Miércoles 26 de setiembre de 2001

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La nueva guerra: Refuerzan controles en represas y fronteras

 

La SIDE duda de que en la Triple Frontera haya hoy terrorismo islámico

 

El gobierno envió un comando de Gendarmería para redoblar el control en la zona de Puerto Iguazú. Pero los expertos en inteligencia dicen que los grupos terroristas ya abandonaron la zona ante la superpoblación de espías de los distintos servicios secretos.

  BUENOS AIRES (ABA)- En medio de un áspero debate sobre el grado de la vulnerabilidad argentina, Fernando de la Rúa resolvió ayer el envío de un comando de monte de Gendarmería para redoblar los controles en la triple frontera, en la provincia de Misiones.
Sin embargo, según pudo saber "Río Negro", aunque todos los ministros que concurrieron a la reunión de gabinete apoyaron esta medida, los asesores en inteligencia -de la SIDE y de la Policía Federal- desaconsejaron incrementar la seguridad en esa zona fronteriza. "La Triple Frontera ya está bien controlada por todos los servicios de inteligencia del mundo; el gobierno debería fijar posiciones en otros lados donde se vienen detectando movimientos sospechosos del terrorismo islámico", señaló a este diario un agente de la SIDE.
La opinión es compartida por casi todos los expertos. "La Triple Frontera tiene mucha prensa últimamente, y De la Rúa manda nuevas tropas para quedar bien con la opinión pública. Pero es absolutamente innecesario y costoso", señaló el espía. Incluso la poderosa CIA, la agencia norteamericana de inteligencia, coincidiría con dicha recomendación: la zona en cuestión está "tomada" por los espías norteamericanos, que no quieren "competencia" argentina.
La denominada Triple Frontera es una región pequeña pero estratégicamente importante, porque comprende las ciudades fronterizas de Puerto Iguazú (Argentina), Ciudad del Este (Paraguay) y Foz de Iguazú (Brasil). Se trata de un área que siempre estuvo en el centro de las sospechas, pues los escasos controles estatales favorecían el contrabando y tráfico de armas, drogas y mercaderías ilegales.
En 1992, siguiendo una pista que nació en la provincia de Buenos Aires, anterior al atentado a la embajada de Israel, agentes de la SIDE detectaron algunos movimientos extraños en la enorme comunidad islámica con base en Ciudad del Este. Luego del atentado a la AMIA, Hugo Anzorreguy -jefe de la central de inteligencia durante la gestión menemista- ordenó la instalación de una base de "reunión informativa" en Puerto Iguazú, para seguir de cerca esos movimientos.
Las pesquisas pronto dieron resultado: se descubrió que las organizaciones terroristas musulmanas Hezbollá y Hamas usaban las localidades de la Triple Frontera como "centros sanitarios"; es decir: allí eran trasladados los combatientes que ya estaban identificados por el Mossad, el servicio de inteligencia israelí.
Apenas corrió la noticia, las tres ciudades fronterizas se convirtieron en un centro de operaciones de todas las centrales de espionaje, atraídas por los movimientos detectados. Un ex agente de la CIA, que ahora tiene una agencia de seguridad privada en Buenos Aires, asegura que "hay más de 300 agentes actuando en la zona, incluyendo cuadros de la CIA, la DEA, el Mossad y los servicios oficiales de Argentina y Brasil".
Según reconocen extraoficialmente en la SIDE, desde hace cuatro años decayeron los movimientos de la células terroristas del fundamentalismo musulmán, alertados por la "superpoblación" del espionaje internacional.
"Seguir operando en esa región sería suicida para estos grupos terroristas, porque ahora la Triple Frontera está muy controlada y ya no encuentran ninguna ventaja en Ciudad del Este. El Hezbollá y el Hamas tienen ahora nuevos centros sanitarios en otros lugares del mundo menos vigilados", señaló el agente de inteligencia argentino.
Este diagnóstico es compartido por la gran mayoría de los analistas de seguridad que conocen el funcionamiento de la Triple Frontera; aunque, evidentemente, el gobierno no tiene en cuenta dichas opiniones: una treintena de agentes de Gendarmería se preparan para arribar a Puerto Iguazú esta misma semana.

Gonzalo Alvarez Guerrero

Tucumán, la otra pista

BUENOS AIRES (ABA)- A mediados de enero de este año, el prestigioso diario español El Mundo publicó una investigación que demostraba el interés de Osama Ben Laden -el jefe terrorista saudí que es acusado por el gobierno estadounidenses de ser el responsable de los atentados del 11 de setiembre- de hacer negocios en la provincia argentina de Tucumán. Según el periódico de Barcelona, el traficante de armas sirio Monzer Al Kassar, de fuertes lazos con el gobierno menemista, actuó como intermediario.
El negocio consistía en la explotación de 19 yacimientos minerales en los Valles Calchaquíes, con concesiones otorgadas por el entonces gobernador Domingo Bussi. La empresa que intentó quedarse con el negocio era Imperial Consolidated Group, con sede en Londres. Según el servicio secreto español, dicha empresa sería propiedad de Ben Laden.
La justicia ibérica sospecha que el frustrado negocio de Tucumán era, en realidad, una pantalla que escondería una multimillonaria operación de tráfico de armas. Según publica la revista Noticias en su última edición, Al Kassar declaró ante el Juzgado de Marbella, y admitió que "representantes de Ben Laden le propusieron concretar un millonario negocio de armas". Pero la operación habría sido suspendida cuando se supo que estaban en la mira de los servicios de espionaje.
Al Kassar, se sabe, tenía pasaporte argentino, otorgado de forma ilegal durante el gobierno de Carlos Menem. Pero esa no era la única conexión con el terrorismo musulmán. De acuerdo con una información que dio a conocer ayer radio Mitre, Bakr Ben Laden, hermano de Osama y titular del Binladin Group International -un hólding con un capital de 5.000 millones de dólares-, compartió con Menem y el propio De la Rúa la inauguración de la mezquita musulmana de Palermo. El enorme edificio fue levantado en una terreno cotizado en 20 millones, cedido por el Estado argentino durante la gestión menemista.

Conflicto entre la SIDE y la CIA

BUENOS AIRES (ABA)- Hace tres meses, luego de una prolongada batalla en sordina, la CIA le avisó a Carlos Becerra, director de la SIDE, su intención de abandonar el país e instalar sus oficinas a Montevideo. Hasta el momento, la central norteamericana no concretó su amenaza, pero el conflicto entre la CIA y la SIDE continúa y se trató en el más alto nivel gubernamental. Poco antes de la última visita de Fernando de la Rúa a Washington, Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, le planteó al canciller Adalberto Rodríguez Giavarini la disconformidad de su país ante lo que consideró "falta de cooperación de la SIDE".
El conflicto se inició hace algo más de cuatro años, como un entredicho de espías que derivó en la suspensión de la relación entre las dos agencias de inteligencia. A principios de 1997, Hugo Anzorreguy, ex señor Cinco durante la década menemista, avisó a la CIA que un comando del Hezbollá preparaba un atentado contra la embajada de EE.UU. en Asunción. Los espías norteamericanos habrían logrado desbaratar el intento. Al poco tiempo, Anzorreguy fue condecorado en Langley, donde está el cuartel general de la CIA. Sin embargo, algo pasó en el medio. Los espías argentinos dicen que la CIA, al atrapar al comando musulmán, no aceptó liberar al infiltrado de la SIDE en Hezbollá, que había dado aviso. Los norteamericanos aseguran que el supuesto atentado era una farsa, un mero recurso de propaganda de la SIDE.

     
     
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