Miércoles 24 de octubre de 2001 | ||
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Perfil: Se corresponde
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Estaba en la naturaleza de los hechos. Y este diario lo había anticipado hace algo más de un mes: en un momento dado de la decadencia que define a la administración De la Rúa, Daniel Sartor sería ministro de Desarrollo Social. Porque en política, todo se corresponde. Es una regla inexorable. Casi el resultado de lógica kantiana. Daniel Sartor tiene un único título para llegar a este gabinete de destino incierto: ser desde lo operativo, el hombre más leal y eficiente con que Pablo Verani cuenta para acumular y reproducir poder. Hay un vínculo emocional muy firme entre ambos. Una dependencia densa del mandatario para con Daniel Sartor en todo lo que hace a la "política de poder aquí y ahora". ¿Dónde convergen los intereses de Verani y Sartor a la hora de la política? Desde el hacer política sin mayores exigencias éticas. O sea, sin el menor atisbo de tensión y reclamo moral en el manejo de estilos y formas de ejercer el poder. Desde esa óptica, Daniel Sartor encuadra perfectamente en el escenario anómico en que se mueve la política argentina. El encara la política desde un pragmatismo que desconoce la reflexión como elemento para discernir entre lo que es correcto y lo que no es correcto en un hombre de Estado. Dotado de una formidable lasitud de convicciones, Daniel Sartor es un especialista en operaciones encubiertas: someter la voluntad del adversario -por caso-, teniendo los recursos del Estado como herramienta. O conformar una sólida red de clientelismo político, que humillación de miles de seres necesitados mediante, le garanticen al radicalismo varios miles de votos en cada elección. Excelente piloto de autos de carrera, Sartor sabe que en política el poder suele construirse vía audacia y más audacia. Con los riesgos que esto tiene, claro está. Carlos Torrengo |
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