Lunes 27 de agosto de 2001

 

Desocupación y esfuerzo propio, dos cuentas a saldar

 

En Viedma unas 2.500 personas afrontan dificultades para conseguir empleo. Muchos son ex empleados del Estado que optaron por algún programa de retiro.

  VIEDMA (AV)- Ninguno tie-ne aún el cielo ganado. Ni quie-nes atraviesan el duro momento de peregrinar por oficinas pidien- do trabajo, ni quienes desde el silencio casi subterráneo armaron una cooperativa de desocupados tratando de salir adelante.
Unas 2.500 personas golpean puertas a diario en las distintas oficinas de empleo de esta capital. Este pequeño universo también debe trabarse en lucha con otro millar de subocupados, expuestos a que sólo ingrese una "chirola" en el bolsillo por medio de una "changa". El único horizonte a la vista por ahora son los planes Trabajar, pero no se da abasto con los 700 cupos que fueron asignados a la ciudad.
La búsqueda, en su mayoría, pareciera ser cosa de mujeres con una carga familiar que promedia los cinco hijos, y éstas virtualmente son el sostén del hogar. Para sorpresa de quienes reciben el reclamo, aparecen en los mostradores oficiales desvinculados de la administración pública -pese a los 10 millones de pesos que el gobierno provincial volcó en Viedma para sostener la decisión de quienes optaron por irse del Estado-, y luego se presentan nuevos emigrantes de la Línea Sur o desocupados de provincias norteñas.
La Oficina de Empleo Municipal, de reciente habilitación, cargó en sus archivos informáticos los datos de un total de 2.503 personas, de los cuales 991 son varones y 1.512 mujeres. Un 70% del registro está integrado por desempleados con muy bajo nivel educativo y conformado por albañiles, obreros rurales y domésticas, un 20% se trata de jóvenes con título secundario y capacitación informática, mientras que el resto se distribuye entre ex trabajadores de comer-cio y estatales.

"Gente desesperada"

"A veces les vemos las caras cuando entran y para muchos es un horror venir aquí a registrarse, pero evidentemente se trata de gente desesperada", dicen las encargadas de la oficina Mónica Victorica y Alicia Arrascoyta.
En el área provincial se detectó otro fenómeno. "La gente recorre todas los servicios de orientación gratuita de empleo, y se anota en todas, por lo que parece que llegaran a ser casi a 4.000, sin embargo, muchos (unos 1.000) están subocupa-dos", contó el director de Empleo de la Secretaría de Trabajo, Gustavo Otero. En cuanto a la orientación que se les puede brindar, ese es el gran conflicto a resolver en este conglomerado donde no hay mucho para encontrar.
Los menos vulnerables de este momento en la ciudad consiguieron conformar pequeñas cooperativas merced al apoyo en subsidios de la dirección del área (ver aparte).
Más allá de la legitimación personal de poder decir que tienen trabajo, lo cual se convierte en un gran aliciente para ellos, deben luchar a brazo partido y con mucho riesgo contra las leyes del mercado.
Empezar de cero de nuevo significa que no pueden quedarse de brazos cruzados esperando que los clientes lleguen, por lo que su propio plan de salvataje impuesto desde lo más íntimo, es hacerse conocer. La gran mayoría de los consumidores desconocen que detrás de un cartel de restobar, venta de lajas, lavadero de autos o fábrica de bloques de cemento, hay grupos humanos y su familia que cargan con varios capítulos de una historia de traspiés, frustraciones y ganas de salir adelante.

La gratificación de los que tienen un trabajo

María, Juanita y Mónica eran contratadas en el servicio de limpieza de Vialidad Provincial. Un buen día le dijeron que la cosa no iba más, y junto a otros 90 compañeros los mandaron a la casa.
"Nosotras fuimos a Cooperativas, en principio queríamos incursionar en el rubro textil, pero nos 'cambiaron la bocha' porque estaba muy saturado, así que encaramos lo del 'restobar' con el subsidio de 2.000 pesos que nos dieron para adquirir equipamiento", contó María, a quien hasta sus hijos la ayudan para sostener el nuevo proyecto.
Allí no hay patrón. Aclaró que "todas somos socias y empleadas, y nos rotamos. Cuando no cocinamos hacemos limpieza, y quien tiene hijos chicos no trabaja de no-che". El lugar es medio extraño. De día es difícil encontrar parroquianos, pero las seño-ras le encontraron la veta. Está enclavado en medio de varias discotecas y bailantas, entonces a las seis de la mañana, no alcanzan las manos para acercar un especial de crudo y queso a la mesa cuatro o la botella de cerveza al mostrador. Muchos desconocen que detrás de todo esto hay un espíritu cooperativo.
Sin embargo, los parroquianos se van afincando de a poquito. "Ya conocemos a los clientes, a veces hacemos de madres porque son muy jóvenes todavía, y cuando pelean a-quí, los castigamos con no dejarlos entrar por una semana", dicen las mujeres.
En pleno centro la capital rionegrina está funcionando un lavadero de autos y cochera, conformado por ex desocupados del mismo oficio. Fabián Melgar reconoció que es una prueba de fuego porque "estamos queriendo demostrar lo que es hacer cooperativismo en esta forma de trabajo, y que constituye algo nuevo para la gente".
Para sacarle punta a la credibilidad que mantiene ese espíritu, salieron a buscar sus propios clientes, en base a quienes atendían cuando eran empleados en otros negocios similares. "Confiamos en que la gente tomará conciencia de lo que se puede hacer con una cooperativa, y como la situación no está como para esperar al cliente hay que salir a la calle", explicó Fabián.
A Rolando Jaramillo lo vende su acento chileno, pese a la punta de años que lleva en el país. Hoy es uno de los referentes de la cooperativa Loma Colorada, que comercializa lajas en Viedma. Todo el patrimonio, su humanidad y la de sus compañeros están al aire libre.
"No se puede pedir mucho, empezamos de abajo, tenemos que sacrificarnos para mantener la esperanza", afirmó. (AV)

   
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