ruta 22 protagonizado por un grupo de desocupados de Senillosa. Desde entonces, cada mes, una carta de su novio publicada en este diario sonó como una campanada de alerta sobre las consecuencias de este modo de protestas. Muchos grupos no escucharon la advertencia y, una y otra vez, el corte de ruta fue elegido como el método de reclamo más "molesto" y, tal vez por ello, evaluado como el "más eficaz". A la desaprensión de los reclamantes se suma, sin duda, la responsabilidad de las instituciones que no garantizan el derecho a la circulación en condiciones de seguridad mínimas lo que, como está visto, significa en algunos casos el derecho a la vida. Foto: Policía y bombe-ros llegaron pronto al lugar y dispu-sieron un amplio operativo sobre la ruta para preservar la trágica escena. |
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