Viernes 31 de agosto de 2001 | ||
MAS INFORMACION: Una justicialista logró el apoyo unánime y es defensora del pueblo |
Análisis: Un nuevo esquema |
|
Crujió el veranismo. Y crujió desde la definición más lisa y lógica de poder en términos de Max Weber: es la posibilidad de hallar obediencia a cierto orden. Capacidad de realizar un deseo. Pero ahora, en el marco de las negociaciones y debates para consensuar en el bloque radical un único candidato para defensor del pueblo, el veranismo fracasó. En función de sus propias intenciones no logró encolumnar al conjunto de los legisladores. Por segunda vez en menos de cinco meses, el veranismo no domestica. Y entonces se expresan limitaciones a la aplicación de su poder impensables un año atrás. Es más, no se animó a medir fuerzas por temor a quedar desairado en la votación. Una conducta que ya exhibió en la anterior oportunidad en que - en el seno del bloque -, se debatió a quién respaldar para defensor. Oportunidad en la que tampoco se atrevió a levantar la mano. Lo evitó debido a que su eventual triunfo se le presentó avalado por un módico número de sufragios para lo que es su autoestima en materia de poder: dos votos. Esta y únicamente ésta, fue la razón por la cual el roquense y hombre del Frente Grande no es desde hace cinco meses defensor del pueblo. Fue el veranismo el que careció de audacia para ir hasta el final con los riesgos que esto tenía. Uno: mostrar un bloque que ya no domina a sus anchas. Dos: ganar el caso con penales. Pero paradojas tiene la historia. Ahora el veranismo insistió en Di Giácomo. No pudo imponerlo hacia adentro del bloque y el bloque sigue dividido. En realidad, no es aventurado afirmar que tanto de aquella operación de meses atrás como en la ejecutada en estos días, el resultado para el veranismo es cero. Ni siquiera puede reparar su ánimo vía la maniobra con la que ayer sorprendió a sus adversarios de la interna radical - los blancos y otras tiendas menores -, y buscar así cohesionar al conjunto. Porque otra cuestión quedó en claro con esa decisión: al proponer a la peronista Nilda Nervi como Defensora del Pueblo, el veranismo desarticuló los intentos de blancos y asociados de situar al socialista Maimone en el cargo. Pero como contrapartida, el veranismo les concedió lo que más querían: que no llegara Di Giácomo. En el juego de poderes que se define en la interna radical, no es un dato menor lo que le sucedió al veranismo. Por supuesto que no habla de decadencia de ese poder. Pero sí de que comienza a conocer las limitaciones que suele tener la aplicación del poder. Por lo demás, no hay nada significativamente digno en cómo terminó la elección del Defensor del Pueblo. Su tramo final rosca, miserable rosca. |
||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación |
||
|