Martes 31 de julio de 2001

 

La insatisfacción no es una tragedia

 

"Ropa de Fuego" (Editorial Lengua de trapo, 2001) es la primera novela de Marcos Herrera. Una interesante obra que coquetea con el existencialismo y el policial negro.

  Esta primera novela de Marcos Herrera (Bs As, 1966), viene precedida de tres libros de poemas y el volumen de cuentos Cacerías (1997), al que parece que Piglia le dio su bendición, pues lo ha mencionado como uno de los escritores más notables de su generación. "Ropa de Fuego" es una novela que tiene cierto contacto con el policial negro, con algunos escritores de los comienzos de los setenta-- pienso sobre todo en el "Siete de Oro " de Dal Masetto-- en la elección de personajes que son unos perdedores y en la atmósfera rancia de ciertas situaciones. Es cierto, como en una de las caras de la ya desusada perinola, aquí "todos pierden", aun los poderosos como López, un oscuro traficante que termina huyendo del hastío y de sí mismo hacia Montevideo.
Guiñazú y Picard, dos pobres tipos que no saben mucho qué hacer con sus pálidas vidas, dejan un día su trabajo, atraviesan la mesopotamia para llegar a un pueblito, Cristal, en Entre Ríos a construir una existencia diferente de la que tenían. El resultado no será el mejor: uno de ellos encontrará la muerte y el otro estuvo tentado varias veces por quitársela. Junto a ellas se tejen otras historias que se diluyen rápidamente en la trama, como las de las prostitutas "La Griega" y "Quiquita"; la historia previsible del hijo de López, un aprendiz de mafioso que no podrá graduarse. Y otras, que se acumulan sin casi rozar a los protagonistas.
Se nota que tanto a Picard como a Guiñazú la existencia les quema, y ante esto adoptan la misma actitud que en Buenos Aires, la indiferencia, el vacío, una angustia tenue que se diluye entre vasos de vino, prostitutas, el trabajo y algunos pensamientos sobre el sentido de la vida que no sorprenden y que pronto se olvidan. Vivir les jode, pero no lo sienten como una tragedia y entonces la insatisfacción y la mediocridad, enmarcados por un hotel con cierto aire onettiano de vacío y lujo,-además de pantalla para el narcotráfico- les alcanzan para permanecer en ese laberinto vital.
El amor es el único horizonte abierto, Picard y Ara, asumirán su amor en la ausencia, en la pérdida del otro; y el deseo de la recuperación. En "Ropa de Fuego" todo sucede con perezosa agonía, un cruce de vidas que apenas se tocan y que luego cada uno sigue su camino, porque no tienen otra cosa más que el camino mismo. A semejanza de un dios, el narrador todo lo controla, anticipa, comenta, y busca el contacto con el lector.
Marcos Herrera apuesta, en medio de ese clima, al lirismo."Intento jugar con el contraste entre los registros más poéticos y los más prosaicos"--ha comentado recientemente. Este juego suele ser complicado, por momentos logra hallazgos interesantes; pero como decía cierto personaje de cuyo nombre no logro acordarme "no se puede ser sublime todo el tiempo", por momentos tropieza un poco y se resiente su estilo cuidado.
El autor reconoce en su escritura cierta influencia de los narradores norteamericanos, sobre todo de Hemingway."Cuando escribí esta novela pensaba que quería trasmitir esa sensación de cercanía que logran muchas veces los norteamericanos (...) yo quería que cuando mis personajes tomaran vino blanco al lector le dieran ganas".
La novela fue la ganadora del II Premio del Fondo Nacional de las Artes.
   
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