Domingo 22 de julio de 2001

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Siguen la violencia y el desacuerdo entre lasgrandes potencias

 

Líderes mundiales cambiarían el sistema de reunión

 
  Los líderes de los países más ricos del mundo se enfrentan a un nuevo dilema: ¿Realmente vale la pena el trabajo de celebrar estas suntuosas reuniones, que ahora son el blanco principal de la violencia antiglobalización?.
Los siete países más industrializados del mundo y Rusia se encuentran atrapados entre seguir adelante con las colosales reuniones o regresar a las conversaciones informales de los años 70.
El tema también comienza a ser acuciante para el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, cuya reunión en Seattle, en noviembre de 1999, fue escenario de las primeros disturbios violentos de manifestantes antiglobalización. Los miembros del G-8 saben que la respuesta no es fácil.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, gastó 100 millones de dólares para preparar esta cumbre, incluidos los 20 millones de dólares que ha costado construir una fortaleza de alta seguridad que proteja a los líderes mundiales de los disturbios, y él fue el primero en manifestar sus dudas con respecto a estas reuniones. "Toda la idea del G-8 tiene que ser revisada, ésta es probablemente la última de este tipo", dijo Berlusconi en entrevista con el diario "La Repubblica".
Sin embargo, otros se muestran inflexibles en que los líderes que han sido elegidos democráticamente no sean vistos como que se derrumban ante manifestantes y activistas. "No existe duda alguna en que las cumbres internacionales tienen que seguir celebrándose", insistió el primer ministro británico, Tony Blair.
Los principales líderes mundiales estarían pensando en el futuro realizar reuniones más pequeñas en sitios remotos.
Este tipo de reuniones, que puso en marcha el ex presidente francés Valery Giscard d"Estaing en 1975, nacieron como unos encuentros informales donde los líderes de los países más ricos se reunían exentos de presiones como en las charlas "de sobremesa". Luego crecieron y se han transformado en un evento difícil de manejar y dominado por los medios de comunicación, donde los líderes estampan su firma en largos comunicados elaborados por asistentes que pasaron meses discutiendo a fondo los comunicados finales, a menudo banales.
En Génova, sin embargo, las preocupaciones se han centrado más en evitar la violencia en futuras reuniones que en la falta de una verdadera sustancia en las cumbres del G-8. El primer ministro canadiense Jean Chrétien, que será en anfitrión de la próxima cumbre, dijo que pensaba reducir el tamaño de la cita del 2002. Funcionarios canadienses adelantaron que podría llevarse a cabo en un refugio de las Montañas Rocosas, más fácil de custodiar, con delegaciones menos numerosas que las de Génova, donde los participantes suman miles. (DPA/Reuters)
     
     
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