Domingo 9 de setiembre de 2001 | ||
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El hombre récord |
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Steven Spielberg está destinado a romper los récords de producción y recaudación con los filmes que dirige para la industria de Hollywood. Un perfil políticamente incorrecto del más correcto y exitoso director norteamericano. |
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Lo más aburrido de la historia de Steven Spielberg son sus millones. No por nada le dicen el Rey Midas de Hollywood. Pero, francamente, hablar de cuántas cifras tiene la recaudación de su último gran éxito o de su nueva secuela, es para dormir a un neurótico como el que suscribe.
Otro tema para el olvido son sus llamadas "obsesiones". Los críticos de cine gastaron la palabra en su persona hasta quitarle cualquier sentido. Si les creyésemos - eso de que Steven es un obseso fetichista de los dinosaurios, los marcianos y los robots- tendríamos el verdadero perfil del Dr. Hannibal Lecter. Pero no, Spielberg es un hombre de carne y hueso. Ambicioso, pero bastante moderado en la intimidad al fin de cuentas. Según propias confesiones, cuando no filma conduce el auto en el que van sus hijos y los amigos de sus hijos. Se reconoce un tipo con deudas y sus películas son un ajuste de cuentas con su propio pasado. Cuando Vietnam, Steven hacía sus primeros pasos en dirección. Se mantuvo lejos de las protestas, las plazas públicas y las pancartas. No quiso dejar las cosas así. Filmes como "La lista Schindler", "Rescatando al soldado Ryan" y las producciones sobre el Holocausto parten de una necesidad por decir algo sobre la historia. Convengamos que Spielberg no se caracteriza por su modestia. Aunque tal vez la mayor preocupación de este director no sea artística sino política. Todo indica que Spielberg quiere dejar su huella en la conciencia de sus contemporáneos. Tallar el calendario con un "Antes y después de Steven". Hasta hace unos años era el mayor director de proyectos cinematográficos destinados al entretenimiento. Es, todavía hoy, un buen alumno de Hollywood. Y aquí volvemos al tema de los millones, Spielberg ha debido transformarse también en un confiable administrador. No se gastan 100 millones por película así como así. Hollywood se siente más cómodo con estos creadores con diploma de contador que con gente como Robert Rodríguez o Jim Jarmush, que un día dan en el clavo y al otro la pifian, todo en términos de la soporífera taquilla. Spielberg tampoco ha podido escapar de la fórmula. Con este modelo los estudios edificaron la historia de cine norteamericano, poblado de películas divertidas y profundamente vacías. La creación del sello "Dream Works" junto a David Geffen y Jeffrey Katzenberg, otros dos magnates de la música y el cine respectivamente, lo instituyó como el hacedor de un sistema que lo adora. "E.T." y "Tiburón" pueden ser dos ejemplos de ese cine pensado para el éxito. ¡Oh sí!, ya saldrán los fanáticos a decir que no tienen por qué ir juntas estas condiciones y que "Tiburón" es una obra maestra del suspenso. No por eso debemos dejar de admitir qué obras nos sacuden el corazón y cuáles la panza. "Casablanca", "El ciudadano", "El camino del samurai" son expresiones entretenidas y no por eso superficiales. Que siga la polémica entonces. Cada vez que escuchamos que saldrá un nuevo y "auténtico Spielberg" al mercado sólo queda hacer apuestas sobre los millones que generará. En lo estrictamente comercial, Spielberg ha sabido vender bien su figura de infalible. Escogió temas que luego se transformaron en imaginario colectivo -"E.T.", "Parque Jurásico". Su olfato es privilegiado. También su versatilidad -Del terror al drama racial. De "Tiburón" a "Amistad"- y la rapidez para atacar en el momento justo -la saga de dinosaurios que no deja de recaudar- lo convierten en un espectáculo de bajo riesgo. En el plano estético, tiene ideas convencionales. No nos dicen gran cosa sus planos, sus claroscuros inherentes al séptimo arte, el desarrollo espacio-tiempo de sus argumentos. A la vez que su supuesta audacia está siempre acompañada por -¡uf!- miles de millones. Nunca veremos un filme suyo sin tener ya en la cabeza una enorme cantidad de datos y prejuicios, impuestos por los operativos de prensa de los estudios, que nos impedirán sopesar verdaderamente su obra. Los niños, sobre todo, no se escapan de eso. De los adultos ni hablemos. Su última película "A.I." -en obvia concordancia con la abreviatura "E.T."- recupera un viejo proyecto de Stanley Kubrick del que también es protagonista un chico. De labios de los productores de Spielberg escucharán una frase archi-utilizada en los 25 años últimos de su carrera: "Esta no es una película para niños sino para adultos". Lo mismo dijeron de "E.T.", "Parque Jurásico" y "Encuentros cercanos del tercer tipo". Así como podemos considerar una película para adolescentes "Rescatando al soldado Ryan" (recuerden la carita de Matt Dammon) y "Amistad". Sin el apoyo de sus megaproducciones -hay efectos especiales en la mayoría de sus filmes-, Spielberg se vuelve denso casi hasta el aburrimiento. Como si no supiera contar una historia en pocas palabras. "Steve" necesita filarmónica, no le alcanza con la guitarra. Los nuevos proyectos de Steven Spielberg vendrán más millonarios que los que hasta hoy hemos visto. Está destinado a marcar un nuevo récord en la espiral de su ambición. Sino no sería Spielberg. Claudio Andrade |
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