Domingo 29 de julio de 2001

 

Primeros periódicos y el aviso del cine-bar La Alegría

 
  El Limay no figura en los anales oficiales de la región pero seguramente fue el primer periódico del Nahuel Huapi. Apareció el lunes 30 de julio de 1923 anticipando la pronta iniciación del camino que el ingeniero Emilio E. Frey había trazado hasta Traful con el contratista Primo Capraro. Dio cuenta de la baja al capitán Domínguez al frente de la policía fronteriza, e incluyó un obituario sobre Enrique Gingins, el reverenciado pionero que había fallecido el 21.
El Limay abundaba en noticias agropecuarias y sociales, aunque tenía reducida circulación. Sus dos o tres páginas tamaño oficio se tipiaban a máquina con copias de carbónico violeta y corría a mano entre los pocos pobladores. El encabezamiento del Nº 1 precisaba la frecuencia quincenal y su sede: Nahuel Huapi. Carecía de editor responsable, advertía no admitir colaboraciones ni devolver originales. Tanto en Nahuel Huapi como en Bariloche había avidez de lectura porque el clima siempre impuso actividades puertas adentro. La inexistencia de caminos o el mal estado de las huellas ayudaba al aislamiento. Sin radio ni tv, el telégrafo mitigó en algo - a partir de 1902- la falta de comunicación con mensajes breves y su complejidad funcional. No sólo dependía de telegrafistas expertos, sino de "guardahilos" que recorrían la línea de a caballo o se entregaban a la indolencia, como algunos encargados del correo: se demoraban en los boliches o desaparecían. Augusto Ríos, uno de los primeros guardahilos de la línea a Bariloche fue exonerado en 1909 y el ministro del interior Marco Avellaneda lo reemplazó -a propuesta del correo- por Fulgencio Vázquez. Muchas veces existían razones políticas o personales, como sucedió con el valijero postal de Neuquén Raúl Nordenstrom, dado de baja en abril ese mismo año en beneficio de Enrique Mussina. Hubo problemas con la correspondencia en Paso Limay y también se iba a producir la fuga del jefe de correos de Bariloche.

La tinta derramada

Existen registros de fin de siglo sobre los ítems de carga de los carruajes a las estancias inglesas con los diarios capitalinos La Prensa, La Nación y en especial el Buenos Aires Herald. Los periódicos regionales abundaron en el territorio de Río Negro desde 1879, pero en Viedma el primero -tuvo frecuencia bisemanal- fue La Nueva Era. Comenzó en Patagones para la Navidad de 1903 y continuó en Viedma.
El otro polo editor -General Roca- arrancó con los semanario La Civilización (marzo de 1885) y El Demócrata (1907) cofundado por Fernando Emilio Rajneri, que finalmente lanzó este Río Negro que, como se sabe, apareció quincenalmente desde el 1º de mayo de 1912, luego semanario y finalmente diario, decano de la prensa rionegrina.
Los barilochenses necesitaban difundir de sus propias noticias y comentarios turísticos además de medios de difusión interna que los comunicara dándoles cabida comercial. Pero lo mejor consistía en interesar al gobierno central, ya que lo publicado en los diarios nacionales rebotaba sobre las gobernaciones. Lo ideal: ofrecer corresponsales locales y estimular la llegada de periodistas capitalinos. Pobladores de los primeros tiempos mandaron cartas y notas a los diarios porteños. Algunos lograron ser corresponsales (como Primo Capraro, de La Nación). Hubo notas de José Varas, de Clemente Onelli y hasta del juez letrado del territorio, Dr. Luis José Ruiz Guiñazú cuyas notas especiales treparon a los diarios porteños. La magia que rondaba el lago atrajo en 1916 a la periodista de La Prensa Ada Elflein y un año después a Emilio B. Morales, fundador de La Razón y luego corresponsal en la Primera Guerra Mundial junto con Juan José de Soiza Reilly. Claro que el arribo más insólito de un periodista a la región -en la primavera de 1921- fue la de Guillermo Estrella (La Nación). A bordo del primer avión aterrizó en el lugar -la estancia San Ramón- donde se apeó el piloto, mayor Kingsley de RAF (Real Fuerza Aérea), y que transportó al dentista, estanciero y buscador de oro George Newbery -tío de Jorge-, urgido por visitar en su estancia de Fortín Chacabuco a su hijo Tom, enfermo (la llegada de Estrella y sus crónicas merecen una evocación aparte).

