Miércoles 17 de octubre de 2001

 

Una elección con triunfos de precaria legitimidad

 

La relación entre voto habilitado y los resultados logrados por los ganadores define una frágil legitimidad del poder logrado por los candidatos. El caso de Bariloche es por de más paradigmático de esta característica: sobre un total de 65.200 ciudadanos en condiciones de votar, lo hicieron 28.900 y sólo 8.000 de éstos hicieron de Accavallo, candidato aliancista, un diputado nacional. En esta materia, fue el dato más negativo que ofreció la elección.

  Con muchas lecturas se incrustarán en la historia las elecciones parlamentarias del domingo.
Tanto a escala nacional como provincial.
En el caso concreto de Río Negro, uno de los datos que comienzan a reflexionarse es el de la precaria legitimidad que tienen, en materia de votos, los cinco elegidos a la Cámara de Diputados y Senadores.
El tema es analizado a la luz de una definición: legitimidad de votos logrados en relación con los votos habilitados.
Desde esta perspectiva, las fuerzas que se repartieron las bancas -Alianza y partido peronista- no superaron el 20% de los votos habilitados, o sea los que contiene el padrón de la provincia: 341.346.
El domingo la Alianza capturó el 19% y el Partido Justicialista el 14.
El 33% de los votos habilitados, cuando en los comicios legislativos de 1997 conquistaron el 56%.
Así, la primera conclusión que emerge es que la elección colocó a ambas fuerzas y sus respectivos candidatos al borde mismo del límite de la credibilidad.
Un dato que abona la degradación que va sufriendo la relación de amplias franjas de la sociedad para con la política, lo brinda el vínculo tejido en la transición entre los votos habilitados y votos útiles, o sea los que se canalizaron a distintos partidos políticos.
En las elecciones legislativas de 1983, el 80% del padrón votó a un partido político. En el "85 se redujo al 76%, nivel en que también se estacionó en los comicios del "89. Para 1993, el 73% del padrón optó por algunas de las fuerzas políticas en competencia, y dos años después, la vocación por el "sí" a este u otro candidato descendió al 71%.
No es aventurado afirmar que, hasta ese nivel, las expectativas sobre partidos y candidatos si bien se reducían, igualmente se mantenían en un rango de aceptación importante.
Pero la tendencia cambió drásticamente el domingo 14 de octubre de este año.
Siempre en la relación votos útiles-votos habilitados, sólo el 53% del padrón optó por un partido político. En este marco, hay casos realmente asombrosos de la decadencia de esta relación.
El caso del departamento Bariloche es uno de los más elocuentes.
Con un padrón de 65.200 ciudadanos habilitados para votar, sólo sufragaron 28.900, o sea el 44,3%.
En ese escenario, la Alianza logró colocar a Julio Accavallo en la Cámara de Diputados de la Nación con sólo 8.000 votos.
El 12,3% del padrón.
Un voto a su favor sobre 8 ciudadanos habilitados para sufragar.
Y en ese departamento, entre la Alianza y el partido peronista sólo llegaron al 22% del voto habilitado.
Lograron así el domingo establecer el índice de legitimidad más bajo de la provincia de Río Negro.
Lo sigue Cipolletti con el 27%.
Siempre en función de la mencionada relación, Roca tuvo el 29,4%, Villa Regina el 31,7 y Viedma el 32,3.
Y de la lectura de los números de la elección emergen otras conclusiones.
En las parlamentarias del 1997, al frente de una convergencia de partidos que no computaba al Frepaso, el radicalismo ganó las elecciones sumando 92.000 sufragios.
Ahora -ya con el Frente Grande como socio, al cual el arriaguismo le aportó según su propia declaración 5.000 nuevos afiliados, el radicalismo y su Alianza triunfaron con 64.900 votos promedio para diputados y senadores.
Y en 1997, el Partido Justicialista volvió a mantenerse en su conducta de ser segundo del radicalismo: logró 79.000 votos
El domingo pasado obtuvo 48.900 votos promedio para sus candidatos a ambas cámaras.
En fin, desbarranque de las expectativas generadas por las dos fuerzas mayoritarias de la política rionegrina.

El arriaguismo amaga con ensayar una autocrítica

Una reunión del gabinete del intendente Julio Arriaga se transformó ayer en una sesión de catarsis y autocrítica por la gran pérdida de caudal electoral que sufrió la Alianza en las elecciones del domingo. Se analizó allí que el clientelismo y algunas frases poco felices del jefe comunal terminaron actuando como "pianta votos" y cómplices de las expresiones de bronca.
Cuando fue reelegido como candidato del MPP para intendente - hace dos años-Arriaga obtuvo el 74% de los votos. Dos años después, el intendente -ya en la Alianza-, como cabeza de la lista de convencionales municipales, se llevó el 54% de los votos.
Este domingo apenas el 26% de los que fueron a votar en Cipolletti confiaron en Luis Falcó, Amanda Isidori y Julio Accavallo, "los candidatos del intendente Julio Arriaga", como se encargó de difundir la Alianza por todos los medios.
En el arriaguismo, algunos ven en los 8.784 votos nulos y blancos que se registraron en la ciudad (el 28%) un fenómeno nacional que no puede atribuirse al proyecto local y provincial de su líder. Pero no todas las voces dicen lo mismo.
El lunes por la noche, en el local del Frente Grande cipoleño, la gran cantidad de militantes que analizaron los resultados de la elección endulzaron los oídos de Arriaga con expresiones de optimismo.
Ejemplo de ello es lo que ayer le dijo a LU19 el secretario de Gobierno de la municipalidad y principal operador del arriaguismo, Alberto Weretilneck: el voto nulo o blanco "es un mensaje claro del que hay que tomar debida nota, pero hay que tener el cuenta que se trataba de una elección legislativa nacional".
Weretilneck también aseguró que el fenómeno no se repetiría si lo que estuviera en juego es el futuro de una intendencia o un gobierno provincial.
"En Cipolletti los que estaban disconformes con la política nacional no votaron a ningún partido de la oposición y sí enviaron un mensaje muy claro para el resto de los políticos", añadió.
Pero en la reunión de gabinete de ayer al mediodía, Arriaga escuchó otras voces. Algunos de sus funcionarios hablaron de la necesidad de difundir mejor las obras de gobierno, pero el debate quedó instalado cuando se habló del uso electoral de la ayuda social.
Hasta hace dos semanas, la ayuda comunitaria que se reparte en Cipolletti tenía, al menos, dos bocas: una manejada por Acción Social y otra, por la secretaría de Weretilneck. El esquema fue reformulado luego de las denuncias de la oposición.
En el arriaguismo, se señala también que fue poco feliz la declaración del intendente, pronunciada el día del aniversario de la ciudad, llamando a "dejar de llorar a los muertos", en alusión a las víctimas de los violentos crímenes. (AC)

     
     
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