Lunes 13 de agosto de 2001

 

Cómo pasan el invierno donde el frío aprieta más

 

Salamandras, braseros y cocinas a leña proveen la calefacción.La escasez de madera obliga a que se recurra a cualquier combustible.La falta de trabajo se suma a los problemas cotidianos.

  Alla arriba, donde los próceres y ciudades cedieron a los pájaros y flores el privilegio de nombrar a las calles del Barrio Nuevo roquense, este invierno de frío y recesión es más duro para sus pobladores.
"Son dos o tres grados más que en el centro", dice Jorge Peralta, un joven de 23 años, que desde hace un mes no tiene ni una changa para hacer.
Y esos "dos o tres grados" hay que mitigarlos de la mejor manera posible. Aquí, la calefacción central le deja paso a la "cocina central", a la "salamandra central" o al "brasero central".
El monóxido de carbono encuentra en los sectores más marginados un buen sitio para capturar víctimas. Es que el "control de oxígeno" que el Enargas exige para los calefactores modernos, no existe en las estufas alimentadas a leña, cuando se la tiene, o por cualquier elemento combustible que sirva para hacer fuego.
La venta de leña en los barrios altos de la ciudad no es para nada una tarea fácil. Si no, basta con preguntarle a los vendedores que cada jornada se estacionan al 3.100 de la calle San Juan.
- "¿Cuánto venden? ¿una camioneta por día?".
- "¿Qué? si vendiéramos una cada dos días nomás ya tendríamos fiesta", dice. "Con suerte, vendemos una por semana o cada diez días".
"La carga de una camioneta mía (un Rastrojero con tacos de tronco de álamo) cuesta 25 pesos. Son unos 350 kilos y duran cerca de dos semanas, siempre que se lo use para cocinar y calefaccionar", explica.
A su lado otro hombre joven ofrece un precio mejor: por 17 pesos uno se queda con la carga de un auto Fiat 125 familiar, de antiguo modelo, con tablas -no troncos- que ocupan el sitio donde se encontraba el asiento trasero y una parte del techo.
"Está todo muy difícil. La gente no compra nada. Prefieren dormir hasta el mediodía o más, así no tienen que prender la cocina o la estufa. Les cuesta mucho conseguir el mango y con la desocupación que hay las expectativas no son buenas", explica.
"Algunos juntan zapatos y zapatillas viejas y pedazos de cubierta para poder darse un poco de calor. Hay que verlos cuando llega alguien del centro con los restos de alguna poda -leña que todavía está verde- para tirarla en en el zanjón que hay detrás de la cárcel de Encausados. Directamente se pelean entre ellos", dicen.
Para muchos la "bendición del gas" todavía está lejos, aunque se preguntan cómo harían para afrontar las abultadas facturas de las empresas distribuidoras.
Algunos residentes en sectores sin gas tienen parientes en el barrio a los que el servicio sí les ha llegado. Es a ellos a quienes acuden cuando agotan las posibilidades de comprar leña o conseguir quien se las facilite.
Las precarias viviendas, hechas de cantonera y plástico que a pesar de los esfuerzos de sus habitantes siguen siendo comunes en el barrio, constituyen un campo fértil para que, cuando se desatan, los incendios se extiendan con facilidad.
"El año pasado se le incendió la casa a un familiar mío y se quemó otra de al lado", dice Jorge Peralta.
El hombre aprovecha su momentánea desocupación para tratar de levantar las paredes de ladrillos y ladrillones, que terminen de suplantar a la de maderas, en la casa que tiene sobre la calle Picaflor.
A Claudio Cárcamo y María Elena Berdugo les gustó el terreno de Picaflor y Perito Moreno.
"Hacía cuatro años que el terreno estaba vacío, así que nosotros lo ocupamos y levantamos esto", dice María Elena señalando la construcción de chapas de cartón y cantonera, con un retrete a un costado, que habitan junto con sus cuatro hijos.
La construcción derivó en un diferendo con la municipalidad, por que el terreno era privado y había sido vendido a una iglesia, pero esta semana hubo una salida y prometieron llevar el templo a otro lugar.
Sin embargo para ellos el obtener con qué mantener encendida la cocina-calefactor alimentada a leña se está tornando en un trabajo dificultoso, especialmente para Claudio, quien el lunes 23 pasó a engrosar la listas de desocupados.
El artefacto es el epicentro de la modesta vivienda: además de cocinar y calefaccionar sirve de secarropas, en estos días en que la lluvia se ha asociado al frío en la región.
"Es que no hay leña por ningún lado y la poca que hay tenemos que cuidarla, porque cuesta mucho conseguirla", dice José Miguel González, tan desocupado como Cárcamo y padre de cinco hijos.
"Trabajo en albañilería, en pintura; últimamente estuve de alambrador, pero ahora no hay nada" sostiene, rodeado de sus hijos, mientras junta algunos pedazos de madera de frutales que le permitan mantener calefaccionada aunque sea en parte su vivienda.

foto: Selena Evelyn Cárcamo aprovecha las llamas de la salamandra de la humilde vivienda de Picaflor y Perito Moreno.

   
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