Martes 17 de julio de 2001

 

China y Rusia sellaron una alianza estratégica

 

Putin y Zemin firmaron un acuerdo considerado "histórico".Es una respuesta al escudo espacial que desarrolla Estados Unidos.Moscú amenaza con reanudar sus pruebas con misiles nucleares.

  MOSCU (ANSA) - Rusia y China firmaron ayer un "histórico" tratado de cooperación y amistad que impulsa un acuerdo de estabilidad estratégica bilateral amenazada, según Pekín y Moscú, por el proyecto de escudo antimisil de Estados Unidos.
La estabilidad estratégica fue el centro de las deliberaciones entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y el premier chino, Jiang Zemin, y de la posterior declaración conjunta, además de estar mencionada en el tratado.
Putin y Jiang, que se reunieron a solas en el Kremlin y luego con sus respectivas delegaciones, ratificaron que el Tratado misilístico AMB "es la piedra angular de la estabilidad estratégica y la base para las reducciones de armas ofensivas estratégicas" y no se modifica. (ver aparte)
Ambos líderes, pese a que negaron la intención de crear una alianza militar, se presentaron como defensores de un status quo puesto en peligro por voluntad de la hegemonía de Washington, afirmando que el acuerdo quiere garantizar "la paz y la seguridad mundiales".
El escudo espacial evocó, sin que fuera nombrada, la cumbre del G8 de Génova, donde Putin se encontrará con Bush en la segunda reunión de las cuatro bilaterales previstas para este año.
Para Moscú el tema clave sigue siendo la estabilidad estratégica.
Una estabilidad para la cual comenzó la cuenta regresiva, luego del inicio de los test para el "escudo" y que Rusia interpreta como el abandono de hecho del tratado ABM.
Putin advirtió que si Washington sale del ABM, Moscú instalará misiles nucleares múltiples Mirv sobre los misiles intercontinentales, subestimando el "escudo" incapaz de destruir un número ilimitado de ojivas.
El mandatario ruso está tratando de construir sobre el plano diplomático en Europa y en Asia una red de convergencia para evitar un degradación estratégica y un rearme costoso.
Además de China, convertida en más aceptable por la designación de sede olímpica, Putin apunta sobre todo a Asia central y la India, favorable al escudo pero preocupada por una reanudación de la carrera armamentista.
Por ese motivo el G8 adquiere una importancia que lo ha convertido de hecho en el "convidado de piedra" de la cumbre ruso-china de ayer.
Nadie nombró la cumbre de Génova y China, se sabe, niega tener la aspiración de convertirse en su noveno miembro pero la agenda del G8 recuerda aquella, implícita o explícita, de Moscú: además del desarme y el escudo, los problemas de los países pobres -de los cuales China se siente defensora- los Balcanes y Medio Oriente.
También figura el tema de cooperación económica, mientras Pekín se prepara para ingresar a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y Rusia lo quisiera.
El acuerdo con China tiene su costado flaco: no sancionó el fin completo del litigio de frontera entre ambas potencias regionales, limitándose a una "aceleración" de las negociaciones y a garantizar el status quo.

La defensa del tratado AMB

Los presidentes de Rusia y China dijeron ayer que desean que sea preservado, sin cambios, el Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) de 1972 entre Moscú y Washington, como base de la estabilidad internacional.
Los planes estadounidenses para erigir un escudo nacional antimisiles para defenderse de posibles ataques de "estados paria" vulneran claramente el tratado ABM.
El pacto limita el grado en el cual tanto Rusia como Estados Unidos están facultados para proveerse a sí mismos de defensas contra un ataque de misiles balísticos estratégicos.
El tratado ABM yace en el mismo núcleo de la doctrina de la Guerra Fría conocida como Destrucción Mutua Asegurada. Washington argumenta que el ABM refleja las realidades de la Guerra Fría y ha sido superado.
El gobierno estadounidense quiere que el pacto se modifique o sea desechado y dejó en claro que no permitirá que el pacto se interponga en la senda hacia un nuevo sistema de defensa antimisiles.
Rusia y China dicen que la revocación del ABM socavaría toda la serie de tratados de reducción de armamentos alcanzados durante los últimos 30 años y eliminaría un instrumento efectivo para mantener la estabilidad internacional, sin ofrecer alternativa alguna.
Rusia ha manifestado optimismo por la promesa de Bush de discutir la iniciativa.(Reuters)

Un cambio de escenario

La firma del acuerdo entre China y Rusia marca una pauta del alejamiento que se ha producido entre estos países y los Estados Unidos desde la llegada del presidente George Bush al gobierno.
Al contrario de su antecesor Bill Clinton, quien enfatizó la cooperación y la integración comercial con China y Rusia, Bush ha seguido los consejos del "ala dura" del Pentágono, encabezada por el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, y ha tendido a tratar a estos dos países más bien como rivales estratégicos.
En el caso de China, los ejemplos más recientes del enfriamiento de las relaciones fue la reciente disputa sobre el avión-espía capturado por China y la amenaza de Washington de boicotear la selección de Pekín como sede de los Juegos Olímpicos, algo que finalmente no prosperó.
En el caso de Rusia, una de las consecuencias de la política de actuar como si la Guerra Fría aún estuviera en pie es la resurrección de del "alma asiática" de esta potencia.
Moscú ha hecho del acercamiento a Europa y del diálogo con EE.UU. las prioridades de su política exterior. Pero la posible ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) amenaza con oscurecer las relaciones con Europa y la insistencia de Bush en el escudo espacial dificulta un diálogo amplio con Washington.
Occidente podría, entonces, ser nuevamente sospechado de querer contener a Rusia. No por casualidad la iglesia ortodoxa vio en la reciente visita del Papa Juan Pablo II a Ucrania el instrumento de un eje antiruso Vaticano-Estados Unidos-Polonia.
La hipótesis tienen en cuenta las teorías de Zbigniew Brzezinski, el ex asesor para la seguridad de Estados Unidos que imagina a Ucrania como un estado "colchón" entre Rusia y Polonia. (ANSA/AR)

   
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