Domingo 22 de julio de 2001

 

Los muertos punk

 
  Fogwill es un tipo con estilo. Un hombre de mundo. Lo hace notar, y se nota. Por años ha transcurrido por un camino propio, distinto, creativo y serio, al margen de las modas, las polémicas y las tendencias literarias. Aunque se ha trenzado en algunas disputas públicas de las que salió parado como todo buen carroñero. Dijo de él "El País", de Madrid: "El humor, el sentido lúdico, las innovaciones léxicas y el gesto vanguardista adquieren su justa dimensión en el marco de una vivencia ética del hecho literario".
Fogwill es afilado como una navaja y caprichoso como un laberinto. Su obra, en el marco de la literatura latinoamericana, tiene una virtud entre muchas; la de anticiparse a todo, ir más allá mientras los demás se pierden tratando de alcanzar la luz. A Fogwill la posteridad parece importarle un bledo y de este modo se ha ganado un lugar en la gloria.
El escritor ha dicho y enunciado primero en varias oportunidades a lo largo de estas dos últimas décadas. Pionero de las tendencias, revelador de lo obvio cuando nadie más parecía hacer hincapié en "eso". "Los Pichiciegos", novela salida en caliente después de la Guerra de Malvinas, es un ejemplo fácil de esta cualidad.
A fines de los 70 publicó el libro de relatos "Mis muertos Punk", justo cuando el movimiento anarco-roquero daba sus últimos suspiros en Londres.
"Muchacha punk" incluye una serie de relatos que nunca terminan de escribirse definitivamente. Su autor insiste en corregirlos y perfeccionarlos. No hay un punto final preciso para cada uno de ellos. Son un grupo de seis compuestos entre 1978 y 1997. Brillantes, divertidos, duros. Desde lugares poco probables para literatura, Fogwill desglosa el dolor y los años oscuros. Habla de policías, dictaduras, siniestras vivencias pero con una actitud, sí, punk, acerca de la vida. Hay un labio fruncido, una mirada irónica sobre el mar que el también navega.
"Muchacha punk" es su relato más logrado. Una obra maestra que comienza con "En diciembre de 1978 hice el amor con una muchacha punk. Decir "hice el amor" es un decir, porque el amor ya estaba hecho antes de mi llegada a Londres y aquello que ella y yo hicimos, ese montón de cosas que "hicimos" ella y yo, no eran el amor, ni siquiera -me atrevería hoy a demostrarlo- eran un amor: eran eso y sólo eso eran."
   
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