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Las últimas siluetas en la mente de Celia Cruz el día en que abandonó para siempre Cuba serán las más cotizadas cuando quede de ella sólo el eco del recuerdo.
Se sabe que Celia Caridad Cruz Alonso transitó todas las fronteras posibles para convertirse en la "Reina de la Salsa" y embajadora de la música cubana en el mundo, un lugar indiscutible fuera de su tierra.
Su última fotografía interna que tomó de la isla hace unos cuarenta años estuvo acompañada con una típica despedida de ron y de son. Una leve brisa que meneaba las hojas de algunas palmeras, unas cuantas lágrimas y a lo lejos la arena. Allí comenzaba a desaparecer de la vista su tierra, era el último adiós a Cuba. El comienzo de un futuro entonces
fue atravesar el más allá, ese lugar prohibido para los músicos navegantes que se llamaba Estados Unidos.
Allí la esperaba New York, sí, la otra cara del régimen dictatorial castrista donde hizo sus primeras armas
al ritmo lento del exilio.
"Esto también es hermoso, tan bello como Cuba", habría dicho. Como expresaron también los músicos del Buena
Vista Social Club cuando aterrizaron en Broadway
a buscar el Grammy en el "99.
Como otros artistas de habla hispana, carga con el peso de ser embajadora en el país del norte. Quizá como Antonio Banderas o Salma Hayeck, que lograron seducir a productores de Hollywood.
Parece inexorable que la geografía física y social de Cuba se encargue de parir a cantores y bailadores, como un semillero de interminable talento y destreza, comparable a las generaciones de futbolistas sudamericanos que nacen sólo para ganar.
Celia Cruz pertenece al relato desde el exilio de la vieja trova de música cubana, y no por eso menos autóctona.
La habanera nació un 21 de octubre de 1924 en Santos Suárez, tal vez la barriada más humilde de la capital cubana. Antes de que la salsa invadiera con su ritmo cada recóndito punto del país latino en donde germinó la primera revolución socialista, las viejas guaracheras y las rumbas nocturnas que se prolongaban hasta el amanecer en los cabarets de la isla.
En esa sana costumbre, nació, se educó y eligió cantar desde muy temprana edad Celia Cruz. Tanto talento desinhibido la llevó a cantar en las fiestas de la escuela y el barrio, y luego en los concursos radiofónicos.
Celia es un emblema de los sonidos latinoamericananos. Recorrió géneros y generaciones hasta instalarse definitivamente en la industria musical de los noventa.
Recibió en doce oportunidades las nominaciones a los Premios Grammy que ganó por primera vez en 1989.
Tiene tres doctorados Honoris Causa de las universidades de Yale, Florida International University y la Universidad de Miami. Su imagen apareció en la pantalla grande en unas 10 películas, como The Mambo Kings and The Perez Family, como las últimas.
En la década de oro del "50, dominó los escenarios y radios de Cuba como la cara visible de la legendaria orquesta Sonora Matancera, su primera formación exitosa que logró recorrer México y Venezuela y otra parte de Latinoamérica. Después su historia se dibujó al lado de Tito Puente, con quien grabó ocho discos. La figura de Latinos de Nueva York llevó a la reina de la salsa a conocer a otra estrella, el flautista Johnny Pacheco. Con la orquesta salsera Fania All Stars congregó a los músicos Ray Baretto, Mongo Santamaria, Papo Lucca, Pete "El Conde" Rodríguez, Héctor Lavoe, Nicky Marrero, Ismael Miranda, Cheo Feliciano, donde Celia en los "70 se asoció con su inconfundible, potente y bajo tono de voz.
Siguió escalando en lo alto de sus ambiciones e hizo grabaciones con músicos como Dionne Warwick,Patti Labelle, David Byrne, Gloria Estefan o Wyclef Jean. Su calidez y talento sobrepasaron los límites generacionales cuando cantó junto a bandas inclinadas más hacia el rock, como Los Fabulosos Cadillacs y Jarabe de Palo.
La "mulata de fuego" de casi ochenta años persiste en exponer mucho color y despliegue actoral con la danza popular arriba del escenario.
Hasta hoy tiene más de 70 CDs. Su último trabajo, "Siempre viviré" contiene una serie de homenajes como "Oye cómo va", dedicado a su íntimo amigo Tito Puente, ya fallecido, y una versión latinizada del todavía uno de los temas más bailados de pop de Gloria Gaynour, "I will survive".
Desde la Argentina la reina de la salsa es la proyección de lo que no siempre se puede acceder: la alegría "a pesar de todo". Una consigna desprolija en estos tiempos. El "Carnaval" es más una cuestión de automatismo, una reacción forzada ante los malhumores cotidianos. El "todo aquel que piense que la vida es igual/ tiene que saber que no es así/ que en la vida hay momentos malos", es inherente a lo cubano como al domingo futbolero a la Argentina. Es en ese espacio donde casi nada importa y la emoción pone vallados a lo racional.
Esta ley recrea innumerables anécdotas en las que cubanos que arribaron a la Patagonia son mirados con cierta "sana envidia". Es que sus espíritus inquietamente alegres no dejan de sorprender a seres del sur con una pasión distinta. Aquella anécdota que bien pudo haber comenzado a las 3 de la madrugada en algún pub de la región da señales de por qué Celia Cruz con casi tantos años se muestra eternamente joven.
-El mundo debería estar más lleno de cubanos, soltó la frase aquella vez el escritor patagónico.
Con una copa de vino en la mano miraba entonces a dos parejas bailar salsa. Esa coreografía fantástica en forma de círculo que disfrutan varias parejas de baile, guiadas por un líder que "canta" los movimientos. Aquel día se escuchaba el exitoso "Carnaval" de Celia, entre otros repertorios de música cubana.
-No sé a qué te referís con eso de los cubanos, le respondió un joven, sentado en la misma mesa bebiendo otra copa de tinto.
-Es algo que nunca voy a poder hacer, pero me siento bien igual.
Ahí concluyó la noche. Con la alegría de ver y la ironía de no poder. Suele pasar.
Adelante mulata, que los timbales aún no se han apagado.
Adriano Calalesina
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