Miércoles 26 de setiembre de 2001 | ||
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Guapas |
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El viejo Werther es de esos hombres a los que le corren hormigas por el cuerpo cuando ven a una mujer guapa. El "guapa" es un adjetivo de Werther. Cuenta su sobrino, el escritor checo Bohumil Hrabal, que su tío predilecto usa dos pantalones durante el verano y tres en el invierno. Buen bebedor -Werther pero también Hrabal- el viejo sabe contar historias que dejan a su audiencia con la boca abierta.
Cocina achicorias para el desayuno, desprecia las salchichas y el cotidiano sabor de lo vulgar. Bebe tinto en vasos grandes con la punta de los labios. Antigua ciencia de la embriaguez que conocen al dedillo los feligreses de Baco. Sabe Werther que el sentido de la vida se define por sí mismo en el movimiento pendular de las caderas de la dama que nos roba el corazón. Que no hay más dios que una madre ni mejor maná que sus senos. Y no se trata sólo de una cuestión de formas, copular es saludable, opina Werther, pero: "es una pena irse a la cama y buscar el olvido en el amor", aclara. Hemos visto algún Werther dando vueltas por el mundo. Con un poco de suerte la pasión despierta en nosotros, como en él, para alcanzar a ver la existencia con otros ojos. De esta manera, y no de otra, es como empiezan a correr las hormigas por la ropa interior. La muerte es un pensamiento recurrente al que la sociedad contemporánea le hace el quite viendo películas donde otros son los que matan. Verla de frente, guiñándonos el sabor del destino, no nos reconforta demasiado aunque, por contraposición, le otorga sentido a los sueños. Por un minuto, por una migaja de tiempo, algo, alguien nos dará la oportunidad de reconocer el silencio que se extiende en la lejanía. Serán esos tan mentados quince minutos de gloria. No de fama. La misma aprensión sostiene al viejo Werther. Si pudiéramos poner esta situación en cifras: ¿Cuántas veces más haremos el amor? ¿Cuántas botellas nos quedan por beber? ¿Tenemos uno o más viajes pendientes? ¿Alcanzaremos a decir te quiero mañana temprano? ¿Regalaremos un beso? ¿Permitiremos al fin de cuentas que las lágrimas nos invadan? ¿Diremos lo que nos queda por decir? Nadie tiene la sartén por el mango. La vida pasa, la vida nos lleva, la vida nos da golpes de puño y besos que quisiéramos eternos. Pero la eternidad es la mentira de los cobardes. Una hipocresía que pretende ser tónico para las quejas sin límite. Las hormigas de Werther son un buen termómetro de nuestra humanidad. Hoy mismo brindaremos por última vez a la salud de las "pibas guapas" que inspiran a Werther e hicieron lo propio con Neruda. ¿Quién esconde la llave de lo que viene y será? Ni nos rascaremos cuando aquella chica, dueña de la sonrisa más dulce de la Patagonia camine, consciente de esta picazón, por la vereda de todos los días. Nos debemos la dignidad de confesarnos habitantes de la poesía. Porque ningún acto de amor se pierde en el olvido la pasión es la única religión que aceptamos. Claudio Andrade candrade@rionegro.com.ar |
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