Miércoles 12 de setiembre de 2001

 

Tranquilo corazón

 
 
Lo real se ha vuelto un exquisito tema de discusión sobre el que nadie discute. Hace rato ya que lo posible y lo virtual dan vueltas por nuestras cabezas como esos aritos luminosos que a veces les vemos a los santos.
Pensemos que "Neuromancer", la cibernovela de William Gibson que habla de las dimensiones paralelas y las paralelas de las paralelas, se escribió hace unos 15 años. Y que "Matrix" no es más que la típica reacción tardía de Hollywood a un fenómeno consagrado.
Pero aquí no somos santos. Apenas seres de carne y sangre que en un momento de su historia creyeron intuir el límite del firmamento justo donde llegaban sus ojos y hoy, pues, no están muy seguros de si tiene alguno. Decir que el Universo se contrae lo mismo que se expande, huele a un recurso para aminorar el miedo que nos provoca una idea semejante: una enorme mancha oscura deglutiendo estrellas y personas. ¡Ay!
Después de la revelación de Galileo, las andanzas simiescas de Darwin y el descubrimiento del inconsciente por parte de Freud, la virtualidad debería ser el nuevo puñetazo a las partes íntimas del ego de la humanidad. Aunque los hombres ya están hartos de que un científico, un loco o un artista le recuerden lo pequeño que es, y lo fútil de su ambición por contener el río de la vida y la muerte.
Detrás de cada certeza, por pequeña que sea, subsiste la sospecha. Detrás de un "te amo", un ¿me engañas?; detrás de un "somos los mejores", un "¿lo seremos?" ¿Será tan así? ¿Te querrá ese tipo? ¿Y a vos esa mina? Porque ¿era el Universo una lámina quieta? No. ¿Era la Tierra redonda? No. ¿Era la mente un territorio iluminado? No.
Abelardo Castillo escribió el año pasado una novela donde confluyen la erudición y el suspenso: "El evangelio según Van Hutten". Dos de sus personajes dialogan acerca de un descubrimiento relacionado con los rollos del Mar Muerto y su incidencia en la Iglesia Católica y en el cristianismo en general. Dice:
- Usted me dijo que descubrió algo.
-Exacto. Descubrí cierto documento, demasiado inquietante para demasiada gente.
Van Hutten tiene una nueva cosa para decirnos. Algo en lo que creíamos férreamente está por hacerse trizas. Esta vez será el mismísimo Cristo. La próxima profecía tiene el rostro de un científico diciendo que vos y yo somos parte de la matriz de un computador.
La decepción es inherente al devenir. Mañana la chica de ojos marrones que estaba enamorada te dirá: "ya no te quiero". Un buen día tus hijos tomarán la mochila, y otro, vos mismo sentirás el impulso de comprar un pasaje a Islandia. Aparecerá Elvis Presley en Memphis y Dios en persona bajará del cielo para confirmarnos que no existe.
No hay más verdad que la voluntad. La entrega total -dulcemente- a pesar del que dirán. Si los otros mienten, pues allá ellos. Una confesión de amor, un poema mal escrito, una cerveza, una canción dedicada, una lágrima, serán certezas bajo la estructura que cruje. Dirás estoy vivo. Lo dirás en soledad y tranquilizarás tu corazón.
Los ángeles no pueden hacer eso.

Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

   
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