En el boliche de Jones

Que se sepa, no quedan testimonios a mano de la modesta perdurabilidad de El Limay de 1923, que en su primer nota editorial se excusaba por cierto armado desprolijo de la edición y confesaba su interés por una rápida mejora con "la compra de un mimiógrafo (sic)". Había sido impreso (dactilografiado) en el boliche de Jarred Jones, de la boca del Limay (donde en los últimos años se estableció la parrilla Boliche Viejo). Allí -en 1975- quien esto escribe y luego de una entrevista a Andrés Jones, hijo del pionero texano, fue invitado a hurgar en el boliche abandonado. Halló el original de la primera edición y la manuscrita orden de publicidad del primer aviso por $ 1,50. Consistía en 20 versos del Café Bar La Alegría, de Belarmino García, obligada asonancia que se asociada con dos servicios adicionales del local barilochense: churrería y peluquería. Le precedía el anuncio pomposo de un nuevo billar y un juego de ajedrez.
El hallazgo del mimeógrafo clamado en el primer editorial -entre el desorden de objetos y papeles- hace deducir que la hoja, seguramente con el apoyo de don Jarred Jones, continuó por un tiempo aquella aventura editorial.
El quincenario insertaba sociales serias, como el compromiso matrimonial celebrado entre la señorita Matilde Pefaure con el señor Antonio Viñas; el casamiento en la Capital Federal entre Rosa Virginia (Dolly) Newbery con el ingeniero Francisco Lobos, con agasajo limitado por el luto la familia y la sobria luna de miel programada a Chile. Daba cuenta de viajeros -desde Buenos Aires de Mr. Guy Dawson y su hija Miss Mary-, o puntualizaba traslados más cercanos como el de "Enrique Massot que viene a Nahuel Huapi a buscar correspondencia".
En cambio los rumores eran cáusticos y hasta enigmáticos: "..a Leonardo Arduser le fue mal la última vez en Bariloche" o "la señorita Nora Jones está cabizbaja y meditabunda porque no va a Buenos Aires este invierno".
Las noticias útiles tenían que ver ese invierno con el abastecimiento, como el arreo de vacunos gordos de La Lipela camino de Bariloche a faenar por Guidebono y Asenjo, y otros de la costa del Traful a sacrificar por Pedro J. González. Los carros de Juan Pocco estaban fletados para la estancia La Primavera, y la tropa de carros de Segundo Ventura hacía cuatro días que marchaban -a carga completa- para Nahuel Huapi y Bariloche.
La Historia de Río Negro destinada a la enseñanza provincial y coordinada por Osella y Vidal en 1974 da como primera publicación de Bariloche a La Voz Andina "dirigida por Salvador Vadachino" (1938). En realidad fue fundada y dirigida por el joven José Mayer (h) -de la familia propietaria del hotel pensión Eddén- desde el número inicial del jueves 21 de abril de 1938 hasta el Nº 25, cuando asumió Rinaldo Nardini, que aparece como director en la edición número 26 del jueves 13 de octubre. La tapa de esa edición homenajeó al director saliente y anunció el agasajo del sábado siguiente: un vermouth en el Bar Internacional.
Pero a la Voz Andina le precedió Nahuel Huapi, el periódico dirigido por Pedro Ichazo Blanco, titular de la imprenta local que figura en la guía de Hans Hildebrandt y Otto Mailing (años "30 al "32), cuando varios vecinos eran corresponsales de diarios lejanos. El múltiple Hildebrant escribía para El Mundo de Buenos Aires, La Nueva Provincia de Bahía Blanca y La Nueva Era de Viedma. Para La Razón lo hacía J. C. R. Bresler; José de García para La Prensa, mientras que a La Nación se reportaban Pedro Alcoba Pitt y Luis Soriani. Mucha tinta corrió en Bariloche hasta que, finalmente, Río Negro instaló allí su agencia lacustre. De esos tiempos, siempre se recuerda a uno de los primeros periodistas que remitieron sus crónicas: Manolo Puente Blanco, que murió en Carballo, Galicia -su tierra- y habita el Cementerio del Montañés, al pie de la imponente pared del cerro López.



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