Miércoles 18 de julio de 2001

 

Murió legendaria editora en EE. UU.

 

La dueña del prestigioso matutino "The Washington Post" falleció ayer a los 84 años a raíz de un fuerte golpe en la cabeza debido a una caída accidental. Durante sus años al frente del diario, se publicaron notas que hicieron historia, como los documentos del Pentágono sobre Vietnam y el caso "Watergate".

  Washington (EFE).- Considerada como la gran dama de la prensa estadounidense por su prestigio e influencia, Katharine Graham, 84 años, murió ayer en un hospital de Boise (Idaho) tras sufrir un fuerte golpe en la cabeza en una caída.
Con Graham desaparece una de las leyendas del periodismo estadounidense desde que en los años 70 desafió al poder del gobierno estadounidense con la publicación de los documentos del Pentágono sobre la guerra de Vietnam y el caso Watergate.
Graham no estaba ni mucho menos predispuesta a tal destino. Hija de un rico judío de Washington, Eugene Meyer, se casó por amor con Phillip L. Graham y vivió como una dócil esposa y ama de casa a la sombra de su marido.
La fuerte personalidad de Phillip L. Graham hizo estragos en Washington a finales de los años 50 y desde la dirección del "Post" dominaba los clanes políticos de la ciudad. Una enfermedad mental arruinó su vida y tras una serie de crisis se suicidó en 1963.
A Katharine el mundo se le echó encima, tanto por la muerte de su esposo como por el reto de tener que asumir la dirección del Post.
Entró en el diario con un escaso bagaje como reportera y con mucho respeto hacia los santones del periódico.
El pulso no le tembló y su primer gran riesgo lo asumió cuando contrató a otro hombre que marcó su vida: Benjamin Bradley, un joven periodista que asumió la dirección del "Post" y que junto con Katharine cambiaron radicalmente el periódico, considerado hasta los años 70 como un diario provinciano. Graham y Bradley se jugaron su prestigio y la posibilidad de ir a la cárcel cuando dieron su visto bueno a la publicación de los documentos del Pentágono que sacaron a la luz las mentiras del gobierno estadounidense sobre la guerra de Vietnam.
Con el Watergate, Graham volvió a arriesgarse y dio todo su respaldo a dos desconocidos reporteros de la sección local, Bob Woodward y Carl Bernstein, que sacaron a la luz uno de los grandes escándalos de la política estadounidense.
Las informaciones del "Post" obligaron a la dimisión del entonces presidente Richard Nixon y constituyeron todo un hito en la lucha de los poderes gubernamentales y la prensa.
En los dos casos, Graham salió triunfante y su aureola quedó para la historia del periodismo de Estados Unidos. Pero es que además, Katherine ayudó a transformar el "Post" de una pequeña empresa editora al actual conglomerado de periódicos, revistas, emisoras de radio y televisión e intereses en todo tipo de medios de comunicación.
El periodista Mike Wallace calificó hoy a Graham como "una gigante del periodismo", y el veterano Walter Cronkite dijo que ha sido "una de las figuras más importantes en la evolución de la prensa estadounidense en las décadas recientes". "Katharine fue una mujer resuelta, que supo abrirse camino y dejar su huella en un territorio, hasta entonces, dominado por hombres", dijo Wallace. "Pero, más que eso, estuvo en la primera línea de un crecimiento del periodismo estadounidense que, en pocos años, pasó de ser una prensa provinciana a una prensa ocupada con asuntos de interés mundial".
Desde que en 1993 dejó el día a día de la dirección del Post a su hijo Donald, Katherine pasó a un discreto segundo plano. Escribió su biografía que ganó un premio Pulitzer y entre bastidores mantuvo su extraordinaria influencia en una ciudad en la que el "Post" lo es todo.
Por su casa de Georgetown ha pasado todo el poder político y económico de Estados Unidos y desde sus salones, Katharine seguía haciendo gala de sus extraordinarias dotes de persuasión y convencimiento.
A sus 84 años, Katharine seguía asistiendo a conferencias y seminarios de la prensa estadounidense y justamente con motivo de una de esas reuniones tuvo un desgraciado accidente.
La gran dama del periodismo estadounidense cayó, se golpeó en la cabeza, quedó inconsciente y nunca más volvió a despertar.
   
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