Sábado 1 setiembre de 2001

 

La ONU intenta destrabar la crisis de refugiados

 

El ACNUR media entre Australia, Indonesia y Noruega.

  Sydney/Ginebra/Oslo (dpa).- El conflicto en torno de los refugiados que se encuentran a bordo del carguero noruego "Tampa" en aguas australianas podría ser resuelto, tras seis días de espera, mediante una fórmula de compromiso que podrían aceptar los países implicados.
Bajo la mediación del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) se reunieron ayer en Ginebra representantes de Noruega, Indonesia, Australia y Nueva Zelanda.
Los delegados interrumpieron hasta hoy las conversaciones, pero habrían llegado a un acuerdo el "principio de repartir la carga" en torno del destino de los refugiados de origen afgano y ceilandés, indicaron fuentes de la organización.
"Creo que pronto encontraremos una solución", dijo el ministro del Exterior noruego, Thorbjorn Jagland, quien además consideró que la actitud del gobierno australiano es "muy positiva y amistosa".
La propuesta incluye el reparto de los 460 inmigrantes entre Australia, Noruega y Nueva Zelanda. Oslo exige sin embargo que como primer paso, Australia se haga cargo de los refugiados, que se encuentran a cuatro millas náuticas de la isla australiana de Navidad.
ACNUR propuso un plan de tres fases: como primer paso los inmigrantes, que fueron rescatados en alta mar por el barco noruego el domingo, deben ser trasladados a Navidad. El portavoz Ron Redmond señaló en Ginebra que "por motivos humanitarios lo primero que hay que hacer es sacar a esa gente de la nave".
Luego ACNUR se ofreció a comprobar quién puede ser admitido como refugiado político, después de lo cual éstos podrán viajar a terceros países dispuestos a admitirlos.
Funcionarios de Canberra indicaron que Noruega se ofreció a recibir a algunos de los inmigrantes, luego de que Nueva Zelanda hiciera lo mismo.
La crisis comenzó debido a la negativa de Australia de acoger a los refugiados como forma de enviar una señal a los traficantes de personas que trasladan inmigrantes hasta sus costas.
Los afganos y ceilandeses iban a bordo de un barco indonesio, pero éste comenzó a zozobrar y el "Tampa" los recogió. Luego el capitán noruego se vio obligado bajo amenazas de los refugiados a dirigirse en dirección a Australia.
Mientras tanto, el embajador noruego en Australia, Ove Thorsheim, pudo abordar ayer el "Tampa" para hacerse una idea en persona de la situación. Luego indicó que el barco puede seguir anclado donde está hasta que se encuentre una solución.
Australia retiró entretanto su reclamo de que sea Indonesia el país que reciba a los inmigrantes.
Por su parte, Timor Oriental manifestó que está dispuesto a aceptar temporalmente a los refugiados, según aseguró ayer José Ramos- Horta, responsable de relaciones internacionales en el gobierno provisional timorense de la ONU.
Sin embargo, Ramos-Horta pidió garantías para que los refugiados terminen abandonando Timor Oriental y que la comunidad internacional corra con los gastos para su atención.
Por su parte, el responsable de la administración provisional de la ONU para Timor Oriental, Sergio Vieira de Mello, opinó que permitir la entrada de los refugiados quizás no sea la mejor opción, en vista de los problemas internos que actualmente enfrenta esta antigua colonia portuguesa.

Freno a la inmigración

La negativa de Australia e Indonesia a acoger a los inmigrantes ilegales a bordo del buque noruego "Tampa" pone una vez más de relieve el problema de la inmigración ilegal en el sudeste asiático, agravado por la desaceleración económica mundial.
Los países del Pacífico y los más desarrollados del sudeste de Asia han aumentado las restricciones a la entrada de inmigrantes y a sus políticas de asilo. Estas restricciones, afirman, tienen como objetivos principales proteger el empleo nacional y asegurar su estabilidad económica y social. El Ministerio de Trabajo de Singapur recordó la semana pasada, en un comunicado, que los empresarios que proporcionen trabajo a inmigrantes ilegales afrontarán el peso de la Justicia, con el pago de elevadas multas y penas de cárcel por períodos de seis meses a dos años.
En la fronteriza ciudad malasia de Johor Bharu se apiñan miles de personas, procedentes en su mayoría de las vecinas islas indonesias, y que llegan en frágiles embarcaciones con la esperanza de trabajar en Malasia o de cruzar la frontera hacia el próspero Singapur.
Pero Malasia, que consigue evitar la recesión gracias al mantenimiento de los precios de materias primas como el petróleo y el aceite de palma, ha declarado una guerra sin cuartel a los 600.000 inmigrantes ilegales indonesios en su suelo, a los que atribuye el aumento de la criminalidad.
     
     
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