Lunes 10 de setiembre de 2001

 

Martín Caparrós crea su propio Dios

 

Con la idea de hacer un ejercicio volteriano y tratar con humor temas serios, en "Un día en la vida de Dios", su última novela, presenta a Dios como una funcionaria corporativa.

 
Buenos Aires (Télam).- En "Un día en la vida de Dios", última novela de Martín Caparrós, una "Dios" femenina, funcionaria de una corporación celeste dedicada a regentear universos, crea la tierra y se corporiza en diversos personajes de su historia con el fin de comprender mejor el destino de sus insólitas criaturas.
"Me interesó la mirada subjetiva de Dios sobre el mundo que supuestamente inventó, algo que en general no se piensa: las religiones hablan todo el tiempo de cómo el hombre ve a sus dioses, pero no suelen detenerse en cómo Dios ve a los hombres" manifestó Caparrós.
"Además me gustó mucho la suma contradicciones que encerraba el título que se me ocurrió -consideró-, porque es claro que Dios no tiene ni una vida ni su tiempo se puede medir según coordenadas humanas; ahí decidí que la frase bien merecía ponerle atrás una novela".
Publicado por Seix Barral, el libro se estructura en una serie de episodios enlazados en los cuales una tal Dios encarnará, entre otros, en un luchador tebano, una esclava de Abraham, un médico en el Asia menor, un espía romano enamorado o el cura confesor de Voltaire, hasta acabar siendo Otto Morgenstern, un científico judío-alemán que construye la bomba atómica en Los Alamos.
"Son personajes elegidos por capricho, pero como éste es siempre más amplio que lo fáctico, de las treinta situaciones con las que me había encaprichado, acabé en unas doce por mera necesidad narrativa", explicó el autor.
"Hay algunos que me obsesionaron siempre, como el sacrificio de Isaac -puntualizó-, donde un padre está dispuesto a cometer un hecho atroz como dar muerte a su hijo sólo porque un supuesto Dios se lo ordena, o el momento en que canonizan a Santa Rosa de Lima y miles de personas se precipitan sobre su cuerpo para tratar de arrancarle un pedacito", agregó.
Pero al contrario de lo que usualmente ocurre cuando se "antropomorfiza" literariamente a Dios, aquí su figura asume una voz contemporánea, incorporando incluso inflexiones de intencionada jerga porteña, que contrasta con el tono clásico y sentencioso que prodigan los textos bíblicos.
Según Caparrós, el tono que le quiso dar a su novela fue el de un divertimento: "La hice para divertirme, para tratar con humor una serie de temas en general muy solemnes, sin descuidar que también pretendía elaborar una novela de tesis, un procedimiento voltaireano bastante desprestigiado en la actualidad".
"Por eso pienso que -al margen de que las afirmaciones contengan un tono más lúdico que sentencioso- se trata de una novela bastante política, una microfísica del poder en clave irónica, en tanto permite reflexionar sobre los usos y abusos del pensamiento religioso".
Cribado de paradigmas teológicos y filosóficos, minuciosos fragmentos históricos y cierto libre uso de la ciencia ficción, el texto ha sido también definido por su autor como una novela pop, "por ese empleo de muchos prestigiosos materiales de la cultura de un modo más bien prosaico".
Tan prosaica como esa suerte de corporación celestial, a la cual el autor le atribuye las mismas debilidades que cualquier corporación humana, o la funcionaria -a quien las criaturas denominan Dios- que ostenta las mismas miserias que cualquiera de ellos.
"Por algo los crea así -ironizó Caparrós-, porque no puede más que crearlos a su imagen y semejanza; de lo contrario habría que decir que los dioses son un invento de los hombres, lo cual hoy es casi una perogrullada, ¿no?".
"Aunque en realidad las criaturas de un creador verdadero deberían ser mejores que él; sin embargo no conozco en la historia de las religiones ningún Dios que haya creado seres que lo superen: en general las criaturas somos mucho peores que nuestros supuestos creadores", concluyó.
   
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