Miércoles 12 de setiembre de 2001

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La peor oleada terrorista atacó el corazón de EE. UU.

 

Análisis: Dos humillaciones distintas

 
  Sergei Necháiev es considerado el fundador del terrorismo ruso.
Vivió en el siglo XIX. Y escribió un libro que aquí editó un grupo de anarquistas italianos: "Catecismo de un revolucionario".
En uno de sus capítulos Necháiev dice que "en la lucha contra el poder", siempre llega la instancia en que se pierde "la fe en las palabras".
En ese momento, "la palabra solo tiene significado cuando la acción sigue inmediatamente después". ¿Qué es una acción?: "Algo que destruye algo absolutamente".
"¿Qué sensibilidad es esta?" se pregunta el especialista en terrorismo Richard Rubenstein en su ensayo "Alquimistas de la Revolución".
Y responde: "Entre otras cosas es una sensibilidad que fabrica la ilusión de "humillar" al poder, aunque no lo rinda".
Ese fue el objetivo del ataque terrorista sufrido ayer por los Estados Unidos.
Porque en los hechos, le tocaron dos símbolos muy caros para la vida e imagen del país: el poder económico - las Torres Gemelas - y el poder militar, El Pentágono.
Desde esa perspectiva el ataque "humilló" a sangre y fuego.
Pero "humilló" menos que Pearl Harbor, aquel 7 de diciembre de `41 que Franklin Delano Roosevelt definiera como "el día de la infamia".
En historia, las comparaciones no tienen ningún valor.
Pero ayer, las agencias internacionales hablaron tanto de Pearl Harbor y lo sucedido en Nueva York y Washington, que el tema merece algunas reflexiones.
* Lo de ayer "humilló" menos que Pearl Harbor porque Pearl Harbor pudo ser evitado. Hoy la historia ha resuelto muchas incógnitas y sospechas que dejó aquel artero ataque japonés. No hay ninguna razón - por caso -, para sostener como durante años se sostuvo, que en algunos pliegues y repliegues de la administración Roosevelt se sabía de lo inevitable del ataque. Y que en consecuencia se dejó hacer para ir rápido a la guerra. Pero no es menos cierto que solo una muy particular burocratización en la cadena de reacción del poder militar estacionado en la isla, sumada a una insólita carencia de reacciones, permitieron que los japoneses consumaran la operación con eficiencia.
* La magnitud del despliegue japonés no detectado, es otro de los parámetros que hacen que ese ataque sea más "humillante" que el perpetrado ayer. Porque es muy distinto movilizar 40 buques y 250 aviones - con todo lo que a masa y ruido ello implica -, que secuestrar un avión en el aire y enfilarlo rumbo a una torre. Y esto es así aún admitiendo la complejidad y pericia que requirió toda esta operación. Es muy diferente el combate con un enemigo que viene en escala en procura de una guerra convencional, que el que plantea y protagoniza el terrorismo desde el sigilo y la audacia.
Estos son sólo dos de los parámetros que definen el grado de "humillación" de uno y otro caso.
Y que ayer, muchos analistas no supieron distinguir.
     
     
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