Lunes 3 de setiembre de 2001

 

El caníbal que perdió el misterio

 

"Hannibal", una segunda parte sin suspenso y con mucha sangre inútil.

 
Debieron pasar diez años para que el Dr. Lecter volviera a dar señales de vida en la pantalla. Diez, otro directo y otra protagonista. Lo que hace que "Hannibal", la secuela de "El silencio de los inocentes" sea muy distinta a su predecesora. Sugerente, tensa y misteriosa la primera y obvia, sangrienta y morbosa  la segunda.
Este es uno de los tantos casos en los que de Hollywood une a experimentados miembros de su industria, con un resultado mediocre.
Lejos están las imágenes explícitas de asesinatos, tripas colgando, cerdos comiéndose a los "más malos" y cerebros expuestos de otras con las que su director Ridley Scott supo cautivar a los cinéfilos. Como cuando creó un clima opresivo y por momentos paranoico en "Blade Runner", donde también había mucha violencia, pero ésta estaba filmada en varios de sus pasajes de una forma casi poética (sólo basta recordar la persecución casi final y la muerte del replicante interpretado por Rutger Hauger en el techo de un viejo edificio) y la presencia, casi siempre fuera de cuadro, del feroz extraterrestre que sembró el terror en "Alien, el octavo pasajero". En comparación con "El silencio..." donde Jonathan Demme sugería Scott muestra directamente, haciendo que "Hannibal pierda encanto y se acerque más a los filmes de Wes Craven que al trabajo inteligente y sutil de Demme.
 La acción del filme se mueve en distintos escenarios. Por un lado Florencia, lugar que resplandece con una cuidada fotografía, donde Hannibal Lecter (otra vez Anthony Hopkins) se ha refugiado y donde puede demostrar su erudición transformado en el Dr. Fell, Por el otro Estados Unidos donde la agente Clarice Starling (ahora interpretada por Julianne Moore ante el alejamiento del proyecto de Jodie Foster) ya no es una novata sino una experimentada agente del F.B.I. que después de un momento de gloria, cae en desgracia y donde también está una víctima de Lecter el multimillonario Mason Verger (Gary Oldman), quien quedó desfigurado al cortarse el rostro y el cuerpo con trozos de espejos influenciado por el psiquiatra-caníbal.
Verger vive sólo para la venganza, algo que planeó por décadas. Para ello ofrece una recompensa millonaria, trampa en la que cae el inspector Pazzi (Giancarlo Ginannini).  Maquiavélico en todos sus movimientos Verger consigue que le asignen nuevamente a Starling el caso de Lecter, para de esa forma convertirla en su carnada.
La relación entre Starling y Lecter sigue siendo el centro de la historia, atracción incondicional por parte de él y una especie de atracción-repulsión por parte de ella. Una relación que en esta segunda parte pierde encanto porque ni llega a jugarse totalmente como en la novela de Thomas Harris en la que se basa, en la que terminan como una pareja más disfrutando la ópera en el teatro Colón, ni mantiene el juego de seducción-invasión psicológica del primer filme. Anthony Hopkins vuelve a mostrar aquí su calidad, aunque por momentos parece un tanto desganado, mientras que Julianne Moore no profundiza en el personaje, que es casi una máscara inexpresivamente bella.
En definitiva un caníbal que toma su buena parte de sangre, pero que decepciona por sus malos modales y falta de sutileza.

Silvina Fernández
sfernandez@rionegro.com.ar

   
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