Domingo 23 de setiembre de 2001 | ||
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Argentina está en la elite mundial de la Copa Davis |
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En un maratónico partido, el doble Cañas-Lobo liquidó el pleito con Bielorrusia poniendo un inapelable 3-0. |
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CORDOBA (DyN, Enviado Especial) - Y una primavera, por fin, cambió la historia. Se destrozó el maleficio del ascenso. El court central del Córdoba Lawn Tennis estalló de alegría. La fiesta por la vuelta de Argentina al primer mundo del tenis tuvo más de cuatro mil invitados. El festejo comenzó con una volea de revés de Vladimir Voltchkov que murió en la red para que Guillermo Cañas y Luis Lobo se tiraran de cara al cielo. Arriba de ellos, quince segundos después había doce personas, entre ellos Franco Squillari y Gastón Gaudio. Estaban festejando el tan ansiado ascenso. El merecido ascenso del equipo argentino al Grupo Mundial de la Copa Davis. Había terminado una lucha que, en los papeles, parecía desigual. Argentina metía un 3 a 0 inapelable en la serie, espectacular, lleno de adrenalina. Cañas y Lobo vencieron a Voltchkov y Max Mirnyi por 6-7 (7-9 en el tie break), 7-6 (7-5), 7-6 (7-3), 4-6 y 6-4 en cuatro horas y 33 minutos de juego. La entrega fue estremecedora... Lobo se subió a la silla de un juez de línea para alcanzar a darle un beso a su esposa y a su hijita, María Jesús; Cañas, mientras todos festejaban, fue solito a una silla a llorar. Guillermo termina un año sin igual y, por sobre todas las cosas, cierra la herida abierta desde el "99 con el "Desastre de Caracas", aquel partido de ciencia ficción que perdió con el venezolano Ruah. En otro sector bailaba Gaudio, que fue a buscar a su madre a la tribuna (su papá quedó en Buenos Aires porque se pone nervioso y camina por las paredes). Squillari se encargó con los botellones de champagne de empapar a todos y, por último, antes de la vuelta olímpica, todos llevaron en andas a Franco Davín, quien serie a serie aprendió a ser un muy buen capitán. El partido empezó frío, sin ritmo. Era pum, pam y punto. En ese contexto los visitantes se sentían muy cómodos y rápidamente tomaban ventajas de 4-1 y 5-2, ya que habían quebrado el saque de Cañas en el cuarto game. Argentina estaba sin rumbo. No jugaba bien, uno desde la tribuna pegó el grito: "Davín, poné a Bati". Abajo, contra el gigante y el sacador, Cañas y Lobo iban entrando en sintonía. Se la jugaron en el saque de Mirnyi en el noveno juego, le quebraron, ni más ni menos, las devoluciones volaron bajo, casi al ras del polvo de ladrillo, el viento jugó a favor, se recuperó el break y luego, Lobo, sacando bárbaro, dejó a la dupla de Belarús en cero. El resto del partido fue terrible. Parecía que Argentina ganaba con comodidad, pero los visitantes reaccionaron y la alegría se volvía tristeza. Pero llegó el último set. Allí Cañas y Lobo sacaron a relucir su categoría, su temple para escribir una vez un momento glorioso para el tenis de la Argentina. Voces. Un sueño que se hizo realidad |
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