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Para alivio no sólo del gobierno nacional sino también de los conscientes de lo que significaría para el país un colapso incontrolable, en los días últimos han surgido algunos motivos para pensar que luego de más de medio año de estar al borde del "default" la economía ha empezado a recuperarse. Han aumentado notablemente los depósitos bancarios, las tasas de interés se han reducido, la caída de la recaudación impositiva de agosto fue menor a la prevista, el campo está por producir una cosecha récord y el ministro de Economía, Domingo Cavallo, pudo anunciar que tanto en julio como en agosto se cumplió con el déficit cero. Si bien el panorama dista de ser idílico, con tal que el gobierno siga manejando la economía con rigor, el país podría continuar mejorando sin que sean necesarias más medidas traumáticas hasta salir de la zona de peligro, por mucho que dicha posibilidad decepcione a los que se han comprometido con el fracaso por razones especulativas o ideológicas.
El futuro de la recuperación todavía incipiente dependerá en buena medida de la seriedad de los encargados de manejar la economía. De difundirse la seguridad de que éstos no se permitirán influir por el clima político preelectoral y, es de suponer, poselectoral también, sino que se concentrarán en su trabajo privilegiando la realidad, el país podría salir de su situación actual con cierta rapidez. En cambio, si se apuran por aprovechar políticamente los logros que se produzcan, la economía no tardaría en recaer en el pozo al cual podría estar por sustraerse. Claro, por tratarse de un gobierno muy aislado que a cada momento se ve aconsejado a ceder a fin de conseguir más apoyo político, las tentaciones serán muy fuertes, pero acaso sea capaz de resistirlas precisamente por entender que ya no le será dado reconciliarse con el "ala política" supuestamente oficialista o pactar con la oposición peronista.
Mientras la UCR y el PJ no hayan renovado por completo sus respectivas "doctrinas", al país le será necesario acostumbrarse a ser gobernado por "técnicos" que, entre sus otros deberes, tendrán que servir de blanco de los dardos venenosos disparados por demagogos. La hipotética alternativa de un gobierno popular que se inspirara en el pensamiento económico del grueso de la clase política nacional sería sin duda muy democrático, pero no podría funcionar porque, como es notorio, por ahora la mayoría de los políticos se niega a hacer frente al hecho desagradable de que los recursos de todo tipo sean sumamente escasos. Por fortuna, muchos peronistas, radicales y otros saben muy bien que es así, razón por la cual no les interesa para nada la idea de reemplazar al gobierno del presidente Fernando de la Rúa por uno dispuesto a probar suerte con las panaceas que con tanta vehemencia insisten en reivindicar.
Si los gobiernos de los países económicamente exitosos tienen una cosa en común, ésta es la voluntad de manejar sus finanzas de manera muy rigurosa, oponiéndose sistemáticamente a los planteos de políticos que, por los motivos que fueran, se propongan hacerlo según criterios "sociales". Es que sin una base financiera muy sólida, ninguna política "progresista" será sostenible en el tiempo, motivo por el que países tan célebres por su conservadurismo fiscal como Suiza y Alemania son incomparablemente más igualitarios que aquellos que, como el nuestro, se han dejado dominar durante décadas por personajes al parecer convencidos de que irresponsabilidad es sinónimo de solidaridad y que, en base a este principio infantil, han creado divisiones sociales y económicas tan profundas que son muy limitadas las perspectivas de que sean reducidas en los próximos años. Ya que el gobierno delarruista ha perdido para siempre el apoyo "orgánico" de la UCR y del Frepaso, por fin puede darse el lujo de dedicarse a su tarea fundamental de administrar al país con sensatez. Además, de verificarse relativamente pronto la recuperación que acaso esté comenzando a insinuarse, contribuiría a que su sucesor -que con toda seguridad no será radical- inicie su gestión con el propósito de desempeñarse con eficacia aún mayor, ahorrándose así un período de aprendizaje que le resultaría muy pero muy costoso. |
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