Domingo 30 de setiembre de 2001

 

Hace 69 años se suicidaba Primo Capraro

 

Por Francisco N. Juárez

  La voz corrió como un relámpago. "Se suicidó Capraro". Ese mediodía del 4 de octubre de 1932 se disparó un tiro y su gigante cuerpo -casi 130 kilos- cayó a los 57 años lejos de sus montañas. Se borró su mueca de sonrisa socarrona nacida en detrás de los anteojos antes que en los labios asomados a pelambre canosa del bigote y la prolija barba. Era una boca más dispuesta a articular órdenes o sentenciar disposiciones de pionero absoluto. Pionero respetado a pesar de que no todos le alababan, pero que nadie podría haber imaginado a aquél Bariloche sin su formidable empuje, ni el progreso que este italiano le impregnó.
Hubo congoja porque nadie negaba su liderazgo empresario y social desde sus primeros años en la región y de los muchos otros que había consumido en sus empresas y proyectos, además de encabezar siempre la Comisión de Fomento, por lo menos hasta 1929.
A la mañana siguiente La Nación –del que había sido corresponsal- lamentó su muerte con extensa nota evocativa y el obituario de La Prensa incluyó una foto del rostro macizo, de manera que muchos amigos de Buenos Aires y aún los funcionarios porteños que lo vieron aparecer para exigir decisiones o escucharon sus reclamos cuando ellos mismos "bajaban" a extasiarse con las bellezas sureñas, entraron en duelo. Es cierto que no era el mismo Capraro. La crisis financiera de 1930 lo había alcanzado. El comicio del 2 de marzo de ese año -ordenado por un decreto nacional que también demarcó el ejido que le correspondía a Bariloche-, le había relevado de sus mayoritarias adhesiones. El escrutinio definió que el cuerpo municipal lo encabezara Rubén Fernández, un cordobés que también como Capraro había conocido San Carlos ya en 1902 y ganado prestigio como encargado del correo hasta el año 6. Entonces Fernández fundó su casa de ramos generales y hasta fue reverenciado juez de paz entre 1908 y 1910.
Capraro igualmente integraba el cuerpo municipal al tiempo de su decisión fatal, juntamente con Evaristo Gallardo, Julio Comenzaña y Benito Crespo. Pero convencido de que sólo con la llegada del ferrocarril al lago -tantos años la punta de rieles alejada de su verdadero destino- se sellaría el progreso de Bariloche, arrastraba desde 8 años antes las penurias como contratista de los terraplenes del ferrocarril al lago. Tironeó de los rieles con tal vehemencia que agotó primero sus reservas financieras, porque adelantaba capital propio y el Estado Nacional retrasaba el pago de las certificaciones de obra. Su sentido del honor hizo lo demás.
Durante los primeros años de su muerte familiares y vecinos se acostumbraron a congregarse cada 4 de octubre en la plazoleta con el busto del escultor Oliva Navarro emplazado en 1933 para el primer aniversario.

De los Alpes a los Andes

Capraro había nacido en 1873 en Belluno –Castión- de los Alpes Julianos (algunas notas de la época dicen "este veneciano" y lo dan como nacido en 1875, pero es cierto que Belluno no está lejos de Venecia y pertenece al Cadore del Véneto). Se asegura que siguió cursos de construcción en la escuela industrial de Belluno y forjó su convencimiento avasallador en el servicio militar como pontonero, quizás en la región de Bolzano. Muchos de quienes lo conocieron han testimoniado que se enamoró durante un viaje –en la termal Baden– de quien sería su esposa (Matilde) y que procuró financiar los esponsales y el primer tramo de vida marital luego de "hacer la América". Apuntó a México pero llegó a Santiago de Chile, pasó a Mendoza y bajó como buscador de oro hacia el gran lago. Juan Martín Biedma sostiene que llegó a Correntoso el 4 de abril de 1903 con su amigo Federico Baratta y es posible que para entonces Capraro estuviera en su segundo viaje, ya que un buen tiempo permaneció en Mendoza, donde también hizo trabajos con un hermano. (Don Diego Niel decía que ese hermano se llamaba Secondo, "porque en la familia numeraban a los hijos", pero hay registros con otro nombre). El trabajo en Mendoza estuvo relacionado con la construcción de los ferrocarriles. Lo corrobora una carta que el gerente de la estancia Leleque Carlos Hackett dirigió el 11 de febrero de 1904 al Administrador de la vulgarmente llamada "compañía inglesa", ocasionalmente en la estancia Pilcañú como la designaban los ingleses a Pilcaniyeu. Luego de avisarle que aún no había contagios de aftosa entre los planteles de Leleque y de la inminente llegada a Ñorquinco del gobernador chubutense Lezama (que también visitaría Nahuel Huapí), señalaba que "aquí está un colono italiano del lago llamado Capraro buscando contrato de albañilería para su hermano, quien según cartas de introducción, es inspector de albañilería del Ferrocarril Andino…".

