Domingo 26 de agosto de 2001

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El porvenir

Biografía

 

El juego profundo de Juan Forn

 

Juan Forn no es la misma persona que comenzó a teclear la historia de un tal Zabala hace seis años, allá en el principio de ¨Puras mentiras¨(Alfaguara).
Su última novela, ambientada en un pueblo de "playas fracasadas", donde los sentimientos parecen pedir a gritos un nuevo nombre, lo consagra como uno de los narradores argentinos más importantes de la actualidad y acaso el de mayor compromiso artístico. El Cultural del ¨Río Negro¨ conversó con el autor .

  Nadie vuelve a ser el mismo después de escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo. Juan Forn no es ni remotamente la persona que comenzó a teclear tímidamente la historia de un tal Zabala hace seis años, allá en los inicios de su novela "Puras mentiras", publicada hace unas semanas por Alfaguara.
Como suelen hacerlo los cantaores de flamenco, los corredores del maratón, los enamorados, en fin, los que conquistan y ponen el primer pie en alguna loma, Forn ha dejado el alma sobre las tablas (léase ordenador). Desde su imagen trasluce despojo. No desdén, sólo un estado puro y honesto en el que quedaron a flor de piel sus pasiones y la planicie de su vida. El inescrutable porvenir.
"Puras mentiras" lo consagra definitivamente como uno de los narradores argentinos más importantes de la actualidad. Y acaso el de mayor compromiso artístico. A Forn le tienta jugarse el pellejo en cada frase, perder el aliento aunque esto pueda resultar peligroso en varios sentidos.
Su obra describe la transformación de un mundo al sur del mundo y de los seres que lo habitan.

