Martes 16 de octubre de 2001

 

Antonio Machado revive en sus cartas

 

Casi como un diario "Antonio Machado - Prosas dispersas (1893-1936)", editado recientemente en España, descubre las facetas más íntimas del escritor español y también su intercambio con otros autores con los que tuvo contacto.

 
Madrid, (EFE).- A lo largo de casi 900 páginas, el gran poeta español Antonio Machado (1875-1939) revive sus amistades y sus amores, sus preocupaciones y sus alegrías, en centenares de cartas y escritos diversos que acaban de editarse en Madrid.
Se trata de "Antonio Machado - Prosas dispersas (1893-1936)", publicado por la editorial Páginas de Espuma con la colaboración editorial de Jordi Domenech y un completo prólogo del profesor Rafael Alarcón Sierra.
El editor ha optado con buen criterio por ordenar las cartas y escritos dispersos de un modo cronológico, por lo que el volumen -importantísimo para los estudiosos del poeta y la época en que vivió- se puede leer como una especie de diario.
Así surge un poeta preocupado por todos los acontecimientos de su entorno, tanto sociales, artísticos, políticos o económicos y la opinión que sobre ellos tiene desde sus más íntimos convencimientos éticos y estéticos.
Tal vez la parte más emotiva del volumen sean las cartas que Machado envía a su novia Pilar de Valderrama, 36 epístolas fechadas entre 1929 y 1932. Es una pequeña muestra de las más de 200 que, según la propia Valderrama, le escribió Machado, pero sirven para comprender la intensidad de la relación de esta pareja que se veía semanalmente, cuando Machado viajaba a Madrid desde Segovia.
Según el profesor Alarcón, "estas cartas se distinguen inmediatamente del resto de las que escribió Antonio Machado por sus trazos tanto temáticos como retóricos y por la constante repetición y representación de unos cuantos gestos discursivos".
Son las únicas que tienen un contenido de íntima complicidad amorosa y "amén de por un lenguaje apropiado a la expresión de este intenso contenido sentimental", destacan por su "gran extensión, regularidad, frecuencia y afán comunicativo", afirma Alarcón.
En las epístolas, Machado cuenta minuciosamente a su enamorada sus actividades diarias, los sitios que visita o por los que pasa, sus pensamientos y sentimientos. Incluso anota el día de la semana, la ciudad -Segovia o Madrid- y el momento de la jornada en que le escribe la carta, así como el lugar desde el que realiza esta tarea.
El breve tiempo pasado en común -generalmente fines de semana- se idealiza en la correspondencia que gira en torno de los encuentros. Los espacios en que ha tenido lugar su dicha son aludidos una y otra vez, convertidos en lugares sagrados donde se celebra su amor, dignos de memoria, peregrinación y conservación.
El resto de la semana, tiempo de separación, solo es resistible para Machado por el recuerdo dichoso de esos momentos y la promesa de los siguientes.
Junto a las cartas, hay escritos en los que Machado aborda asuntos tan variopintos como los toreros, el Werther, la actualidad teatral de su época, los deberes del arte y la literatura rusa.
El libro se completa con la interesante correspondencia de Machado con Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío y Gerardo Diego. También figuran cartas a su hermano Manuel y a Ramón del Valle Inclán, entre otros.
   
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