Sábado 15 de setiembre de 2001
 

Guerra danzó por la paz de un mundo mejor

 

Anoche, en Neuquén, el Ballet del Mercosur ofreció un excelente espectáculo de neto corte latinoamericano.

 
NEUQUEN (AN).-El escenario con más de veinte metros de extensión y diez de profundidad, pareciera una diminuta balsa en el mar del espacio del estadio Ruca Che. Subió como una vibración de placer, de ansiada paz que borra toda sombra de angustia. Era noche de viernes. Anoche. Desde las 21.30 dos mil quinientas almas fueron congregadas por el genio de un bailarín al que aman, reconocen, respetan: Maximiliano Guerra. Por confiar en él, también le dieron carta blanca de confianza a cuanto entregó y propuso "El ballet del Mercosur", las coreografías que llevan su rúbrica y a su partenaire la chaqueña Marcela Goicochea. Y no se equivocaron, la ovación cubrió el mar del estadio y la balsa, que se hizo un gigante.
Maximiliano Guerra está en el centro con una amplia textura en derredor que se abre en forma de corazón y cuya sección medular es él mismo. Después suspendido en diástole y sístole, suspendido en la nada intangible del aire, Guerra reverenció al doctor René Favaloro desde su inspiración coreográfica -"By Pass" que musicalizó Enrique Roel.
Pero no abrió con "By Pass", sino fue sutil en el primer acto de la suite a la que le puso el nombre de "La bayadera". Solo y sutil hasta que otras delicias con las formas de fémina de Marcela Goicoechea y todo el ballet del Mercosur vivificaron recreando una escena pletórica en ese comienzo con la música de Minkus.
Curvando el cuerpo como un arco en pleno combate; emergiendo como un dios griego tallado en mármol y ébano; surcando el espacio sostenido en la levedad de su aliento: siendo todo lo parecido a la vida vegetal o alada, a la mitología y los sueños, más sin embargo Maximiliano apenas si es un bípedo humano común y silvestre ¿común y silvestre?
Una obra de arte es ese cuerpo que se curva y no necesita más que un corazón que alimenta y la carne ensalzada y redimida en la belleza. ¿Es un ser superior, es Dios el responsable o el puro hombre-ser superior que alcanza la perfección? ¿perfección máxima a la que todos aspiran y se inspiran, se devanan y deliran en pos de lo exquisito? Maximiliano Guerra -dicen- es comparable con Nureyev, Solviev o Baryshnikov. Pero no, Maximiliano Guerra no es comparable, salvo y a excepción que se que lo quiera comparar consigo mismo. Punto
El ballet con coreografía de la chilena Hilda Riveros y música de Bromley y Lecca hizo una "Canción de cuna para despertar" (cuya resolución da pié para acotar un despertar hacia un mundo mejor, hoy más que nunca). Los intelectuales, los artistas argentinos con pies en el mundo, saben que la única forma de alcanzar -cuando todavía se está a tiempo- de desentrañar la identidad frente a una globalización vertiginosa, es hacerlo "ahora mismo, mañana es tarde". Y entonces Guerra forma su ballet con 35 talentos de Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina y pregunta ¿dónde queda la cultura sudamericana que es maravillosa?
Toma pues, como anoche, cuerpos jóvenes, moldeables que hicieron "Bailantas" del gauchaje del Río Grande Do Sul: presentadas como una nueva propuesta coreográfica; luego el cuadro "Don Juan de Zarissa y como cierre excelso los "Tangos mirando al sur" de la chilena Mora Godoy hechos por el ballet en su totalidad. Danza colectiva, la excelencia de mirar el propio ombligo del "ArteSur"

Estrella, un concierto conmovedor

NEUQUEN (AN).- La noche tuvo momentos estremecedores. De esos que sólo son capaces de lograr los grandes artistas. Así fue el recital de Miguel Angel Estrella ayer por la noche en el Aula Magna de la Universidad del Comahue, auspiciado por "Río Negro".
El público supo responder a su pasión. El Aula Magna se pobló de gente y sentimientos.
Sus dedos gruesos viajando sobre el teclado, una excepción entre los pianistas, pudieron más que la crisis y el dolor de lo cotidiano.
Las más de 300 personas ubicadas en el lugar se dejaron llevar por su calidez de persona. Otra virtud entre muchas. La misma calidez se deslizó cuando interpretó una suite de Chopin, que dejó perplejo a una pareja de jóvenes quienes sentados en la primera fila se tomaron más fuerte de sus manos al transcurrir luego una sonata de Beethoven, "Pahetique". Es que Estrella es un pedagogo de la música clásica y no tiene problemas en dar una explicación de sus piezas antes de apoyar las manos en el piano.
   
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