Sus valores, subrayados por una ética que apenas respira, han comenzado a derretirse. Ninguna casualidad, es la realidad que palpita como un folletín. A ese conjunto de expresiones, modos, normas y estilos de vida que vienen a ocupar el lugar vacante, pocos se han atrevido a nombrarlo en el siglo XXI.
Forn acaso sea de los primeros que lo hacen en Latinoamérica, que ocupada como está por los números que no le cierran a fin de mes, perdió la brújula del espíritu y la mística -¿no era en eso que nos diferenciábamos de Hollywood?-.
A esto semeja su novela, a una cartografía de los sentimientos de un territorio que necesita ser descrito. Después de todo, dicen, lo primero fue el verbo. Luego vino dios.
-Lo viví como un libro poblado de múltiples explosiones. Sin ser un policial es un libro de acción.
-Para alguna gente fue la oportunidad perfecta para decirme que no le gustaban mis libros anteriores (risas)... y para otra, nada, la pura satisfacción.
-En "Frivolidad", tu novela anterior, encontré ciertos paralelos con la novela de Arturo Fontaine Talavera, "Oír tu voz", allí también aparece un personaje excesivo, un empresario periodístico. Aquí es distinto, "Puras mentiras" es una historia que cierra en sí misma. Aunque, claro, hay relaciones con tus otras obras. Además "Frivolidad" es, en algún sentido, una historia dura, afilada.
-Creo que cometí un error al publicarla tan rápido. De la edición que estoy satisfecho es de la segunda que salió con muchísimas correcciones. Por problemas internos en Planeta, en vez de reeditarla en cuanto se acabó la primera edición, la frenaron durante un año y medio. De manera que la segunda edición fue una edición fantasma. Por suerte Alfaguara va a reeditar todo y esto se va a poder ver. Es un libro duro básicamente porque supongo que no soy el único que estaba muy crispado frente a lo que representaba la Argentina menemista, que no era necesariamente menemista sino este nuevo orden mundial que estaba apareciendo, el nuevo capitalismo, la ostentación. Con la violencia larval que genera por debajo. Yo siempre le tuve cariño especialmente al final, la idea de que toda la novela está contada por un narrador que se muere al final. Y la búsqueda de esa especie de escritor armenio fantasma que dejó de escribir. A mi modo de ver las dos metáforas más fuertes están allí: que los escritores dejan de escribir y los lectores salen a buscarlos y se mueren en el camino.
-Hace un tiempo que vengo leyendo historias de amor o simplemente que hablan de los sentimiento. Libros de Manuel Vicent y Mayra Montero. Me preguntaba ¿por qué esa literatura no se había desarrollado con ese grado de calidad en la Argentina últimamente? Eso hasta que leí "Puras mentiras". ¿Cómo fue el proceso de construcción?
-La construcción es muy pesada. Primero en cuanto a lo sentimental. Hay una frase genial de Salinger que dice: "Soy y creo que seguiré siendo siempre un narrador pero con necesidades personales muy apremiantes". Para mí las necesidades personales son tratar de sumergirse en una especie de desnudez emocional. Siempre pensé: por qué dejarle lo sentimental a los escritores -comillas- best seller sobre libros "facilongos" o con fórmula, del estilo Angeles Mastretta a Isabel Allende, Marcela Serrano y compañía. De la misma manera que por qué dejarle Puig a la Academia y a los que lo malinterpretan pensando que es nada más que una suma de trucos técnicos, cuando en realidad Puig desborda emoción y sentimiento por todos los poros. Te doy los dos ejemplos que son ejemplos extremos, en el sentido de que yo creo que puedo ser un lector de aventuras y un lector de novelas de ideas. Cuando empezó la escritura de este libro, que empezó con el tipo este que da vueltas por la ciudad con el auto de noche, me costó mucho saber qué le había pasado salvo que la mujer lo había dejado. Al fin vi que era un tipo que creía que manteniéndose todo igual las cosas iban a seguir saliéndole bien. Pero lo único que está haciendo es generando su propio derrumbe. Una vez que el tipo se derrumba, me costó encontrar en que dirección iba y cuando apareció el personaje de la nena y Alcides de pronto vi muy nítidamente un pueblo de playas fracasadas, es decir, que iba a ser una gran lugar de veraneo y no funcionó. Pensé que era un lugar perfecto para que toda esta gente que huye de su propio pasado, de su propio futuro desemboque ahí. La gente que suele escapar de algo, la gente en fuga, es más bien lacónica. Una de las razones por las que se fuga es porque quiere borrar los testigos. Entonces cada uno es lo que los demás dicen que es. Un psicólogo italiano muy inteligente decía que cada persona es el relato que hace de su vida y que por lo menos una vez cada seis u ocho años hay reformas de ese relato, y con corregir una sola pieza el relato se transforma en otra cosa. Entonces me pareció fascinante sumergirme en esas aguas turbias donde la mentira está compuesta de pequeñas verdades o la verdad está compuesta de pequeñas mentiras.
-Z, el protagonista es un ser sin vanidad. Con el ego golpeado y que ya no trata de corregir a nadie ni tener la razón en nada.
-Lo que le pasa al tipo, personalmente, es que cuando la mujer lo deja... generalmente cuando se produce una separación, la manera más saludable o casi la única manera de recuperarse es eliminar del organismo a esa persona como si fueran toxinas y una de las maneras clásicas en que los varones resuelven esos temas es odiarla un poco. En el caso de Z ese proceso se ve bruscamente interrumpido por la muerte de ella, o sea que el tipo se queda sin la posibilidad de odiarla incluso. Yo creo que ahí el empieza una especie de entumecimiento tal que es incapaz de reformular este relato que te digo, él no se sabe contar su propia vida y va como bola sin manija influido por los relatos de los demás. Me preguntaban cómo hice para esquivar el tema Lolita y la cosa sexual entre ellos dos y es que el tipo está tan entumecido que no la ve nunca a ella como mujer, como artefacto femenino, hasta que él vuelve a experimentar la sexualidad, que es cuando tiene esta cogida tan áspera en el pasillo del hotel. No es casualidad que las personas en el pueblo, especialmente los varones, la esquiven un poco y la mantengan a distancia, él único que no lo hace es Z, precisamente porque no la ve como mujer y en el momento en que la empieza a ver la ve tan nítidamente que basta que ella lo toque para que él enloquezca.
