Domingo 22 de julio de 2001 | ||
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Ada Elflein, Pendón y otros relatos invernales |
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Camino al centenario, Por Francisco N. Juárez |
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El escaso turismo junto al esquí pionero y las tertulias entibiadas por el fuego hogareño, dieron el encanto de intimidad a los crudos inviernos del viejo Bariloche. Claro que los peores meses de nevadas y amargura se registraron durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Tardías y apartadas noticias de conseguían en los Andes australes la versión verbal de ataques igualmente hirientes. Esas disputas enfrentaban a los extranjeros residentes quienes, pasado esos fragores, volvían a la cordialidad. La amalgama vecinal también surgía cuando algo rescataba los sentimientos comunes. Fue lo que sucedió el viernes 25 de julio de 1919 en plena postguerra. El telégrafo registró la noticia con lacónica frialdad. "Murió Ada Elflein". Enseguida la voz corrió por la aldea y todos se acongojaron; la sabían joven -39 años- y llena de proyectos. ¿Quién no conocía en esos tiempos -aunque fuera de nombre- a Ada Elflein? Especialmente en Bariloche, donde la vieron llegar el verano de 1916 cuando pasó varias semanas y no dejó nada sin recorrer. La mayoría de los vecinos del lago conocieron su simpatía. Sencilla pero culta y políglota, había leído a los clásicos en cada idioma original y en la babel que era el Bariloche inicial, habló con cada cual en su lengua. Poco tiempo después de aquél viaje, los pobladores recortaron las detalladas notas de La Prensa donde dejó estampado su asombro por la belleza del lugar. Nunca la olvidarían. Ada había preparado minuciosamente el viaje y el diario -del que era redactora- lo anunció con lujo de detalles el jueves 13 de enero de 1916. "El itinerario -señaló La Prensa- ha sido trazado por compatriotas que conocen en todos sus detalles la hermosa región y ampliado por el doctor Francisco P. Moreno, quien tiene un profundo conocimiento de aquella comarca considerada una de las más bellas del mundo". Partió al sábado siguiente acompañada de las entrañables amigas Mary Kenny y Sara Abraham, pioneras feministas. Viajaron en tren a Zapala y siguieron en automóvil por la región de los lagos neuquinos hasta San Martín de los Andes. También visitaron Chile y regresaron por Pérez Rosales. Navegaron por todo el Nahuel Huapi incluida la península Beatriz (hoy Quetrihué o bosque de Arrayanes) y toda la vasta región circundante. Hija de alemanes, había trabajado -muy joven- en difíciles textos para Bartolomé Mitre, quien le extendió un elocuente certificado como traductora. Así llegó a La Prensa en 1904, donde tuvo una oficina plagada de cuadros, libros y recuerdos familiares. Totalizó unos 2000 artículos periodísticos, 300 cuentos ("La cadenita de oro" fue uno de los que trascendieron a todo el mundo de habla hispana) y escribió no pocos libros. También dio a luz ensayos, alguna comedia, cuentos argentinos (diez bien nativos, que vendió a 80 pesos nacionales) y leyendas. Prudente, quemó tres cuadernos de poesía y en 1911 remitió al Káiser germano su libro "Geshichten aus Argentinien". Pero se lo devolvió la embajada porque siendo hija de alemanes ella se declaraba argentina. Ada retrucó su desencanto. "Son las flores de la burocracia que rodea a los emperadores", dijo aludiendo a los diplomáticos, y calificó la actitud como ajena "a los sentimientos que vigorizan nuestra alma en la democracia argentina". Nació (1880) y murió en la misma casa porteña de Arenales 1491. De allí marchó al panteón del Círculo de la Prensa en Chacarita. Pendón a enarbolar A poco más de veinte años de las notas sobre Nahuel Huapi publicadas por Ada Elflein, la población se había duplicado. Bariloche totalizó entonces más de tres mil trescientos habitantes y ya recibía cerca de cuatro mil turistas anuales. El flujo se acentuó con la llegada de la primera locomotora, el 6 de mayo de 1934 y el primer tren de pasajeros el 12 de diciembre siguiente. Los residentes más novatos caminaban por la calle Elflein, pero desconocían al personaje que la arteria homenajeaba. El gigante peluquero Adolfo Pendón, sí sabía. Es cierto que cuando la periodista Elflein hizo aquél viaje, Pendón era un muchacho de Berisso que sobrellevaba un problema genético y lucía pálida su piel quebradiza, pero leía todos los relatos sureños. Tenia un alma generosa pero un aspecto que, de adulto, confundía. Dejó el hogar, eligió Bariloche y en el primer carnaval de 1923 se disfrazó de gitana en el corso de la calle Mitre, cuando también se paseó un dinosaurio armado para burlar la búsqueda de un ejemplar vivo -denunciado por el texano Martín Sheffield- inútil expedición comandada por don Emilio Frey. (Muchos años atrás, quien esto escribe grabó a don Emilio sobre el suceso y entrevistó a todos los hijos de Sheffield; también charló con Pendón en el desaparecido café Carlos Gardel). A fines de la década de los años "20 el bueno de Pendón competía con los peluqueros Soriani (en La Moderna y en cortes Argentina). La de Pendón se llamaba peluquería España, con teléfono 65 y kiosco de billetes de lotería. Un cliente de fierro, Emilio Frey, perseguía la suerte y elegía caramelos: pero ya había endulzado el fin de año de 1916 cuando acertó con un décimo el tercer premio mayor. El 24 de julio de 1938 Pendón viajó a Buenos Aires -según La Voz Andina- a estudiar cábalas de la buena suerte para sus clientes, pero en realidad cuidó de la niñita Inés Natarriaga, necesitada de un urgente tratamiento a la vista en la capital. Desde allí escribió al periódico para dar cuenta del tratamiento en el Santa Lucía y agradecer atenciones recibidas. Nunca dejó de vender loterías y hasta fue extra de cine en una película sureña. Sobrevivió a muchos y estaba envejecido cuando él mismo acertó el premio mayor. El bueno de Pendón, eterno soltero (padeció problemas para realizarse de otro modo), no tuvo dudas: invirtió el premio en juguetes. Así, por una vez -la última-, fue el rey mago entre los chicos del Barrio Alto. Muerte en el Centro Cívico Las obras del Centro Cívico estaban avanzadas en el invierno de 1938. Fue el 26 de julio que el italiano José Zampese pudo haber pensado en su suerte: ser un inmigrante italiano joven -30 años-, haberse casado un año antes con la residente Argentina Speranza, y trabajar frente a ese lago. El nombre de su esposa le parecía un crédito al futuro, pero estaba sobre un andamio con Juan Straubinger a un instante de ser un mártir del progreso -sin saberlo, claro- tratando de colocar una gran piedra sobre una chimenea del Centro Cívico en obra. La piedra cayó sobre el andamio, lo rompió, los obreros cayeron sobre el techo escarchado y luego -vertiginosamente- se desplomaron contra el piso. En el hospital, el doctor Juan Neumeyer se ocupó de la pierna fractura de Straubinger pero certificó la muerte del italiano. La viuda y sus padres -Beatriz Bufón y Gaetano Speranza- tuvieron algún consuelo. Una multitud marchó rumbo a cementerio viejo. fnjuarez@interlink.com.ar Sociales de esta semana • Estos días pero de 1938, se registró el primer viaje de egresados. La aventura invernal se emprendió en el lujoso ferrocarril y el precursor fue el ingeniero y profesor Cecilio Masramón y su atildado grupo de estudiantes de 5to. año del porteño colegio Nacional Manuel Belgrano. |
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