Domingo 8 de julio de 2001 | ||
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Pasión y agonía de un poderoso comisario |
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El intento de traslado en 1905 de José Alanís -el policía más querido en San Carlos- provocó un pronunciamiento popular. Los barilochenses clamaron al presidente Quintana y le ganaron la pulseada al gobernador Tello. En persecución invernal de bandoleros -en 1911- el comisario enfermó. Murió, joven, cuatro años después. |
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El 9 de julio de 1905 fue festejado en San Carlos de Bariloche por los pocos argentinos y los muchos extranjeros allí invadidos por un firme sentimiento por el terruño adoptivo. No faltó el asado ni fervores con que se enalteció el 89º aniversario de la Independencia y entre la tibieza del fuego, los pobladores reiteraron su reconocimiento al comisario José Alanís. Llevaba casi seis años en las arduas funciones policiales en la zona. Pero ese día se ignoraba lo que venían tramando en Viedma, ya que dos días después, el presidente de la Nación Manuel Quintana y su ministro de Interior Rafael Castillo decretaba- a requerimiento del gobernador-, el pase de Alanís al departamento de 25 de Mayo, y cambiaba al de esa región, Zenón H. Aguirre, para sentarlo en Bariloche. Fue un arreglo del jefe policial rionegrino Eduardo Comas para su amigo Aguirre que suscribió el gobernador Eugenio Tello. Ignoraban, claro, la reacción de los pobladores de Bariloche. A los lugareños la noticia les llegó recién al atardecer del 28 de agosto y resolvieron telegrafiar al día siguiente al ministro con todo el protocolo, en respeto "del orden y trabajo como vecinos, comerciantes, industriales y hacendados en este apartado pedazo de la integridad nacional" y aduciendo las "aspiraciones legítimas a su propio bienestar". Pidieron dejara sin efecto el pase en mérito a que en 6 años el comisario no había generado queja alguna como "sucede en muchos puntos de los territorios nacionales". Señalaban que el alejamiento "del señor Alanís significa la supresión de un empleado digno". Lo suscribieron 52 vecinos entre los que estaban el "administrador" del pueblo Humberto Giovanelli, el capitán José D. García, un recién llegado -en 1903- Primo Capraro, Eduardo Beovide, Carlos G. Parsons, Cornelio Hagemann, Federico Reichelt, Víctor Bruneta, Daniel Marquez, Arturo Cooper y muchos otros ilustres de entonces. Castillo contestó 48 horas después por telegrama, con cortesía pero negativamente. A la vez, el tema volvió desde el gobierno central ese mismo a consulta del Gobernador, por si se mantenía o habría que "complacer al vecindario dejando en Bariloche a un empleado que es bien apreciado por él". Rápidamente los barilochenses se enteraron de la consulta y el 1º de setiembre, encabezados esta vez por Parsons insistieron ante el ministro Castillo. En telegrama paralelo desde Viedma firmado interinamente por Rómulo Sarmiento (al parecer Tello viajó urgente a Buenos Aires), negó el cambio al gobierno central, sin saber que otro telegrama de los barilochenses con el grueso de las firmas llegaba el 2 de setiembre dirigido al propio presidente Quintana, bastante fastidiado con el gobernador. Lo tenía resuelto y escribió el borrador de los considerandos: "Vistos la precedente petición de los vecinos de Bariloche…, el informe del gobernador y no aduciéndose en éste razones que demuestren la conveniencia de mantener el traslado referido, el Presidente de la República decreta.." y anuló el pase. Hubo gran fiesta en San Carlos y Aldina del Moral se sintió orgullosa de su marido Alanís, agasajado como un héroe y a quien no le había podido dar hijos. Aunque Tello insistió y mandó al mes siguiente al inspector de policía Palasciano (registro de La Nación del 27 de octubre de ese año) para hacerle un sumario inútil: los barilochenses testimoniaron a favor de Alanís. Cuando por primera vez llegó al lago este policía excepcional, la comisaría era un pocilga tan mal equipada como la de Nahuel Huapi -en la boca del Limay-, donde para el 13 de mayo de 1905, según La Nación, el correo y telégrafos del lugar "ocupa una pieza que se asemeja a un toldo tehuelche". Hubo incluso una tramo acéfalo de comisarios y los escasos muebles y armamento fueron encargados Francisco Preston, el inglés que administraba la estanciera Cía de Tierras del Sud Argentina. El 2 de agosto de 1899, Preston contestó al teniente coronel Vicente Laciar, asentado en el Mayoco, que todas las existencias de la comisaría de Bariloche habían