Sábado 8 de setiembre de 2001
 

El duro oficio de marinero

 
  Los tripulantes tienen una vida muy dura, no sólo por el rigor de la labor, sino por el largo período que permanecen lejos de sus hogares. Los embarques son en enero y muchos de los marineros recién vuelven a ver a sus familias cuando termina la temporada en setiembre u octubre.
"Este es mi último embarque, no me pude acostumbrar", confiesa Abel, el ayudante de cocina que en tierra era soldador y que decidió subir a un barco para hacer diferencia económica. "No es lo que me imaginaba, extraño mucho y el dinero no es tan importante", expresa con cansancio.
Su compañero, el cocinero Aníbal, lo mira con una sonrisa: - "¿sabés cuántos dijeron lo mismo y una vez que le agarraron el gustito no se bajaron más?". Aníbal hace diez años que está en la pesca y va a seguir hasta jubilarse aunque reconoce que la vida es difícil.
En cubierta trabaja el contramaestre Miguel, un chaqueño eficiente que aprendió los secretos de los poteros en un barco taiwanés, recorrió mares y hasta vivió un naufragio cerca de las Islas Malvinas. Lo acompañan, el "Bocha", un experto de cubierta con 8 años en la pesca en poteros, José Luis y "El Gato", un chico de 20 años que trepa a las parrillas como quien camina por una vereda. En sala de máquinas trabajan cuatro mecánicos, mientras que la tripulación, en la que hay representantes de las distintas provincias argentinas, se completa con los 13 operarios de planta, el capitán y Víctor, el primer oficial. Se sumó en San Antonio un observador de la Dirección de Pesca.
El "Gloria del Mar I" tiene 56 metros de eslora. Fue construido en Corea y luego comprado por una empresa argentina. Es firme en su navegación y cómodo para el descanso. En los ratos libres los tripulantes juegan al truco, miran videos en el comedor o pescan. Pero el trajín los obliga a permanecer la mayor parte del día durmiendo, porque en los poteros la noche está hecha para trabajar.

Foto 1: El capitán Julio Ballestrín del "Gloria I", bajo las potentes luces noctur-nas.

Foto 2: Aníbal y Abel, los cocineros y artífices de momentos gratos.

   
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