Miércoles 5 de setiembre de 2001

 

Las eternas formas del vampirismo

 

Elenco: Nona: Lalo Bertoni. María: Teresita Wehe. Carmelo: Héctor Paschetta. Anyula: Silvia Tauro. Chicho: Patricio Segel. Marta: Rosana Zeballo. Francisco: Marcelo Merlo. Utilería: Natalia Lavena. Escenografía: Walter Gatica y Angel Tocce. Asistente de dirección: Luis Aguilar. Puesta de Luces y Dirección: Ana María Bertoni.

 
La última escena de la humanidad quizá sea una bruja comiéndose los restos de sus hijos. Una especie de monstruo de siete estómagos capaz de ingerir los sueños, los esfuerzos y los devaneos de los que sufren una realidad sin concesiones.
Hace unos años Tito Cossa imaginó ese final. Le puso gestos, ropa, intensidad vocal, conducta, le otorgó un cuerpo: una anciana hambrienta y sin más lógica que las exigencia de sus entrañas.
Planteó un futuro que para nosotros tiene forma de presente. Hemos dejado la edad de la inocencia: somos conscientes de la maldad de los hombres.
"La Nona", como toda obra mayor, tiene la consistencia de un explosión. Un mensaje social y político concentrado en la figura de un glotón. El ser maligno, sin conciencia de sí, que engulle todo lo que se mueve.
Su actualidad nos estremece. Si bien el guión contiene una variedad de situaciones cómicas, la risa deja lugar al patetismo para evidenciar el drama. El vampirismo subyace durante todo el libro. Otro tema contemporáneo. La combustión es propia del siglo XX y, según hemos podido comprobar, más propia aún del XXI.
La puesta de la Comedia Fundación Cultural Patagonia ha sido fiel al original. Deja sobre las tablas la huella del compromiso. Empezando por la ambientación.
Las actuaciones han conseguido resolver el teorema estético y artístico que presenta la obra de Cossa. Van de lo interesante a lo sobresaliente.
El trabajo de Bertoni no tiene fisuras. El "es" "La Nona". Se trata de un personaje capaz de engullir al propio actor que la encarna. Y la carne sabe bien. Desopilante. Salvaje. Odioso. En él convergen los colores y las temperancias necesarias.
La actuación de Patricio Segel ilumina la composición general. Al principio tímido, inmerso en la pereza de su personaje hasta que nos roba el alma. Su suicidio, con el rostro estupefacto por el agujero negro que tiene enfrente, acaba también con las esperanza de quienes siguen su inocencia desgarrada. Ninguna caracterización resulta sencilla. La de Marcelo Merlo desnuda el patetismo de un hombre que se pierde en sus propias ganas de poseer. En el cuerpo de Francisco viste primero el traje azul brillante para después soportar el orín en la cama, todo bajo el grito de un sueño incumplido: la herencia de la abuela.
Merlo nos recuerda con su imprescindible talento, más que ningún otro participante de la trama, el transcurrir de la vida.
Silvia Tauro (Anyula), pequeña, sosegada hasta lo incómodo (un verdadera jugada actual); Teresita Jebe (María), la única sobreviviente de la tragedia, cómica, prototípica y cabal; y finalmente Rosana Zeballo (Marta), sensual, de la floración al ocaso.
"La Nona" es un cachetazo. Un remezón en tiempos de crisis. Las piezas del rompecabezas están allí nuevamente exhibidas bajo de la dirección de Ana María Bertoni. Nos dicen quiénes somos, dónde estamos parados y hacia dónde vamos. El dolor es también nuestra risa. (C. A.)

Foto: Lalo Bertoni en una encarnación sobresaliente.

   
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