sido entregadas al juez de paz Luis Pefaure "por el extinto Gabriel Zabaleta, quien estaba a cargo de la comisaría cuando yo me encontraba ausente". Eran 2 mesas, 4 bancos, 2 reglas, 1 lapicera, 1 tintero y 1 sello de goma, además del mueble armero para una artillería obsoleta de 10 Remington, 9 sables completos, 9 cananas y 50 tiros de bala. Además, un solo par de esposas, 1 "mula patria" y 10 famélicos caballos con marca RA. Héctor Guffantti aparece como comisario en varios incidentes de 1901. Aunque Alanís actuó, quizás en un grado subalterno, desde 1900. Muy pronto debió valerse de un personal deficiente y atender asuntos violentos y complicados propios de la frontera. Por ejemplo la baja de su plantel el 13 de abril de 1904 (cuando Benito Crespo estaba a cargo del registro civil) por muerte -a las 6 de la mañana y por heridas graves- del agente Efraín Giménez, del que sólo se sabía que era chileno de 25 años. Alanís debía cabalgar enormes distancias cuando por trifulcas en cualquier lejanía del extenso territorio de su jurisdicción. Pero combatió el bandodidaje. En el semanario "noticioso y comercial" La Nueva Era -dirigido por Mario Mattecci que se editó en Patagones y por atropellos inferidos por el comisario bonaerense Fabio Dozo se trasladó a Viedma-, dio cuenta de que el ministro Castillo felicitó por nota del 22 de octubre de 1904 al gobernador a causa de la buena actuación de la policía de Bariloche. Pero había violaciones, algún crimen, muchas disputas por tierras, reyertas de salón y de juego (que no estaba prohibido pero traía secuelas). La Prensa del 15 de setiembre de 1903 sostuvo que desde Paso Limay se anunciaba la inminente cuadrera en Carhué Grande -camino al Neuquén- entre caballos de los señores Garza (con quinta frente al Nahuel) y Aranda, por la bonita suma de1000 pesos, una fortuna para esa época. Alanís tuvo limpia trayectoria y salió libre de toda acusación. Cuando apareció la Policía Fronteriza de Río Negro -con Adrián del Busto a la cabeza y asiento en Bariloche- se superpusieron las jurisdicciones pero Alanís cumplió todo a rajatablas. Incluso cuando Del Busto le ordenó salir en el crudo invierno de 1911 a perseguir bandoleros, que resultó una denuncia sin fundamento. Volvió seriamente enfermo y se angustió. Debió atenderse en Buenos Aires. Jadeaba en Bartolomé Mitre 1165 cuando llegó al consultorio del Dr. Antonio D. Podestá que certificó su afección aórtica el 10 de enero de 1913. Las primeras licencias por enfermedad las pidió desde febrero y también la jubilación (trámite 3754 C). Clamó por carta al gobernador y al director de Territorios de Interior, Isidoro Ruiz Moreno, a quien el 4 de mayo de 1914 le escribió desde la cama 11, sala 14 del desaparecido Hospital de Clínicas de la calle Córdoba. Le contó haber adquirido su enfermedad en "los dos meses que anduve en la persecución de los bandoleros del Sud, los más fríos del año. Cuando regresé a Bariloche llegué afectado del corazón…no podía andar una cuadra de a pie". No iba a padecer mucho más. Volvió a General Roca, donde se había trasladado al enfermarse y dictado su testamento. Allí murió poco después de la 5 de la tarde del 4 de enero de 1915 ¨por insuficiencia aórtica" como lo testimonió el médico José Troncoso Domínguez. El acta lo da como de 40 años, hijo de Román Alanís y María González, pero la edad es una incógnita y apareció en otros documentos de hasta diez años mayor. Su testamento del 26 de setiembre de 1913 denunciaba que Faustino Alanís era un hijo natural suyo de unos 20 años y nacido en Buenos Aires. Sin hijos, el matrimonio adoptó a la niña Mercedes. Declaró a nombre de su esposa un lote en el Pueblo Nuevo Roca y otro pastoril en la Colonia Nahuel Huapi., una acción de la casa Gath & Chavez por 100 pesos oro, todos gananciales. Pero nunca se encontró la acción. Algún valor tenían su tierra en Bariloche, pero el terreno de Roca estaba hipotecado en 2000 pesos. Encargó diez misas por su alma y donar 500 pesos a Mercedes si se vendían sus bienes. Pero no se logró porque la sucesión quedó indefinida por la no presentación de su heredero porteño. Después, el silencio. Sociales de la semana • La Voz Andina del 14 de julio de1938 publicó una foto de Kaltschmidt en plena clase de esquí en el cerro Otto dictada por Meiling haciendo la cuña o "barrenieve". La nota señalaba el viraje Stemmbogen y que a clase se llegaba por el camino de automóviles hasta Piedras Blancas (trineos en el Alpen Hotel) y luego "seguir 15 minutos de marcha a pié". |
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