-De sólo ver las fotografías de prensa que te hiciste pensé: este tipo quedó tan despojado como su personaje. Aquí se cerró algo más que una novela.
-Se dan dos facetas complementarias y paradójicas. Una de ellas es que yo tardé seis años en escribir este libro. Fueron seis años bastante decisivos en mi vida, de los 35 a los 41. En el medio me reencontré con la que había sido mi primera mujer y el amor de mi vida, volvimos después de 7 años sin vernos y de hacer cada uno su vida, de tener otras parejas, y no sólo que fue una oportunidad milagrosa y una cosa muy difícil de entrada sino que además, cuando cumplimos los dos los 40, tuvimos un hija que ahora tiene un año y medio. De manera que en el terreno existencial yo creo se me produjo un proceso de maduración muy intenso. En el terreno estrictamente literario, este es mi primer libro de verdaderos personajes donde casi no hay alter egos, yo no tengo mucho que ver con Zabala. Básicamente me la he pasado observando, escuchando gente y tratando de construir un mundo paralelo imaginario que tiene bastante de aquel pueblo de Santa María que inventó Onetti, y de este Villa Gesell fantasmal que inventó Saccomano en sus últimos textos. Tiene bastante de esta Argentina de doble faz que estamos viviendo, esta especie de desolación por debajo del simulacro de estar en el Primer Mundo.
-Recuerdo otros pueblos costeros vacíos como el de Pablo de Santis o el de Guillermo Martínez. Aunque a diferencia de ellos en tu pueblo imaginario la gente ha quedado tan despojada que debe construirse de nuevo. Inventarse a sí misma.
-Estamos viviendo una época en donde casi todos los parámetros morales y éticos de una u otra manera han perimido, y lo curioso es que el nuevo código, como todavía no tiene nombre, parece no existir, lo único que hace falta es que alguien lo enuncie pero ya está en funcionamiento.
-En el terreno del relato se trata de un texto puro, sin fisuras. cada frase es una búsqueda precisa.
-El libro tiene la intensidad y el afán de desnudez de mi primer libro que va a reeditar Alfaguara el mes que viene, "Corazones cautivos más arriba" y que ahora se va a llamar "Corazones", combinado con cierta manera de seguir y retratar la historia que estaba en "Nadar de noche". Pero "Nadar de noche" fue un fresco generacional así como "Frivolidad" fue un fresco social, y en "Frivolidad" ya comencé a construir personajes excéntricos. Por otro lado, son personajes que ocultan un secreto. Tuve una crisis estilística en medio de este libro, no sabía para donde iba, no quería seguir usando la ironía. Estaba trabajando con ironía, no estaba arriesgando. Me gusta meterme, que el libro sea un problema casi insoluble y que me lleve a usar todos los recursos que tengo para resolverlo. Una de las primeras cosas que hice fue obturarme el colchón de la ironía o el facilismo de la ironía. A partir de ese momento la verdad es que tuve que escuchar como nunca antes la voz de los personajes y aquello, que en el discurso de ellos, ocultaban. Por más que no aparezca en el libro yo necesitaba saberlo sí o sí para poder contar cabalmente la historia.
-La Z es un final. Tu propia conclusión sobre un tipo que le pone un punto y a parte a su vida.
-Hay todo un juego con el tema de la Z. En los cuentos en los que él es mencionado como Z, son los dos momentos del libro donde él se siente el último orejón del tarro. Hay otra metáfora, el padre era un lector de libros, él en cambio hereda una biblioteca y simplemente le sirve como objeto decorativo. Pero en el momento menos pensado descubre una respuesta en esos objetos que le son tan foráneos, y termina sentándose y leyendo uno. De la misma manera es él quien hace quebrar su empresita, la que hereda del padre, hace su vida y se va, yo creo que el tipo es el último de una estirpe, de su apellido, de la Argentina productiva, el último de la Argentina lectora, el fin del milenio representa muchas cosas.
-También están esos pequeños trucos, anoté algunos, como cuando la chica pierde la sandalia en Brasil. Una cenicienta moderna.
-Cuando haces un libro a lo largo de tanto tiempo, por un lado te lo sabés de memoria, casi te lo podés recitar pero por otro hay cosas que pusiste, que en su momento tenían un sentido, eran un guiño, un homenaje secreto y después con el tiempo se incorporan tanto a la trama que te olvidas el motivo por el que lo pusiste o el detonador original que te llevó a ponerlo. A mí me ha pasado con varias de esas. Recién ayer me senté a leerlo como libro para ver si tenía ratas y otro poco para autoflajelarme por lo que no corregí y descubrí algunas piecitas.
- ¿Qué te quedó después de terminarlo?
-Yo cometo, cada vez que termino un libro, el mismo error. Me lo dijo Abelardo Castillo como cien veces y soy incapaz de hacerle caso. Me ha dicho: "Cuando terminés un libro tratá de tener algo empezado antes de publicarlo cosa de no quedarte tan vacío". Yo sistemáticamente cada vez que termino un libro abro lo cajones y veo que no queda nada y creo que esta vez es todavía más fuerte porque como nunca antes con este libro dialogo con mis libros anteriores por un lado y por otro con los pies en el nuevo milenio, la verdad que parece una coquetería, pero yo me siento de otra época, yo soy del siglo pasado, soy de allá. De manera que no sé qué me depara el futuro salvo el placer inmenso de ver a mi hija.

Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

   
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