Miércoles 18 de julio de 2001 | ||
Otros ojos descubren la mágica infancia |
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"Saltimbanquis" es una corriente de aire fresco en la escena teatral. Para que los chicos reconozcan los logros de la voluntad y los adultos se miren en los ojos de sus animales. |
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Si los animales hablaran, los hombres, tendríamos que revisar nuestra historia. Otra sería, sin duda. Podría discutirse aquello de que la historia la escriben los que ganan, pero no podemos dejar de reconocerle cierta cuota de verdad a la idea. Tan hinchados de logros escudriñamos en los libros y documentales que nunca queda tiempo para mirarse en los ojos de un perro. Dicen también que los animales domésticos son el reflejo de las propias neurosis. ¿Quién no conoce perros tensos, gatos vagabundos y canarios con problemas de personalidad?. Hasta supimos de alguien que tenía un can que se suponía minino. Otra anotación al margen. "Saltimbanquis" -estrenada el fin de semana en el auditorium de la Fundación Cultural Patagonia, convengamos, es una obra para chicos, pero en las entrelíneas de un libro en apariencia simple, se refleja aquello que nos falta: la mirada del otro. La historia no escrita de los personajes secundarios. Un burro inteligente, un perro servil hasta la estupidez, una gata histérica y una gallina cansada de que le roben los huevos. Animales, hijos de sus amos. El grupo se encuentra en el camino de la huida y decide empezar una vida distinta consagrada al arte, la meditación y el goce. Nada mal para este charter de ex sometidos. Aunque luego descubren, como ya tantos seres de dos piernas lo han hecho antes, que nada es sencillo. Aprenden a cantar con la misma seriedad con que se aprende a transcurrir. Mientras dirimen sus horas grises -unas que incluyen la lucha por una vivienda, desavenencias entre los participantes, ataques sorpresa de los amos "que siempre vuelven por eso hay que estar unidos"- , llenas de sueños y horizontes difusos, cantan, bailan, en fin, invocan la alegría que les viene de dentro. No es poca lección para estos días de crisis y flash informativos, entre cuentas que no cierran y angustia. El derecho a soñar La libertad, como las distintas formas de la paz, nace de una esfera intocable. A pesar de todo, a pesar de todos. La obra de Sergio Bardotti y Luis Bacalou, en una versión de Carlos Piamessi es sana, representa una corriente de aire fresco. No se queda varada en las posibles coincidencias con la novela de George Orwell, acaso porque va por otros derroteros. Hay una cuestión política subyacente pero este conflicto se deshace frente al auténtico motivo de "Saltimbanquis": la voluntad de vivir y el derecho a soñar. Su puesta en escena vuelve más coherente aun la frase impresa en el programa: "para chicos y grandes con grandes y chicos". Los hijos, los sobrinos y sus amiguitos verán que se puede contra el viento y la marea, y que hay un momento en que debemos madurar para ser hijos de un único amo: nuestra decisión. El resto, los grandes que cargan críos en las faldas, que pierden el aliento detrás de una entrada porque llegaron tarde a la presentación o el auto no arrancaba, tendrán una chance más de mirarse al espejo. El territorio de los sueños no es exclusivo de la infancia. En medio de la crisis, los abrazos, las tardes al solcito del invierno y las palabras dulces son la respuesta del espíritu. (C.A.) Ficha técnica Foto: Un buen trabajo del grupo teatral de la Fundación Cultural Patagonia. |
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