Miércoles 19 de setiembre de 2001

 

Un niño con parálisis cerebral lucha contra la burocracia del Ipross

 

Necesita una silla de ruedas especial para poder desplazarse. Pese a que su vida pende de un hilo, los trámites se eternizan sin solución.

  SAN ANTONIO OESTE (ASA)- Juan Ignacio Grandoso, un chico de 9 años afectado con parálisis cerebral, necesita en forma urgente una silla de ruedas con sistema postural para poder desplazarse por su casa y por la localidad.
Sin embargo, como con cada elemento ortopédico que Juan Ignacio requiere para su evolución motriz, choca contra la burocracia del Ipross que demora la atención de las demandas de sus padres en forma reiterada y casi sistemática desde hace seis años.
En contraste con la felicidad que produce en su familia que Juan Ignacio crezca día tras día y evolucione de una manera sorprendente hasta para los médicos que lo atienden desde que nació, el desarrollo del pequeño genera complicaciones en los poco efectivos mecanismos burocráticos de la obra social provincial.
La silla fue recomendada este año y los padres de Juan Ignacio, Gabriela y Edgardo, presentaron toda la documentación correspondiente ante el instituto provincial a principios de julio.
Hasta ahora consiguieron que una fisioterapista contratada por la empresa Igualar, que construye estos artefactos, llegara a la localidad para tomar el molde preciso con el fin de que la butaca se adapte perfectamente al cuerpo de Juan Ignacio. Pero el Ipross por un lado y los médicos y los papás por otro, no se ponen de acuerdo en el chasis que corresponde para la colocación de esa butaca.
"Las autoridades del ente quieren comprar un chasis que vale 3.000 pesos menos que el que nos recomendó la fisiatra que atiende al nene. La profesional nos dijo que el que propone el Ipross no sirve porque no cumple todas las funciones que Juan Ignacio necesita", expresó su mamá Gabriela Grandoso.

Por la vida

Gabriela y Edgardo pelean para que Juan Ignacio siga evolucionando.
Han conseguido en estos años que el pequeño superara todas las expectativas en el desarrollo motriz, psicológico y corporal.
–¿Qué expectativas de vida tiene Juan?, preguntó este medio.
–Pocas, dijo su madre, con los ojos húmedos.
Gabriela y Edgardo saben que la vida de su hijo pende de un delgado hilo que puede cortarse en cualquier momento.
"Pero nosotros seguimos peleándola todos los días; nos dijeron que tal vez no pasara de los dos años y ya tiene nueve", dice Gabriela. Hasta los tres años, los Grandoso lucharon contra el mal de su hijo sin tener obra social.
El desconocimiento de la situación y un mal asesoramiento en la delegación local del Ipross les impidió contar con las derivaciones y otros servicios que afrontaron desde su ajustado bolsillo.
Luego de interiorizarse sobre sus derechos comenzaron a exigir las prestaciones que le correspondían al pequeño, pero cada trámite ante el Instituto se extendió exageradamente.
"Cuando supimos lo que tenía Juan decidimos que Edgardo trabajara y yo permaneciera todo el día atendiendo al nene", dijo Gabriela. Edgardo Grandoso es topógrafo del Municipio, realiza algunas tareas particulares y sus ingresos mensuales no superan los mil pesos.

Juan Ignacio, una criatura mágica

Juan Ignacio es una criatura mágica. Ríe en forma continua, reconoce a quien se le acerca, interactúa con sus mínimas posibilidades con los adultos y niños que le manifiestan su cariño.
Tiene apenas 9 años. Pero ya superó las expectativas de vida que los médicos habían anticipado. Es feliz, su mirada y su sonrisa constante lo demuestran. Gabriela dedicó la última década de su vida a aprender técnicas de fisioterapia, estimulación y hasta histrionismo para facilitar que Juan evolucione día tras día. Hasta ahora, con las recomendaciones de los profesionales que tratan al pequeño logró lo que nadie pensaba, a pesar de que muchas veces se encontró con palos en la rueda.
Los trámites ante el Ipross hicieron que se demorara un año y dos meses la llegada de un bipedestador, un aparato que permite que Juan Ignacio permanezca de pie durante unos 40 minutos por día. Para para cada gestión ante el instituto el matrimonio Grandoso tuvo que lidiar contra continuas vallas burocráticas. Ahora Juan necesita su nueva silla porque creció y la que tiene no favorece su evolución corporal. "Para el Ipross lo mejor es que un paciente se cure rápido o se muera, los crónicos son como una brasa caliente en sus manos con los que no saben qué hacer", sostuvo la mujer.
"Mientras él esté bien clínicamente podrá seguir evolucionando", dice la mamá. Ella sabe que cualquier virus puede producir una explosión cerebral que ponga fin a lo que con tanto esfuerzo vienen cuidando desde que Juan Ignacio nació. "La lesión cerebral es muy grave, pero Juan avanzó mucho más de lo esperado", expresa Gabriela. (ASA)

Foto: Juan Ignacio tiene apenas 9 años y pese a sus dificultades se lo ve feliz. Ríe continuamente e interactúa a su modo con adultos y niños que se le acercan.

   
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