Domingo 16 de setiembre de 2001 | ||
|
"Es difícil haber nacido en el cuerpo equivocado" |
|
Desde hace diez años ejercen la prostitución. Desde que tienen conciencia, se sienten mujeres pero en cuerpos de hombres. Dos travestis de Roca hablan de las parejas y de la soledad. |
||
La silueta se recorta en una esquina mal iluminada. Un auto se acerca despacio y estaciona. Se abre la puerta del acompañante y la joven dice "hola, cobro 20 pesos y soy travesti". Generalmente la cita se concreta en sectores "establecidos". Las paradas de los travestis suelen estar en un sector y el de las prostitutas en otro. Es decir que quien busca una oferta sexual, no se sorprende con la aclaración. Pero a principios de la década del "90, cuando los primeros travestis comenzaron a ejercer la prostitución en las calles de Roca y en gran parte de las localidades del Alto Valle, las reacciones eran muy distintas. "Fue muy difícil. La gente no estaba acostumbrada a ver travestis ni prostitutas en la calle como ahora. Tenías que estar sí o sí en un lugar bastante oscuro. Si sabían que eras travesti, generalmente te insultaban o pasabas un mal rato. En esa época no sólo me tuve que ganar la calle, sino también el respeto. Pero me acuerdo que cuando empecé fue una verdadera revolución", asegura Carla, uno de los primeros travestis que trabajó en Roca. "Ahora la situación cambió. Voy a todos lados y en ningún lugar me cierran las puertas. Pero ganarme un lugar me costó. Con el tiempo pude demostrar que siendo travesti, podés ser más gente que muchos. Alguien puede ser muy hombre o muy mujer, pero una basura como persona", asegura. La forma de vestirse tiene, para Carla, mucho que ver con el respeto que se gana. "Algunos travestis muestran todo, y para mí está mal. No hace falta estar totalmente desnuda. Podés estar bien vestida, sugerir sin mostrar, y sos más sexy. Pero muchos no lo entienden así", dice. Piú tiene su esquina frente al canalito, y asegura que el tema de evitar el rechazo "tiene que comenzar por una". "Para que no te rechacen, tenés que empezar por no rechazarte vos misma. Lleva tiempo. A algunos gran parte de su vida y otros no lo asumen nunca. Desgraciadamente nacimos en un cuerpo de hombre. Es decir, un cuerpo equivocado. Cuando te empezás a formar, te da mucha bronca y es difícil asumirlo". Piú empezó a ejercer la prostitución hace más de diez años, aunque los primeros ocho los hizo en Neuquén, y luego volvió a Roca. Por aquella época alternaba la calle con los estudios. Tras la escuela primaria, llegó el secundario, y finalmente un curso de peluquería cuyo diploma guarda orgullosa. Es el as en la manga para el día de mañana. "Con eso espero ganarme la vida más adelante", dice. Como todas quienes ofrecen su cuerpo a cambio de dinero, tienen que estar siempre de buen ánimo. "El que puede llegar a tener problemas o preocupaciones es el cliente. Una tiene que estar radiante. A veces tenés miles de dramas, pero a la hora del trabajo quedan a un lado", dice Carla. La época más difícil es el invierno. Las temperaturas bajo cero o la lluvia no perdonan y calan hasta los huesos. "Te tenés que cuidar muchísimo. No te podés enfermar. Tengo una casa que mantener y el dinero lo preciso. ¿Cómo hago si tengo que estar cinco días sin salir a trabajar? La verdad es que el invierno es una tortura", reconoce. El tema de las esquinas o paradas es una parte fundamental de los códigos que manejan travestis y prostitutas. En Roca parecen estar los límites bien marcados. Sin embargo, quien tiene una esquina, la defiende como tesoro. "Nos costó mucho ganarnos las paradas. Hemos caído en cana, porque siempre caemos primeros (en relación con las prostitutas)", asegura Piú. "Yo no tuve muchos problemas porque trabajé en whiskerías y en la calle alternadamente. Cada una tiene su parada y se respeta. Yo no molesto a nadie, pero a mí que no me molesten. Por ahí se quieren parar al lado tuyo y no es así, no las dejo", agrega Carla. El nivel socioeconómico de los clientes es variado, aunque la mayoría responde a la clase media. "Algunos clientes te pagan, pero no para tener relaciones. Lo único que quieren es hablar, que los escuches. Es como que vienen a descargarse de sus rollos. Para una resulta un poco extraño, porque a la hora del trabajo somos un objeto sexual. Todo el que te mira es para hacerte algo. Sin embargo hay casos como los anteriores", cuenta Carla. El frío empieza a apretar en Roca. Un auto que se acerca, y parte con Carla o Piú con rumbo desconocido. En el auto viaja también la ilusión de llegar a fin de mes para pagar las cuentas y si se puede, que algún objetivo anhelado empiece a tomar forma. Tal vez Piú pueda empezar a comprar los elementos para poner su peluquería. Tal vez Carla pueda juntar la plata para tener aquella tienda que tanto desea. Tal vez sea una historia parecida a la de los cerca de veinte travestis que trabajan en Roca. Mientras tanto, el frío sigue apretando. Hugo Albizúa El riesgo siempre está latente En los tiempos que corren, la palabra inseguridad pasó a ocupar un lugar más que importante. Y los riesgos se potencian en una actividad como la prostitución callejera, en la que quien ofrece su cuerpo se sube con un desconocido sin saber lo que puede pasar. Una regla que es de oro Además de la posibilidad de un asalto o algún acto violento, quienes ejercen la prostitución callejera son concientes que si no se toman los recaudos necesarios, el mayor peligro al que están expuestos es el sida. Una infancia nada fácil Para cualquier adolescente tiene que ser muy difícil asumir que se siente atraído por su mismo sexo. Pero debe serlo mucho más cuando el tema se toca por primera vez con los padres. |
||
® Copyright Río Negro Online - All rights reserved
|
||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación |
||
|