Domingo 22 de julio de 2001 | ||
Con los colores de Tato: Polirrubro e intermitente |
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El jueves por la noche fue pletórico de reuniones y cocteles y me sorprendió la madrugada del viernes en Avenida de Mayo y Bolívar, en la esquina del Cabildo. La plaza estaba desierta y de la Casa Rosada me llegó un exquisito aroma a tortafritas. Me acerqué lleno de curiosidad y los granaderos tiesos y firmes como rulo de estatua ni chistaron. Entre nosotros, me dije: ¡Qué grande Tato, ya sos de la casa! Entro y me encuentro con mi buen amigo José Guardapolvogris que empujaba un enorme escobillón con aserrín por los pasillos. - ¡Josesito, te golpeaste mal, que hacés laburando a la madrugada! - Tato, Tato estoy con el animo por el piso… - Estás muy compenetrado en tu laburo? - ¡No Tato, no es una metáfora, se vino el achique, acá también rajaron a medio mundo y no me alcanza el tiempo! - ¿Rajaron a funcionarios? - No Tato, en que mundo vive!, rajaron a laburantes y ahora hago el laburo de cinco. A la mañana tengo que servirle el desayuno al jefe máximo. A la media mañana hago unos laburitos que tendría que hacer el vicepresidente. Al mediodía le paso el plumero a los bustos de los presidentes que por suerte no son demasiados y entre un milico y un demócrata salgo corriendo, me saco el guardapolvo en un rincón, reaparezco con saco y corbata y me leo unos comunicados. - ¡Josesito, vos también sos vocero! - ¡Sí Tato, síííi y los periodistas están tan confundidos que ni se dan cuenta, los pobres! Para colmo les caí simpático y hasta me quieren llevar al programa de Mariano. Eso no es nada Tato, al edecán le bajaron medio turno y ahora aprovecha el uniforme y hace de portero en el hotel de la vuelta. El pobre José se largó a llorar en un ataque de nervios y tratando de calmarlo le digo que se tranquilice que los granaderos se van a avivar. Para qué. El grito hizo espantar a todas las palomas de la plaza. - ¡No son granaderos, son maniquíes! - ¡No puede ser, Josecito!, dije mientras los miraba de reojo y con un dejo de desilusión me percataba de por qué había entrado como pancho por mi casa. - Estaba cantado Tato, continuaba Josecito entre lágrimas. Ni se movían, ni se reían, no hablaban y ni siquiera pestañeaban, a ningún funcionario achicador se le puede escapar esa papita. Los cambiaron por muñecos de un plumazo. - Pobres muchachos, y en este momento en que hay tan poco laburo de granadero. - No crea Tato, zafaron bastante bien, se las rebuscan en Plaza Francia trabajando de estatuas vivientes - me comenta José resignado-. Pero la bronca que me da, continúa José dándose manija, es que hay funcionarios mas inmóviles que los granaderos, salvo para subirse a los aviones… ¡El mal ejemplo cunde Tato... cunde! - Josecito, calmate y sé mas claro, a que te referís? - ¡Está loco, más claro! Incluso los funcionarios polirrubro e intermitentes como yo también tenemos que hablar en futuro condicional, metáforas o hipérboles. Sólo podemos decir lo que queremos en senegalés antiguo. Hasta el "geringoso" tenemos prohibido. El hombre era una pila de nervios y salió corriendo a dar vuelta las tortas fritas y preparar el mate que desde ahora reemplazan el desayuno de té y masas finas. Mientras cruzaba Plaza de Mayo me distendí con la tierna imagen de jubilados que le tiraban maíz a las palomas. Pero me duró poco. De pronto un viejito con cara de varios días de sopa tiró un manotazo y se guardó una paloma en el bolsillo. Presto atención y el de al lado tiene los maíces atados con una piolita y una cachiporra en el bolsillo. Esto viene mal Tato, me dije y ahí mismo decidí cruzarme enfrente para ir a darle unos consejos a mi querido amigo "Mingo". Horacio Licera |
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