Sábado 11 de agosto de 2001 | ||
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Demagogia y emoción fácil |
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Opinión, por Carlos Torrengo |
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Elisa Carrió no tiene medida a la hora de aplicar la grandilocuencia para hacer política. Ayer lo demostró. Transformó una denuncia - incluso de proyecciones aún difíciles de determinar -, en un acto político, no carente de perfiles demagógicos y estimuló a emociones fáciles. Tanto alimentó ese estilo la vehemente diputada, que por momentos se perdió el hilo de la denuncia que formulaba. Ese hilo fue desdibujado por los gestos y la disposición de Carrió a transformarse ella en el centro de atención. Y entonces, quedó marginado el contenido de una cuestión que posiblemente llegue a ser muy cara en la tarea de desentrañar la madeja de intereses que giran alrededor del lavado de dinero. Pero Carrió no podía hacer otra cosa. Ese estilo le es consustancial, funcional a la proyección de su imagen en la devastada política argentina. O sea, en Carrió siempre es fácil encontrar el verbo más audaz, la síntesis más colorida, la lágrima, el diagnóstico fácil y el rezo del Rosario mientras polemiza. Lo que es difícil de hallar en ella a la hora de hacer política, son las ideas que vayan más allá del diagnóstico. Tan difícil como pedirle que no medre en política como lo hizo ayer con su denuncia. Y transformó así un acto que requería de extrema sobriedad, en un acto de campaña. Lamentable. Carlos Torrengo |
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