Viernes 31 de agosto de 2001 | ||
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Entre la máquina y la esperanza, la gente |
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ROCA (AR).- El relato de la vida de Juana Pros, de 42 años, forma parte de una historia que se repite en los pacientes que asisten a centros de diálisis en la región y que no poseen cobertura social. Los riñones de Juana dejaron de funcionarle en diciembre de 1995 y desde entonces viaja desde Allen tres veces a la semana a un instituto de Roca. Para ella la semana tiene sólo cuatro días porque los tres restantes los vive en una sala de hemodiálisis, cuatro horas sentada en una máquina la que le recambia la sangre de su cuerpo. "Recibimos una carta donde teníamos hasta el 31 de este mes, (hoy) pero la provincia no dio señales y ahora un juez obligó a la empresa a continuar con el servicio de diálisis, pero no sabemos hasta cuándo", comentó Juana al explicar el temor multiplicado por decenas en los pacientes que esperan que el Estado cumpla para que ellos vivan. -¿Cómo fue ese cambio? ¿En qué ocupaba antes esas horas cuando no tenía la enfermedad? -Fue un cambio rotundo para toda mi familia, porque acá yo estoy enferma pero es un vuelco tremendo con todos. Si no tenés el apoyo de los familiares no salís adelante. Es muy duro. A mi me ven una persona entera, pero... no estoy entera. -Siente que le pesa ese tiempo perdido. -Mirá, yo siempre digo que para mi la semana tiene dos días, porque me dializo los lunes, miércoles y viernes. Los martes y jueves trato de disfrutarlos, porque a veces no estoy bien. -¿De ánimo o de salud? -De las dos cosas. A veces les cuento a personas lo que me pasa pero las explicaciones son densas y no te entienden porque me dicen, "ah no... pero yo te veo bien, es como un descanso que te tomás". En realidad nadie puede saber cómo es estar en diálisis si no se vive. A mi me ven entrar y salir de la sala caminando y sólo por eso creen que estoy bien. -¿Hace cuánto que no viaja a otro lugar de vacaciones? -¿De vacaciones? He viajado, pero desde hace seis años que tengo este problema no puedo. Desde hace cincos meses hasta ahora perdí a mis padres que vivían en la provincia de Buenos Aires y nos los pude ir a ver por últimas vez. Nosotros no podemos estar solos mas de 48 horas. Si nos cuidamos, como máximo podemos estar tres días. Pero a mi modo de pensar no es tan fácil porque es mi cuerpo y mi vida la que está en peligro. Las máquinas no las ocupo yo, hay 3 turnos y sesenta pacientes que se dializan. Antes decía, "nunca me va a pasar nada" pero esta enfermedad no tiene edad. -¿Cómo es la relación con sus compañeros des diálisis? ¿Cómo pasa esas 4 horas en la máquina? -Es una familia más, los médicos y los enfermeros. Estamos todos juntos. Ahí vos llegás, te atás en la máquina y no podés moverte, hablás con la persona que tenés al lado. Depende con quién te toque. Tenés televisión, y hasta hay personas que duermen las cuatro horas porque no las soportan. -¿Cuál es la contracara de la rutina en su vida? -Un transplante. Pero sinceramente tengo miedo porque no sé cómo sería. Por ahora disfruto de mis hijos y mi familia. Estuve dos años muy deprimida y ahora me doy cuenta de que mis hijos me necesitan. "Si se corta, mi marido se muere" |
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