Miércoles 15 de agosto de 2001 | ||
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La chica de mis sueños |
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Esa chica sale de entre la gente. Se baja del colectivo en Perú y Humberto I, en San Telmo. Te la encuentras una tardecita de invierno justo a la entrada del videoclub en Neuquén. Esa chica tiene mil nombres posibles, pero no le sabes ninguno. Desconoces por completo dónde vive, con quién, si está sola o quiere dormitar junto a alguien. Esa chica tiene rostro de Sara, ojos de Gabriela, labios de Inés, sonrisa de Mercedes. Esta chica es la que se queda pendulando entre las paredes de tu cerebro mientras los años pasan y te vas volviendo viejo de piel. Si te vuelves viejo de espíritu es otro cantar. Esa chica, por lo general, es la chica de tus sueños. Y aunque resulte cronológicamente mayor que el estereotipo que has configurado, siempre será una chica. La chica de tus sueños es, en realidad, la perfecta mujer. En otras tardes, embebido de la nostalgia que nos hace recapitular y entender que hemos vivido equivocándonos, pensarás en ella. No siempre será una imagen difusa. Llevaba una falda corta de tela verde, con flores blancas estampadas. Medía 1,65, pelo largo, castaño, piernas torneadas por dos ángeles caprichosos, labios dulces. Se escapó, así, sin que pudieras jurarle amor eterno. Pasión por las siguientes contracciones del Universo. Uno de los amigos de Charles Foster Kane -aquel personaje poderoso y atormentado de "El Ciudadano" de Orson Welles- le confesó al reportero que buscaba el secreto tras la palabra "Rosebud", que había recuerdos en su memoria absolutamente imborrables. ¿Por qué? El tampoco lo sabía. Pero una de esas marcas perpetuas era una chica. La chica en cuestión servirá de refugio, uno de los tantos y especiales que construyas a lo largo de tu ruta, un antídoto contra los malos tiempos y los tragos amargos. Si hay suerte, el hechizo no se romperá jamás. El aire quedará poblado de detalles, de flores que se suicidan, de nubes formando paraísos bajo su cabeza. No es que no podrás amar a alguien más, lo harás. Sin duda lo harás. Pero hablamos de otros cielos, ¿no? Al pasar ella sentirás una pregunta, un tono, una textura. Te alcanzará con eso. Tal vez puedas, quién sabe, escribirle una nota y cien poemas de corrido. De esto tratan algunos sueños, de la imposibilidad de convertirse en agua cristalina. ¡Qué acto de romanticismo para los tiempos del cólera! Ingrid Bergman le susurraba al oído a Humphrey Borgart en Casablanca: "El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos". Nunca hay un buen momento para enamorarse. Nunca hay uno malo. La calle será un río. Buscarás su aroma mientras juegas el peligroso póquer de la existencia. Será verdad y mentira. El blanco-negro del I-Ching. Tu karma. El último disco de un guitarrista increíble, Vicente Amigo, trae una definición del instante y la expectativa como pocas se han escuchado en los últimos años: "Cerca del río hay un sendero/ donde la tarde es caramelo/ cerca del río yo me pierdo/ me encontraré cuando me encuentre con tus besos". La chica y los poemas, aunque le pertenecen, no se encontrarán nunca. Para eso nacen. Claudio Andrade |
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