Domingo 23 de setiembre de 2001
 

Lecturas equivocadas

 

Tan embelesado estaba, que el librero con picardía abandonó un Kamasutra a su lado.

 
a temática del sexo en la literatura popular tiene expresiones diversas. Las menos pensadas pecaban por exceso, otras por defecto y entre las dos podían confundir a más de un desprevenido.
Como contraste de las eruditas páginas que nos preceden, nuestra bibliografía sobre literatura erótica comienza con el "Consejero Social" editado en 1950, lo cual nos presenta un perfil más llano y cotidiano. Los libros de educación social aconsejaban cómo comportarse en los detalles más pequeños, pero rehuían hablar de los escarceos físicos.
"Moderno código social para el hombre y la mujer" subtitula y no sin razón. En el capítulo "Cómo conducirse en las confiterías" nos indica: "En los locales donde exista puerta giratoria, debe introducirse una sola persona en cada una de las divisiones... En el apartado de "El festejante y la festejada" agrega: "La cultura general y en particular la buena conversación cautivan a toda mujer, pues una charla amena la seduce". Aquí destaca el conocimiento de los clásicos para desarrollar un buen tema de charla, pero aclarando no intentar con los de Ríver-Boca y Rácing-Independiente.
Ya navegando en el trance de conquista recomienda "En las primeras cartas que la señorita reciba, que de ninguna manera tiene que contestar, el caballero dará a entender cuáles son los sentimientos que lo animan".
Tan detallado era este vedemécum de la vida social que estábamos morbosamente entusiasmados en llegar a la parte de... "higiene sexual en la vida marital", como suponíamos se llamaría el capítulo. De pronto las páginas se terminaron después de "Ubicación de los padrinos" y "La torta de bodas".
Si nuestra frustración fue grande, nos imaginamos cómo sería la de los sencillos hombres que seguían estos textos al pie de la letra y de pronto se quedaban sin libreto.
El ingenuo Pascual llegó al colofón. Increíblemente el libro terminaba antes de la parte que en su pago le aseguraron era la más entretenida.
Hasta ahora al pobre Pascual la literatura lo había moldeado. Había aprendido todo en manuales: tornería en la Mecánica Popular, dactilografía por correo y a ser un ciudadano respetable con este bendito libro.
Pequeño y enjuto pero con la ayuda de esos textos, escribió cartas de amor, logró casarse y de pronto estaba compartiendo la cama por primera con su consorte, un tanto extrañado al no saber qué hacer. Con la luz apagada y sin animarse a contradecir al "Libro", apagó la luz dispuesto a levantarse para ir a trabajar, ejercer de ciudadano educado y pensando que quizás el matrimonio era sólo eso.
Su sumisa mujer sólo se limitó a suspirar.
- ¡Qué tal Pascual! ¿"tricota" no? lo saludó socarronamente Arizmendi, alzando tres dedos de la mano.
Pascual sonrió sorprendido pensando en que se había puesto la polera en vez de la camisa o que Arsenal de nuevo perdió por goleada.
La enigmática sonrisa de su mujer al soltarse el corsé y los exóticos desayunos de café con leche con ensaladas waldorf y doble ración de apio y nuez hacían intrigar a Pascual. Se puso a revisar el índice del libro y contar página por página para ver si no faltaban hojas.
En el colectivo escuchaba a las señoras con especial atención y cuando hablaban sobre embarazos comentaban que estaban "de encargo", que la "providencia" que "estaban de compras" o simplemente "en estado".
Eran palabras huecas para Pascual, acostumbrado a las explicaciones claras y extensas. Intuía que seguramente algún capítulo le faltaba leer.
Decidió ir a visitar la librería donde compró el libro para pedir el tomo 2. El librero amablemente le aclaró que no había tomo dos, pero que hojeara la última edición. Era igual. Al último capítulo sólo le habían agregado "Lugar que toma la novia en el coche" y "Cortejo de niños".
Comenzó a husmear en los estantes en forma descendente. Empezó por los tomos del Dr. Benjamin Spock y terminó en los de anatomía e higiene.
Mientras giraba el libro para comprender, descubrió lo que significaban esos dibujos. Tan embelesado estaba, que el librero con picardía abandonó un Kamasutra a su lado.
Pascual se topa con aquel libro, lo abre y lo cierra como impulsado por un resorte gigante asustando a los demás clientes. Mira para todos lados y vuelve a mirar desencajado. Su rostro transpiraba, mientras en aquellas páginas los cuerpos contorsionados se conectaban de una manera que nunca hubiera sospechado. Pascual descubre nuevamente que los libros le abrían mundos desconocidos.
Se había hecho de noche y un golpe sobre su costado lo sacó de la lectura de grabados eróticos de la Edad Media. A su izquierda un corpulento sacerdote con gesto severo le colocó con firmeza un grueso libro sobre su costado.
Abrió aquel libro en cualquier lugar: "Entonces dijo Judá a Onán: "Entra a la mujer de tu hermano, tómala, como cuñado que eres, para suscitar prole a tu hermano. Pero Onán, sabiendo que la prole no sería suya, cuando entraba a la mujer de su hermano se derramaba en tierra para no dar prole a su hermano. Era malo a los ojos de Dios lo que hacía Onán, y le mató también a él" (Gen 38,8-10).
Miró la tapa del libro y casi siempre como en esa tarde miraba a su derredor. Su virginidad genital y literaria no hacía más que golpearse con cada texto y la amplitud de lo que no conocía lo llevaba de asombro en asombro.
Nuevamente el librero le había acomodado un nuevo libro. Pascual hojea un ejemplar de un tal Buckovsky y comienza a leer el cuento más inadecuado para su estado de inocencia: Una carreta de colonos atraviesa el lejano oeste. En ella, una bella mujer y su joven, trabajador y honesto esposo. Una tarde la mujer se ve sorprendida por un extraño que borracho la toma sexualmente. El esposo los sorprende y se traba en lucha con el extraño. La mujer con el rifle decide ser el juez. Apunta, dispara y su marido cae muerto. Había elegido a aquel borracho muy bien dotado que le había dado un instante de sexo salvaje.
El trago de cinismo y procacidad era sin dudas fuerte y Pascual salió de la librería mareado. El pobre había consumido lecturas como recetas, en forma compulsiva y su organismo -al igual que el de Don Quijote- ya no soportaba más sustancia literaria.
Como la sombra que inevitablemente va asociada a la luz, los libros le habían enseñado cosas pero le ocultaron otras. Pascual decidió poner su cuerpo de por medio y se dirigió al barrio.
Con el tiempo se daría cuenta de que, como bien dicen los expertos, en el sexo mejor que decir y leer es hacer y como dijo Onán puso manos a la obra, pero menos egoístamente.
Los vecinos dicen que aquella tarde el tanque de agua del techo salpicaba con sus vaivenes.
Pasaron los años y Pascual se dedicó a escribir. Con el seudónimo de Buckovsky editó un manual "El sexo después de la torta de Bodas". Es un vademécum escrito en versículos muy bien ilustrados en donde se destacan los siguientes capítulos. "Cómo ser expresivo y no caer al suelo en camas de una plaza", "Correctas expresiones de una dama al exclamar su satisfacción", "El salto del tigre comienza por la mesa de luz".

Horacio Licera
hlicera@rionegro.com.ar
   
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