Carintería para ingleses

Los ingleses le encargaron a Capraro numerosos trabajos de carpintería y construcciones diversas, ya que simultáneamente el italiano estaba ocupado de la construcción de casi todas las primeras viviendas de Bariloche. Creció como empresario y se asoció para formar la Compañía Comercial y Ganadera Chile Argentina, de manera que removió lo obsoleto de esa empresa que languidecía junto al lago. Remontó la carpintería fue tan potente como la flota que armó para surcar el gran lago además del Correntoso y el Espejo. Fue el mejor impulsor del turismo inicial y el referente de todo viajero de importancia, por lo que quedaron testimonios diversos de su personalidad vigorosa. Felix San Martín lo retrató por su impulsivo genio en una nota que despachó desde Quila Chanquil en pleno invierno pero que publicó el suplemento de La Nación recién el 23 de setiembre de 1923. El narrador, luego de describir la belleza del paraíso sureño, atacaba la falta de caminos aptos que hacía perdurar la región como un paraíso escondido, quizás sólo con posibilidades de liberarse con gente predestinada. "Bariloche tiene su hombre: don Primo Capraro, veneciano con más de veinte años de residencia en el lugar. Es un tipo humano interesantísimo. Figura reciamente masculina, que predispone en su favor desde el primer momento", describió el cronista. Suponía que biografarlo era escribir la historia barilochense de las dos últimas décadas –hasta entonces- y para lo que ensayó una línea biográfica. Ella relata la lucha inicial de Capraro contra un lugar salvaje "hostilizado por la voracidad de una compañía que se ha adueñado de centenares de leguas de campo feraz y de bosques riquísimos". Por ejemplo el día que el italiano descubre a una cuadrilla de hachadores dispuesta a cortar los árboles de su propio lote otorgado por "la ley hogar", va a buscar en su rancho una carga de dinamita para acompañar la advertencia de que esos árboles son suyos y que "al primer hachazo volarán todos". Otro día frena el tendido de un cerco de postes ya plantados que desentierra y aguarda el regreso de otra cuadrilla apoltronado con una carabina. Otra vez lo desafían tras una yerra en un campo vecino a montar un potro que alguien piala y apenas lo sujetan Capraro aborda al pingo de un salto, pero a su vez le sueltan la yeguada campo afuera y el italiano corcovea también en fuga no querida. No se les despegó a las yeguas de tozudo que era –quizás porque el animal lo sentía como un Rodas que lo aplastaba- y la tropilla se volvió convencida que el gigante la arriaba. El jinete retornó como un centauro peninsular, entonces consagrado héroe entre el gauchaje. El dueño de la estancia le dijo que por esa valentía podía pedirle cualquier cosa. "Ese perro echado", señaló Capraro que fue padre protector de Luisa (finalmente a cargo del hotel en Bahía López) y Francisco (igual del Correntoso). Se lo dieron. Lo bautizó Chacabuco y fue fiel compañero hasta que se ahogó en el río Chubut "en uno de mis viajes". La crónica también decía de Capraro que "es hombre ilustrado", que no duerme por todo lo que hace y además lee. Por su entusiasmo por la región subía el tono de "su verba sonora" de un castellano "lleno de eses". Es cierto. Otto Meiling contó a quien esto escribe, que decía "mi hijas Luisa..", y también usaba alguna diplomacia para manejar enojos o reproches: "Ahora Capraro fabrica esquís" se molestó cuando descubrió que fuera de horario, Otto, que era su empleado, comenzó a cepillar pioneras tablas para la nieve de lo que pomposamente llamó Fábrica de Esquís Tronador.
Continuará

fnjuarez@interlink.com.ar

Sociales de esta semana

• Así como los premios de esquí de las carreras corridas en el cerro Ventana de 1938 se dieron en el hotel del señor Wechler en el lago Gutiérrez, los de la temporada del CAB se entregaron el 30 en el hotel Bellevue, previa película de esquí filmada en la temporada.
Estaban los ingenieros Frey y Mignacco y sus esposas, igualmente acompañados los médicos Clement y Neumayer, Luis Peirano (comerciante de artefactos electrónicos y distribuidor de la cerveza Buenos Aires) y Camilo Pefaure entre otros.
• El diario La Nación del 30 de setiembre de 1903 dio cuenta de la gira del salesiano andinista Lino Carbajal que pasó por Bariloche (donde se cree que realizó algunas ascensiones).
El 28 de noviembre y del 2 de diciembre LN aludió de su paso por Chos-Malal y su ascensión al Tromen con los señores Campos y Rocha.
• En esta semana de 1947 se cerró la investigación sobre un incendio registrado dos semanas antes.
En la esquina de Rolando casi Moreno devoró el depósito de muebles de Luis Balaban. Corrieron serio riesgo algunas propiedades vecinas incluida la imprenta de periódico Bariloche y la casa de artículos eléctrico de Luis Peirano.

   
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