Lunes 24 de setiembre de 2001

 

Erase una vez en el Oeste

 
 
BUENOS AIRES (ABA).- Un concepto vale más que mil palabras. Y "Jessico", el último disco de Babasónicos -el primero fuera de la compañía Sony-, es una prueba de ello.
Sin el más mínimo aire pretencioso, con la ironía y el agudo sentido del humor que caracterizó a la mayoría de sus producciones anteriores, estos muchachos del sur de la provincia de Buenos Aires construyeron alrededor del imaginario western una obra solemne, épica y pocas veces vista por estas tierras.
Y no sólo eso: la adicción que genera su audición ininterrumpida hace sospechar que semejante trabajo de composición no puede haber sido algo natural, espontáneo y despojado de toda búsqueda intencional.
A alguno de sus seis integrantes se le tiene que haber ocurrido conscientemente fundir en la procesadora babasónica los discos clásicos del fabuloso Ennio Morricone, las gloriosas melodías vocales de los primeros Stone Roses y el glamour revoltoso de los New York Dolls para dar forma a 12 canciones propias de un nivel prácticamente inigualable dentro del rock nacional.
Si no, es imposible explicar el origen de una composición como "El Loco", donde hacen navegar a la voz nasal y misteriosa de Adrián "Dargelos" Rodríguez sobre una base de guitarras acústicas, percusiones, trompetas y un misterioso instrumento chino de cuerdas que encontraron tirado en los estudios de Fito Páez donde grabaron el disco.
"Soy víctima de un Dios/ frágil, temperamental/ Que en vez de rezar por mi/ se fue a bailar/ se fue a la disco del lugar", canta Dargelos en el tema con un delicado aire Manchester.
Las influencias de Morricone atraviesan todo el álbum. En la canción "Yoli" es imposible no asociar el sonido resquebrajado de la guitarra, el tempo cabalgado de la base y el dramatismo de la melodía de la voz con el célebre compositor italiano. Y eso sin tener en cuenta la letra: "Ir de pueblo en pueblo a pleno sol/ Agotador, quebranta/ Si la muerte embosca su destino/ quiere morir en Tijuana".
El balance perfecto es quizás el tema que abre el disco, "Los calientes", una canción donde el desenfado pop se combina con la solemnidad de los coros vocales a la Morricone y los aires de inocencia del rock británico de comienzos de la década del 90.
A lo largo de los nueve restantes tracks el recurso se reproduce y se vuelve más complejo. Pero eso no impide que esas composiciones produzcan el mismo efecto de adicción. Y eso es, ni más ni menos, un resultado conceptual.
Lucas Colonna
   
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