Domingo 12 de agosto de 2001

 

El más selecto San Bernardo

 

Los suizos crían con extremado rigor la famosa raza de perros.

  En el paso alpino del Gran San Bernardo del cantón del Valais, a 2.500 metros de altitud, los San Bernardo son una atracción turística, y el perro nacional suizo es sin duda una leyenda que vende. Incluso hay una lista de espera para adquirir cachorros de ese animal cuya cría en Suiza está perfectamente controlada mediante un registro informático, que comenzó a realizarse en 1995, y hay clientes que se han comprometido ya a comprar cachorros que aún no han nacido.
"La selección es muy estricta para garantizar la calidad de la raza", explicó a Martin Koenig, presidente de la comisión de cría del club suizo del San Bernardo.
Un cachorro, que se vende siempre a las diez semanas de nacer, cuesta en este país un mínimo de 1.000 euros, y la mitad aproximadamente de los compradores proceden del extranjero. No se admiten, sin embargo, las ventas a ciertos países asiáticos donde ese perro se considera un manjar como China, Taiwán, Filipinas, Malasia, Corea y en parte de Indonesia. A los suizos les espanta el que uno de sus símbolos nacionales pueda acabar desollado vivo en China porque, según dicen, ese método de sacrificio del animal eleva el nivel de adrenalina y le da un sabor especial a la carne.
Con todo y eso, Koenig dijo no poder garantizar que alguno de los perros lleguen a esos lugares a través de la Europa del Este y Rusia, porque no se puede controlar ese tráfico.
En ciertos países hay un mercado paralelo de perros San Bernardo sin pedigrí que se venden por cantidades bastante inferiores, y por eso los criadores suizos han decidido limitar la reproducción del animal. En Suiza hay una quincena de establecimientos especializados en la cría de esa raza, y en total una cincuentena de machos y un centenar de hembras están dedicados a la reproducción.
Koenig cifra en cerca de un millar los "pura raza" que hay actualmente en la Confederación Helvética, de los que el 65 por ciento son de pelo largo. Este año se calcula que nacerán unos 130 cachorros, treinta más que el año pasado, y a todos ellos el presidente de la comisión del club suizo de cría les ha insertado un "microchip" detrás de la oreja con un código de varias cifras. Ese número es garantía de la pureza de su raza y permite llevar un registro muy riguroso mediante una base de datos, explica Koenig.
Tan sólo dos clínicas universitarias, las de Berna y Zurich, pueden determinar si un can tiene auténtico pedigrí, y una serie de jueces internacionales deciden si es apto para la cría. (EFE)
   
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